En la Feria
Ning¨²n premio literario importa m¨¢s para un escritor que pertenecer a la historia de sus lectores
Veo a un sacerdote que se acerca a la caseta y me dice: ¡®Aqu¨ª no es diaria ni justa la existencia, b¨¦same y resucita si es posible¡¯. Son versos que escrib¨ª a principios de los a?os ochenta. En mi habitaci¨®n de aspirante a escritor, junto a un p¨®ster de Federico Garc¨ªa Lorca, sonre¨ªa Marilyn Monroe mientras el metro de Nueva York jugaba con su falda. Eran tiempos en los que la tentaci¨®n viv¨ªa arriba, abajo, a un lado y al otro. Yo dedicaba poemas a la tentaci¨®n y a la mala idea del suicidio. Muchos a?os despu¨¦s, el sacerdote lector me cont¨® que hab¨ªa oficiado un funeral muy solitario a causa de un accidente de tr¨¢fico en Granada. La viuda, una mujer del norte, bes¨® el f¨¦retro, pidi¨® una resurrecci¨®n y afirm¨® que la existencia no es diaria ni justa.
Recuerdo tambi¨¦n la ma?ana en la que se acercaron a la caseta dos hombres de la mano. Debi¨® de ser en la primavera de 2006. Durante varios cursos hab¨ªan compartido piso de estudiantes, pero ninguno se atrev¨ªa a confesar su amor. En una Semana Santa, uno de ellos se fue de Madrid para pasar las vacaciones con su familia. El otro le dio un sobre cerrado y le pidi¨® que no lo abriese hasta que el tren estuviera en marcha. Ley¨® cuatro versos escritos a mano: ¡®Si alguna vez la vida te maltrata, acu¨¦rdate de m¨ª, que no puede cansarse de esperar a aquel que no se cansa de mirarte¡¯. Baj¨® en la primera estaci¨®n, compr¨® billete de vuelta y la historia de amor acab¨® en boda. Espa?a hab¨ªa aprobado la ley de matrimonio homosexual.
Ning¨²n premio literario importa m¨¢s para un escritor que pertenecer a la historia de sus lectores. Cada Feria del Libro nos permite recordar que la literatura anda por las cocinas, las tabernas, las ciudades, las carreteras y los dormitorios.
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