La fea realidad
El fin de las mascarillas ha supuesto algunas decepciones est¨¦ticas por culpa de nuestro cerebro, que tiende a ¡°rellenar datos¡± de lo que no percibe. Pasa con los rostros y con el mundo
Desde que nos hemos quitado las mascarillas ha habido algunas decepciones: quien m¨¢s quien menos se ha sorprendido al observar por primera vez la cara de su autobusero, de su cartera, de un vecino, y dici¨¦ndose: ¡°Uy, pero si es feo¡±.
El asunto, que ha sido objeto de distintos estudios, a la cabeza de ellos el famoso Beauty and the Mask de la universidad de Pensilvania, parece incontestable: con mascarilla resultamos m¨¢s atractivos.
La raz¨®n de este fen¨®meno estar¨ªa en nuestro cerebro, m¨¢s concretamente, en nuestra estructura perceptiva. Desde la Gestalt sabemos que no sopo...
Desde que nos hemos quitado las mascarillas ha habido algunas decepciones: quien m¨¢s quien menos se ha sorprendido al observar por primera vez la cara de su autobusero, de su cartera, de un vecino, y dici¨¦ndose: ¡°Uy, pero si es feo¡±.
El asunto, que ha sido objeto de distintos estudios, a la cabeza de ellos el famoso Beauty and the Mask de la universidad de Pensilvania, parece incontestable: con mascarilla resultamos m¨¢s atractivos.
La raz¨®n de este fen¨®meno estar¨ªa en nuestro cerebro, m¨¢s concretamente, en nuestra estructura perceptiva. Desde la Gestalt sabemos que no soportamos el vac¨ªo y tendemos a ¡°rellenar los huecos¡±, as¨ª que durante los casi dos a?os de pandemia nos hemos dedicado, sin saberlo, a dibujarle caras a las personas que con las que nos top¨¢bamos.
Lo sorprendente no es tanto que completemos las im¨¢genes fragmentarias, sino que al hacerlo ¡°maquillemos¡± la realidad. Al menos esto es lo defiende el profesor Bence Nanay, de la universidad de Amberes, quien explica que nuestro cerebro, ante esta situaci¨®n, recurre a algo as¨ª como un ¡°repositorio de rasgos¡±, y adjudica una media de los que tenemos almacenados, que, siempre, resulta ser m¨¢s ventajosa que lo real.
Que hayamos sido capaces de vivir en un mundo de rostros imaginarios con tan pasmosa naturalidad, sin que a ninguno de nosotros, al parecer, le costase especiales esfuerzos la construcci¨®n de ese entorno ideal, no deja de ser inquietante. Pero, ?es esta la ¨²nica enso?aci¨®n en la que hemos vivido ¨²ltimamente? Creo que no. Hace pocos d¨ªas, al hilo de una conversaci¨®n sobre el clima, un amigo me dec¨ªa que prefer¨ªa no tratar el tema, porque le generaba demasiada angustia: ¡°Conozco lo grave de la situaci¨®n¡±, comentaba, ¡°pero prefiero no pensarlo¡±. No es el ¨²nico, cada vez hay m¨¢s personas que renuncian a ver o leer noticias, por motivos similares. Desde que se levant¨® el velo de la realidad poscovid, nos hemos topado con un mundo que nos resulta apabullante e incluso insoportable.
?No ha hecho sino empeorar nuestra sociedad desde hace dos a?os? En parte parece que s¨ª. Es dif¨ªcil soslayar la nueva guerra, la amenaza nuclear, la inflaci¨®n, el aumento de la desigualdad ¡ªhace pocos d¨ªas el nuevo informe de Oxfam-Intermon, Beneficiarse del sufrimiento, constataba que: ¡°La riqueza de los milmillonarios se ha incrementado tanto en los ¨²ltimos 24 meses como lo ha hecho en 23 a?os¡±¡ª. Tambi¨¦n es cierto que nos enfrentamos a un resurgimiento de discursos machistas y xen¨®fobos: recientemente, en este mismo peri¨®dico, la propia Margaret Atwood mostraba su asombro al ver que su Cuento de la criada, del que temi¨® que fuera tachado de inveros¨ªmil cuando se publicara en 1985, parezca estar haci¨¦ndose realidad en 2022.
Pero me pregunto si no habr¨¢ en este disgusto nuestro algo parecido a la decepci¨®n con la que miramos a esa compa?era de trabajo, que hab¨ªamos considerado muy atractiva hasta que se quit¨® la mascarilla. Porque durante el periodo covid hemos vivido con una especie de m¨¢scara puesta sobre lo que suced¨ªa, un velo promovido en parte por los medios de comunicaci¨®n que, centr¨¢ndose en la epidemia velaron consciente o inconscientemente todo lo dem¨¢s, y, en parte tambi¨¦n, por ese cerebro nuestro, que tiende a idealizar lo que falta.
Porque, no nos enga?emos, muchos de estos desastres llevaban tiempo cocin¨¢ndose, piensen, por poner un ejemplo, en el auge y ascenso al poder de las ideolog¨ªas de extrema derecha. La cuesti¨®n, tal vez, es que estos males renovados nos resultan insoportables despu¨¦s de haber vivido un tiempo bajo el influjo de la m¨¢scara. No puedo evitar pensar en un cartel humor¨ªstico que se ha hecho viral en redes en las ¨²ltimas semanas sobre un meteorito aniquilante que iba a caer, supuestamente, el pasado seis de mayo. La predicci¨®n era un bulo, evidentemente, pero lo interesante es que el chiste no hace mofa del fallo predictivo, sino que abunda, con iron¨ªa, en la decepci¨®n por que no haya ca¨ªdo el meteoro para que ¡°se acabara todo esto de una vez¡±.
La s¨¢tira de la pel¨ªcula No mires arriba, con toda su mala baba, empieza a palidecer ante la realidad: ya no es que no queramos ver el cataclismo, sino m¨¢s bien, que el nivel de este nos parece tan insoportable que casi desear¨ªamos ¡ªy no desear¨ªamos, que para eso somos posmodernos¡ª, que un desastre m¨¢s fundamental a¨²n acabase con el resto de desastres y as¨ª no tener que enfrentarnos a ellos.
La encrucijada que se nos plantea no es f¨¢cil, ?nos quedaremos perdidos en nuestra enso?aci¨®n, tal vez incluso esperando que el meteorito o los ovnis ¡ªque la Nasa ha vuelto a sacar del armario en esa especie de revival de la Guerra Fr¨ªa que vienen ¨²ltimamente escenificando¡ª, pongan un fin a todo esto, o trataremos de comprender el verdadero rostro del nuevo mundo para poder hacer algo al respecto?