Las chicas del ¡®Chein¡¯
Prefiero mil veces el alma sin filtro de Emilia y sus amigas que la impostura de ciertas diosas patrocinadas hasta las bragas
En el verano de 2004 se puso de moda un grupo llamado Las Chuches. Sara, Marina y Melody, tres morenazas cordobesas en esa edad en que las chicas florecen de repente, cantaban cual ¨¢ngeles con sexo un flamenquito fino y moderno a mayor gloria de las noches en vela mirando la luna, lunera, y los d¨ªas en vilo anhelando hallar eso que no sabes qu¨¦ es hasta que lo encuentras. ¡°Voy buscando por la plaza pa comprarme un pantal¨®n, que me quede bien estrecho, que me quede vacil¨®n¡±, piaban, presumidas, en un estribillo. Y hab¨ªa que estar muerto y enterrado para no conmoverse imaginando a esas cr¨ªas buscando un tesoro en el mont¨®n de pingos del mercadillo, aunque en su casa no hubiera para m¨¢s capricho que el vestido de los domingos. Las Chuches se separaron en 2018 por ¡°problemas internos¡±. Puede que los a?os las distanciaran, o que les quitaran las ganas de tener ganas. Pero sus canciones son eternas porque ten¨ªan alma.
Me acord¨¦ de ellas ayer al ver un v¨ªdeo viral que tuvo su minuto de gloria en redes. En ¨¦l, Emilia, Alba, Delia, Carmen y Antonio, cuatro chavalas y un chaval de Trebujena, justo en la raya entre Sevilla y C¨¢diz, desfilaban ufan¨ªsimos de punta en blanco delante del m¨®vil en una comuni¨®n de su pueblo. ¡°Outfit of the day¡±, pregonaban, zumbones, con tremendo acento gaditano remedando a las influencers de Instagram, y luego cantaban a c¨¢mara las marcas de todo lo que llevaban puesto de pies a cabeza. Cien pavos, a lo sumo, en modelitos y bisuter¨ªa ¡°del Breska, el Lifting y el Chein¡±, dec¨ªan, en alusi¨®n a Bershka, Lefties y Shein, la p¨¢gina de moda china ultrabarata que est¨¢ vistiendo a media Espa?a. Al punto, salieron los guardianes de la moral y los ¨¢rbitros de la elegancia a llamarlas chonis, catetas y colaboracionistas de un sistema de producci¨®n que explota a los trabajadores y acelera el cambio clim¨¢tico. Vamos, no me jodas. Ahora resulta que la culpa de todas esas debacles es de quienes compran lo que quisieran donde pueden. Primero les metemos la droga del consumismo por todos los orificios, digo pantallas, y luego los lapidamos por consumirla. Pues mira lo que te digo: prefiero mil veces el alma sin filtro de las chicas del Chein que la impostura de ciertas diosas paganas patrocinadas hasta las bragas. Al menos, Emilia y sus amigas pagan lo que se ponen con sus trabajillos precarios mientras estudian un m¨®dulo para ganarse la vida en el futuro. Para ellas, el Chein es Chanel. Quieren y no pueden, vale. Pero otras pueden y no quieren mirarlas sin prejuicios. Y eso tiene m¨¢s delito.
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