¡®Hablaci¨®n¡¯
La mentira, a la hora de ofrecer datos y levantar odios, convierte a las palabras en un instrumento afilado de corrupci¨®n
No es una simple habladur¨ªa, sino el intento de extirpar la realidad por medio de un habla tajante que somete el vocabulario a la mentira. Es el acto que sustituye la experiencia de carne y hueso por una radiaci¨®n sobrecargada de falsedades, amenazas y odios. Las palabras podr¨ªan servir para nombrar e iluminar la realidad, como una buena ablaci¨®n sirve para extirpar tumores malignos. Pero, por desgracia, hay tradiciones que desv¨ªan la operaci¨®n quir¨²rgica para mutilar el cl¨ªtoris y acabar con el placer sexual de las mujeres. Ocurre lo mismo con la hablaci¨®n, una ch¨¢chara que inunda la pol¨ªtica en el deseo de desprestigiarla m¨¢s y de acabar con el placer de pensar, matizar, conocer y favorecer el abrazo amoroso de la realidad. La mentira, a la hora de ofrecer datos y levantar odios, convierte a las palabras en un instrumento afilado de corrupci¨®n.
Esta historia es tan vieja como las supersticiones medievales o los discursos totalitarios que invitaron en el primer tercio del siglo XX al exterminio. Tan vieja como los himnos que pretenden justificar un bombardeo o la destrucci¨®n de una ciudad. Y siempre lo hacen en nombre de una identidad amenazada, es decir, una identidad que se agudiza a cal y canto para embestir a los dem¨¢s. Acostumbrado a defender la diversidad, me pongo muy nervioso cada vez que alguien intenta justificar la ablaci¨®n, la agresi¨®n corporal a una mujer, argumentando que deben respetarse las tradiciones ajenas. No me parece respetable ninguna tradici¨®n que viole derechos humanos universales. Tambi¨¦n me pone muy nervioso el discurso pol¨ªtico convertido en una hablaci¨®n que dinamita la convivencia, la verdad y el placer de pensar en nombre de las tradiciones de mi patria y mi comunidad. Se me oxida el filo de los himnos y las identidades cerradas. La poes¨ªa y el amor me han ense?ado que el asunto de los labios es muy, muy importante.
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