Mi primer dedo
Millones de ni?as y ni?os tendr¨¢n este est¨ªo su particular ca¨ªda del poni sin que ese hito tenga que conllevar, en absoluto, la p¨¦rdida de su inocencia
No recuerdo el a?o que corr¨ªa ni cu¨¢ntos ten¨ªa yo misma, 11 o 12, pero s¨ª que era verano. Una de esas tardes de mortal aburrimiento y calor de averno, despatarrada viva leyendo en la litera de arriba del cuarto de las chicas mientras mi hermana roncaba en la de abajo y mis padres dorm¨ªan la siesta en la alcoba contigua bajo amenaza de castigarnos sin playa si los molest¨¢bamos. De lo que s¨ª me acuerdo, exactamente, es de lo que le¨ªa. Al este del Ed¨¦n / La perla, de John Steinbeck, un tochazo de 900 p¨¢ginas que le hab¨ªa encargado a mi padre en el pedido del trimestre del C¨ªrculo de Lectores. Lo eleg¨ª por la foto de James Dean de la portada, todo hay que decirlo, pero el caso es que me enganch¨® la historia y hall¨¢bame libando el novel¨®n cual horchata cuando, de repente, con cierto pasaje, not¨¦ ardores extraordinarios en salvas sean las partes y, no s¨¦, ll¨¢malo X, se me resolvi¨® la calentura sin m¨¢s intervenci¨®n por mi parte que seguir leyendo deprisa, dej¨¢ndome a la vez saciada y hambrienta. Luego perfeccion¨¦ la t¨¦cnica, claro, pero la veda se hab¨ªa abierto de una vez por todas. Por supuesto, no inform¨¦ de la novedad a mis padres ni a mis hermanos ni a mis amigas. No hizo falta que nadie me explicara nada; simplemente me abr¨ª de o¨ªdos y at¨¦ cabos, pero, igual si hubiera sabido que lo que me pasaba le pasaba a todo el mundo, no me hubiera muerto de la verg¨¹enza haci¨¦ndolo.
Como yo, a su debido tiempo, millones de ni?as y ni?os tendr¨¢n este est¨ªo su particular ca¨ªda del poni sin que ese hito tenga que conllevar, en absoluto, la p¨¦rdida de su inocencia. La aversi¨®n de algunos a que se hable de ¨¦l a los cr¨ªos, aparte de irresponsable, confirma que para ellos el onanismo es algo sucio, indecente, pecado de actos impuros, mientras sus hijos, y los del vecino, ven porno salvaje a sus espaldas con el m¨®vil en una mano y lo otro en la otra. Por cierto, cuando levantamos la casa de mis padres tras su muerte me llev¨¦ a la m¨ªa el libro de autos. Lo tengo guardado en la mesilla cual Satisfyer en funda. A estas alturas el amor propio me aburre que me mata. Pero, para unas prisas, lo tengo siempre a mano. Cada una se erotiza como quiere. Y como puede.
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