Regionalismo es como leches se llama
La izquierda puede perder el Gobierno si no entiende la necesidad ciudadana de palpar el arraigo de sus representantes a trav¨¦s de un sentimiento de pertenencia local o cercan¨ªa
La izquierda perder¨¢ La Moncloa si no entiende que el regionalismo es ¡°como leches se llama¡± la clave del ciclo que determinar¨¢ el reparto de poder en Espa?a desde los comicios andaluces de junio. Es decir, la necesidad ciudadana de sentir la pol¨ªtica cerca del territorio, de palpar el arraigo de sus representantes, a trav¨¦s de un sentimiento de pertenencia local o cercan¨ªa. Y es el Partido Popular, parad¨®jicamente, el que tiene ahora un flanco regional m¨¢s robusto, frente a una izquierda que puede perder fuelle, dando una imagen demasiado centralista.
Sirva como met¨¢fora el patinazo de la coalici¨®n Por Andaluc¨ªa, al llegar tarde al registro de Podemos junto a M¨¢s Pa¨ªs e Izquierda Unida. El que deber¨ªa ser un problema dom¨¦stico, sobre las opciones de ese espacio en la autonom¨ªa m¨¢s poblada, se ha elevado ya a una suerte de disputa nacional por el poder. Es decir, el recelo que Pablo Iglesias no evita dejar caer sobre la futura candidatura de Yolanda D¨ªaz, quiz¨¢s por el temor de Podemos a perder influencia pol¨ªtica a futuro.
Ciertas luchas alejan del nervio regional, en una sensaci¨®n de que la pol¨ªtica se le escapa al ciudadano por arriba mientras se vac¨ªa lo local de sentido. Es decir, los l¨ªos de los partidos ahogan la idiosincrasia, intereses y proyectos del lugar. Ello explica la revoluci¨®n neocantonalista que vive el Congreso, con m¨¢s formaciones de corte nacionalista, regionalista e independentista que nunca. Es la protesta contra el agotamiento de estos a?os ante una imagen de irrealidad, donde lo regional es la excusa o el segundo plano de la partida de ajedrez estatal.
Esa cosmovisi¨®n centralista del poder revienta asimismo las posibilidades electorales del PSOE y Unidas Podemos, al impedirles construir alternativas de base a partidos que, en teor¨ªa, s¨ª tienen sensibilidad descentralizadora. Se vio en las elecciones de la Comunidad de Madrid, donde socialistas y podemistas quedaron fuera de juego, en una percepci¨®n de que su campa?a ven¨ªa dictada desde La Moncloa. En cambio, triunfaron, a izquierda y derecha, los dos proyectos regionalistas: la derecha ca?¨ª de Isabel D¨ªaz Ayuso, y M¨¢s Madrid, la izquierda del lugar.
A todo ello se suma el factor org¨¢nico propio de cada partido que, si es del tipo m¨¢s jer¨¢rquico, no facilita la capilarizaci¨®n sobre el terreno. En el caso de Podemos, Iglesias fue perdiendo varias de las iniciales confluencias que nutr¨ªan su esp¨ªritu plurinacional, dejando una organizaci¨®n basada en el ordeno y mando. Dicho declive explica, en parte, el crecimiento de opciones como ERC o Bildu, habiendo asumido que la alternativa podemista sirvi¨® durante un tiempo para seducir al votante nacionalista.
A su vez, el presidencialismo de Pedro S¨¢nchez tambi¨¦n supon¨ªa un riesgo de cara a las municipales y auton¨®micas, pieza clave del castillo de naipes para decantar las generales en 2023. Tras ganar las primarias de 2018, configur¨® un PSOE de la militancia que laminaba el poder del comit¨¦ federal, restando voz y visibilidad a sus combativas baron¨ªas. Aunque S¨¢nchez devolvi¨® protagonismo a sus barones en el congreso del pasado verano, el problema es que varios de ellos han sido renovados y sus perfiles son a¨²n menos conocidos.
Sin embargo, la izquierda no podr¨¢ seguir mir¨¢ndose el ombligo, ahora que Alberto N¨²?ez Feij¨®o es l¨ªder de un PP que se ha convertido en una suerte de reino de taifas con capacidad de profunda penetraci¨®n territorial. Es decir, una derecha capaz de combinar la lucha patriotera frente a Vox a escala nacional, mientras hace discursos regionales en sus comunidades. Ello va desde el ruralismo galleguista de Feij¨®o, hasta el madridcentrismo de Ayuso, pasando por el andalucismo de Juan Manuel Moreno Bonilla, al estilo del PSOE m¨¢s federal.
Asimismo, Feij¨®o tambi¨¦n se ha encargado de promocionar la idea de un partido donde lo perif¨¦rico est¨¦ por encima del centralismo estatal, intentando diluir a la baronesa Ayuso en el ¨²ltimo conclave popular, a base de dar m¨¢s poder a la secci¨®n andaluza. La salida de Pablo Casado favorece esa idea de una derecha multipolar, con un l¨ªder estatal no criado en las faldas del PP madrile?o. Es el regreso a una visi¨®n de Espa?a m¨¢s plural, reforzado por la desaparici¨®n progresiva de un competidor tan jacobino como fue Ciudadanos.
Por su parte, Vox se ha especializado en apelar en algunas zonas al voto de colectivos que se sienten abandonados para contrarrestar su discurso estatal m¨¢s nacionalista espa?ol, como hizo en Castilla y Le¨®n, argumentando ciertas tesis parecidas a las de las candidaturas de la Espa?a vaciada.
En consecuencia, el reto de Yolanda D¨ªaz pasa por revitalizar el componente federalista de su candidatura, asumidos los trasvases de voto que la izquierda sufre a formaciones nacionalistas o provinciales. S¨®lo con un t¨¢ndem donde la izquierda alternativa y el PSOE est¨¦n fuertes podr¨¢ sobrevivir ante la polarizaci¨®n del tablero pol¨ªtico. Y ello empieza por alejar el politiqueo de las tertulias y los cuarteles generales con sede en Madrid. As¨ª que, en respuesta a las palabras de Pablo Iglesias en Hora 25, regionalismo es como leches se llama.
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