La filosof¨ªa: una condici¨®n
Hay que celebrar la extensi¨®n de esta disciplina en el nuevo curr¨ªculo de Bachillerato. Es una buena noticia que nuestros adolescentes crezcan escuchando y aprendiendo a pensar
La filosof¨ªa no es una disciplina, ni siquiera un mero saber. Es mejor que eso: es una condici¨®n. Es condici¨®n de posibilidad, porque crea la circunstancia indispensable para poder pensar m¨¢s, pensar mejor, incluso la de poder pensar de otra manera. Pero a la vez es condici¨®n tambi¨¦n en otro sentido, porque el modo filos¨®fico es nuestra ¨ªndole, nuestro car¨¢cter, nuestro modo m¨¢s propio de ser, el m¨¢s aut¨¦ntico, es decir, nuestra naturaleza humana. Por eso, la filosof¨ªa no deber¨ªa ser altiva ni soberbia, aunque algunos que la ejercen se esfuercen en ello, sino cercana y accesible. La filosof¨ªa no consiste en un discurso alambicado e impenetrable, sino en la reflexi¨®n sobre algo que nos es medular, que no es otra cosa que la existencia, y la existencia nos compete a todos, es ineludible tanto para sabios como para ignorantes, adultos y adolescentes, occidentales y otros mundos.
La palabra filos¨®fica debe estar a la mano, como un remedio, como los medicamentos lo est¨¢n para nuestra salud. Cuando la filosof¨ªa habla del Ser, lo est¨¢ haciendo del existir, ni m¨¢s ni menos, y nuestra existencia, a poco que prestemos o¨ªdos a nuestra alma, est¨¢ atravesada, y por ello preocupada, por el amor y la muerte. Y ese es el gran asunto de la filosof¨ªa. Incluso si queremos resumirlo a¨²n m¨¢s, diremos que la filosof¨ªa est¨¢ enredada en ese gran deseo com¨²n: la absoluta necesidad de ser felices, la eudamonia, el af¨¢n de poder estar en paz con nuestros demonios. Y de eso se trata, de contar con una cura para el alma, una medicina para la mente, como dec¨ªan nuestros estoicos. Podemos entretenernos en una actividad continua y est¨¦ril, una multitarea anest¨¦sica; podemos leer libros de autoayuda y buscar inagotablemente recetas de preparadores, pero hay quienes llevan siglos proporcion¨¢ndonos valiosas claves para pensar, es decir, para vivir. Porque la filosof¨ªa est¨¢ siempre comprometida con la vida; es y procura formas de vida. Arist¨®teles insist¨ªa en que esa actividad, que ¨¦l llamaba contemplativa, era la m¨¢s excelente, pero no por aristocr¨¢tica o minoritaria, sino porque posibilitaba ser mejores, y mejores significa ser m¨¢s conscientes y por ello m¨¢s libres. Otra cosa es que queramos hacer caso a ese ofrecimiento, que decidamos enterarnos de lo que somos y hacer algo con ello. Cada uno es soberano de su modo de vida, pero el banquete est¨¢ dispuesto ante nosotros.
Se puede vivir sin filosof¨ªa, claro. Es una opci¨®n. Y quiz¨¢ buena, pero a muchos nos resulta inevitable contar con ella. Se puede tambi¨¦n rehuir la metaf¨ªsica, concepto aparentemente inaccesible y propio de eruditos, pero no se deber¨ªa, porque nos trae la reflexi¨®n sobre la vida y la muerte, y con ello sobre el miedo, el placer, el gobierno de uno mismo y de los otros, y sobre la ignorancia y la estupidez, contra lo que ha luchado siempre. La metaf¨ªsica es de todos, porque somos humanos, demasiado humanos, porque todos queremos una buena vida y una existencia feliz. Debe ser profunda y rigurosa, sin duda, pero sin perder la intenci¨®n de ser entendida y compartida. Adem¨¢s, recordemos que, frente a lo que dicen conocidos juegos de palabras, la filosof¨ªa s¨ª es ¨²til, porque no se trata de una mera especulaci¨®n, porque toda filosof¨ªa lleva de la mano una ¨¦tica: el decir, el discurso, debe estar en acci¨®n. No puede haber teor¨ªa sin pr¨¢ctica. La reflexi¨®n filos¨®fica no debe sentenciar ni solo diagnosticar, sino que debe llevar a actuar, aunque ¨²nicamente sea contribuyendo al cuidado de uno mismo o en llevarnos a modestas intervenciones micropol¨ªticas. Y no puede creerse la reina de la creaci¨®n, no puede excluir ni menospreciar otros saberes, porque, muy al contrario, se necesitan mutuamente. Por eso, los fil¨®sofos no deben presentarse como santones poseedores de la verdad y de la palabra.
El saber es uno y se aprende en conversaci¨®n. Conversemos pues. Tenemos las voces, que son los textos, para llevarla a cabo. Podemos pensar con ellos, aunque no siempre resulte f¨¢cil y requiera paciencia. Pero el esfuerzo merecer¨¢ la pena siempre que elijamos bien a nuestros interlocutores, muchos de ellos muertos hace siglos. Frente a la inclinaci¨®n, cada vez m¨¢s frecuente, a opinar y a sobresaturarnos de informaci¨®n, filosofemos. Del mismo modo que se aprende a amar amando, hagamos un gerundio de la filosof¨ªa. Por ello, celebremos la extensi¨®n de la Filosof¨ªa en el nuevo curr¨ªculo educativo que trae el decreto que regular¨¢ el Bachillerato en la nueva ley org¨¢nica de educaci¨®n (Lomloe). Tras la pol¨¦mica reciente de estas ¨²ltimas semanas en torno a la asignatura de Filosof¨ªa, se recupera la obligatoriedad de la misma para todos nuestros bachilleres, asignatura que hasta ahora solo figuraba como una optativa para ¨²nicamente una de las modalidades del Bachillerato. Es una buena noticia que nuestros adolescentes crezcan escuchando, sintiendo y haciendo filosof¨ªa. Es su condici¨®n.
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