Guerra y paz
No corresponde a los aliados decidir cu¨¢nto y cu¨¢ndo ceder en una negociaci¨®n de paz, si acaso hay que ceder algo
Se sabe c¨®mo empiezan pero no como terminan, ni cu¨¢nto pueden durar. Quienes las comienzan tienen sus motivos, que suelen ser distintos cuando las acaban. Sus efectos de destrucci¨®n y de muerte alcanzan m¨¢s all¨¢ de los campos de batalla y de los pa¨ªses implicados. Todo lo transforman: a los dirigentes pol¨ªticos que las libran, a las naciones enzarzadas, a los combatientes y a los civiles. Tambi¨¦n a sus aliados y a quienes se pretenden neutrales o equidistantes.
Nunca se sale de una guerra tal como se ha entrado. Las mentalidades y la psicolog¨ªa de cuantos participan en ellas, armas en mano o como pasivos ciudadanos de los pa¨ªses enfrentados, sufrir¨¢n cambios y lesiones irreversibles. Afectan incluso a quienes las observan a distancia, fuera de los campos de sangre. Y m¨¢s en nuestra ¨¦poca de interdependencias, que convierten una guerra circunscrita a un continente y un territorio en cosa de todos.
Avisados por la pandemia, la idea de la muerte ocupa nuestros d¨ªas y sobre todo nuestras noches, cuando suenan las sirenas y los ucranios bajan a los refugios. No saldremos mejor, no. Saldremos diezmados y atemorizados. Y en Ucrania, viudos y hu¨¦rfanos, heridos y mutilados, unidos por la pena y el recuerdo de los fallecidos y por el privilegio terrible y el doloroso castigo de la supervivencia.
La guerra hace y deshace imperios y naciones a su gusto, que suele ser err¨¢tico e imprevisible. Veremos en qu¨¦ quedan los ensue?os imperiales rusos, c¨®mo ser¨¢n la naci¨®n ucrania nacida de estos r¨ªos de sangre y la Europa unida por esta embestida inesperada de la partera de la historia.
Estamos ahora en la fase m¨¢s cruenta del choque de fuerzas. Ninguna de las dos se ha demostrado capaz de derribar a la otra ni someterla a sus designios. Nadie flaquear¨¢ mientras queden energ¨ªas en ambas partes ¡ªsoldados y munici¨®n¡ª con las que alimentar sus ambiciones, que en su grado m¨¢ximo es la misma: recuperar y poseer Ucrania entera.
En cuanto se llegue a un equilibrio, ser¨¢ la hora del alto el fuego y de la negociaci¨®n. Se producir¨¢ si Rusia consigue de pronto lo que no ha conseguido hasta ahora, que es arrollar a su enemigo; o si es Ucrania la que s¨²bitamente coloca a los rusos a la defensiva. Conceder¨¢ quien tenga desventaja y aceptar¨¢ quien, llevando la iniciativa, mantenga un atisbo de inteligencia pol¨ªtica y sepa resistirse a la pasi¨®n guerrera.
Nadie podr¨¢ decidir por ellos. No corresponde a los aliados decidir cu¨¢nto y cu¨¢ndo ceder cada uno, si acaso hay que ceder algo. Hace ya a?os que de las guerras no salen vencedores ni vencidos. Ser¨¢ el momento del retorno a la pol¨ªtica. A la vista de la nueva correlaci¨®n de fuerzas, ganar¨¢ quien sepa convertir el desenlace de las armas en la paz, y la paz en un orden justo y duradero, tareas fuera del alcance de Putin. Inhabilitado por su guerra, mientras siga en el Kremlin no habr¨¢ paz en Ucrania ni unas relaciones razonables de los europeos con Rusia.
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