Desgracias
El prestigio audiovisual ha dejado de tener que ver con la calidad y el rigor y ha pasado a convertirse en la mera contabilidad de audiencias. Por ese camino, el periodismo se ha dejado desgarrado un jir¨®n del traje de su credibilidad
Hace algunos d¨ªas, un turista holand¨¦s se lanz¨® desde un acantilado en Mallorca y muri¨® golpeado contra las rocas antes de caer al mar. La Guardia Civil rescat¨® su cuerpo, hundido en torno a los islotes llamados, con curiosa precisi¨®n, Malgrats. Al parecer, la grabaci¨®n con el m¨®vil la realiz¨® su esposa, que le observaba desde una embarcaci¨®n junto a sus dos hijos. A las pocas horas el v¨ªdeo se emit¨ªa de manera repetida en los noticiarios de todo el mundo. Es complicado establecer c¨®mo llegan las im¨¢genes al dominio p¨²blico y se rompe la cadena privada de custodia, pues se supone que amigos de la familia y fuerzas de seguridad han tenido acceso a las mismas. Lo bochornoso es que el fallecimiento de una persona, por muy espectacular que sea, se convierta en un espect¨¢culo. Ya pas¨® con las fotos robadas tras el accidente de helic¨®ptero en el que muri¨® Kobe Bryant. La audiencia que convocan estos v¨ªdeos se traduce no ya tan solo en rentabilidad publicitaria, sino, lo que es peor, en prestigio informativo.
El prestigio audiovisual ha dejado de tener que ver con la calidad y el rigor y ha pasado a convertirse en la mera contabilidad de audiencias. Pero por ese camino la profesi¨®n period¨ªstica se ha dejado desgarrado un jir¨®n del traje de su credibilidad. Inmediatamente despu¨¦s llegaron los liderazgos populistas que, para refugiarse de cualquier cr¨ªtica, cargaron contra la prensa con enorme tino, desactiv¨¢ndola y culminando el desprestigio que parecen advertir todas las encuestas sobre aprecio ciudadano. Cuando confundes cantidad con calidad, lo siguiente que sucede es que la potencia de los n¨²meros elimina cualquier otro baremo anal¨ªtico. En el caso de las im¨¢genes chocantes o perturbadoras, cualquiera que se oponga a incluirlas en la parrilla es considerado de inmediato un aguafiestas, cuando no un pudibundo moralista. Los medios parecen servir de buz¨®n a quien quiera dejarles su autopromoci¨®n enlatada, desde famosos en pose a quienes para evitarse una entrevista la entregan ya hecha.
El joven racista que asesin¨® en un supermercado de B¨²falo a quien se cruz¨® en su camino retransmiti¨® en directo la matanza por los canales habituales. Coment¨® los preparativos sin que nadie frenara su acci¨®n y en las semanas anteriores adquiri¨® el armamento autom¨¢tico sin que pesaran en su contra los signos de radicalizaci¨®n evidente que padec¨ªa, tras tragarse sin cuestionarlas las patra?as que vienen repiti¨¦ndose en el mundo occidental sobre un supuesto reemplazo que eliminar¨¢ la supremac¨ªa blanca. Los servicios informativos emitieron de inmediato los momentos estelares de su tiroteo. Las v¨ªctimas se desplomaban ante los disparos y los locutores m¨¢s delicados a?adieron al presentarlos ese latiguillo de que podr¨ªan herir la sensibilidad de los telespectadores. Pero la pregunta no es si es pertinente el aviso, sino un m¨¢s ambicioso ?por qu¨¦? ?Por qu¨¦ se ha convertido en obligatorio emitir en bucle este material ofensivo para las v¨ªctimas hasta deshumanizarlas? Y, sobre todo, ?por qu¨¦ nadie dice no? Si un chalado lo que pretende con su acci¨®n criminal es alcanzar notoriedad y que las im¨¢genes de su carnicer¨ªa se distribuyan para admiraci¨®n y ejemplo de los futuros imitadores, ?no ser¨ªa lo l¨®gico al menos negarle ese deseo en lugar de consumarlo sin un atisbo de pensamiento cr¨ªtico?
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