?Novelas policiales?
Lo m¨¢s importante de la literatura nunca ser¨¢ identificar a un asesino en la trama, sino cambiar la vida de los lectores, revel¨¢ndoles que el mundo real es m¨¢s complejo de lo que ellos cre¨ªan imaginar
Confieso que me inquiet¨¦ mucho cuando o¨ª que Javier Cercas iba a escribir una novela policial. ?Qui¨¦n le mandaba a uno de los mejores escritores de nuestra lengua, despu¨¦s de haber escrito esas obras maestras que son, entre otros libros suyos, Soldados de Salamina, Anatom¨ªa de un instante y El impostor, escribir una de esas novelitas que tienen m¨¢s de adivinanza y c¨¢lculo que de literatura?
Pero ...
Confieso que me inquiet¨¦ mucho cuando o¨ª que Javier Cercas iba a escribir una novela policial. ?Qui¨¦n le mandaba a uno de los mejores escritores de nuestra lengua, despu¨¦s de haber escrito esas obras maestras que son, entre otros libros suyos, Soldados de Salamina, Anatom¨ªa de un instante y El impostor, escribir una de esas novelitas que tienen m¨¢s de adivinanza y c¨¢lculo que de literatura?
Pero despu¨¦s de haber le¨ªdo los tres vol¨²menes de su ¨²ltima novela, y, sobre todo, el ¨²ltimo, El castillo de Barbazul, no tengo nada que objetar: el ¡°autor¡± del crimen figura all¨ª igual que en las novelas de William Faulkner, como un simple pretexto, aunque la acci¨®n se desarrolle de una manera independiente al acertijo policial, o, mejor dicho, este est¨¢ all¨ª, luci¨¦ndose desde el principio de la historia, sin veladuras ni desv¨ªos para quien quiera verlo. Y es, desde luego, una extraordinaria novedad que en una ¡°novela policial¡± sean los propios polic¨ªas los que cometan un delito para poner orden en una realidad que est¨¢ corrompida muy a fondo, y que no tiene c¨®mo volver a la legalidad sino alter¨¢ndola y violent¨¢ndola.
Las ¨²ltimas 100 o 150 p¨¢ginas de El castillo de Barbazul son verdaderamente extraordinarias. Desde que se sabe que Carrasco tiene un plan minucioso para derrotar al millonario que ha montado un prost¨ªbulo de se?oritas que ¨¦l y sus amigos han corrompido y destrozado, los lectores se olvidan de Cosette y solo se interesan en el plan, ideado por Carrasco, para hundir al poderoso y corrupto empresario. Y est¨¢ tan bien llevada la historia que no hay que perder un instante en la conspiraci¨®n hasta que esta termina. Y todav¨ªa se levanta una vez m¨¢s la historia, a estas alturas de la novela, cuando Cosette sale de su lecho de enferma, e informa a su padre y a sus amigos polic¨ªas, que ha decidido testimoniar ante el juez sobre las violencias que le infligieron, y que, luego, ha decidido ser gendarme, uno honrado y de grandes alcances, como fue su padre ¡ªque comenz¨® siendo polic¨ªa y ha terminado de bibliotecario¡ª y como son ellos todos: unos ciudadanos ejemplares. Se trata de una novela ¡ªuna serie novelesca¡ª que tiene algo de b¨¢lsamo, que nos consuela de las miserias que vemos a nuestro alrededor a cada instante.
Estuve pensando en los grandes escritores, luego de leer esta novela ¡°policial¡± de Javier Cercas, y descubr¨ª que casi todos ellos, empezando por Charles Dickens y siguiendo por Ernest Hemingway y casi todos los que m¨¢s me importan entre los modernos, aprovechan el g¨¦nero policial, aunque nadie se atrever¨ªa a colocarlos entre los autores t¨ªpicos de este g¨¦nero, que, sin duda, nunca ha dejado de tener sus lectores y seguidores. Pero, y sigo en esto a uno de los grandes cr¨ªticos de nuestra ¨¦poca, me refiero al norteamericano Edmund Wilson, nadie imaginar¨ªa a un William Faulkner entre los cultores del g¨¦nero ¡°policial¡±, aunque en casi todas sus novelas el gran escritor sure?o aprovecha, y de qu¨¦ manera, lo m¨¢s t¨ªpico de las historias policiales.
?En qu¨¦ consiste este g¨¦nero? En que haya un asesinato y en descubrir ¡ªantes de que lo haga el autor¡ª al gestor del crimen. Los niveles de sofisticaci¨®n a que han llegado los autores de este g¨¦nero son muy elevados, desde luego, y no es extra?o que recurran a los inventos m¨¢s destructivos, elaborados y recientes, en sus invenciones, o que estas hayan determinado, todo puede suceder, que la industria del crimen haya aprovechado las novelas policiales para refinarse e imitar aquellas complicadas formas de producir la muerte de los enemigos. Podr¨ªa ocurrir en M¨¦xico, donde en la realidad, m¨¢s que en los libros, el arte de matar ha llegado a extremos indescriptibles. Sin embargo, hay un momento, que no es f¨¢cil de precisar, en que la novela policial deja de ser literatura y se convierte en otra cosa: en mera adivinanza.
?Cu¨¢ndo ocurre esto? Cuando identificar al o a los asesinos es m¨¢s importante que todo lo dem¨¢s, es decir, a lo bien o mal escrita que est¨¢ la novela, a la singularidad o la perfecta o imperfecta humanidad de los detectives o descubridores, la ciudad o el pa¨ªs donde ocurre, y, principalmente, el lenguaje en que la novela est¨¢ escrita del que, por supuesto, depende todo en la literatura.
Los lectores de literatura saben perfectamente cu¨¢ndo las novelas policiales dejan de ser ¡°buena literatura¡± y el texto de la historia se convierte en otra cosa: en una adivinanza en el mejor de los casos, o, en el m¨¢s sofisticado de ellos, en una historia aparte, en la que el crimen, o los cr¨ªmenes, dejan de ser importantes y se convierten en un mero pretexto para ir creando la intriga policial. Esta intriga es la que, en ¨²ltima instancia, marca la diferencia entre una novelita policial y una obra literaria. De m¨¢s est¨¢ decir que no hay equivalencia entre una y otra, porque la literatura puede cambiar la vida de las personas, y una novelita policial solo es capaz de entretener un rato a los lectores, o incluso pervertirlos, al extremo de que aquellas novelitas les obturen la asimilaci¨®n de la verdadera literatura.
?Hay una frontera r¨ªgidamente establecida entre la verdadera y la falsa literatura? S¨ª la hay, pero no para todos es la misma, y as¨ª como se puede establecer un m¨ªnimo com¨²n para los lectores de buena y aut¨¦ntica literatura, ser¨ªa posible, sin duda, determinar con un cierto grado de precisi¨®n entre los genuinos lectores de novelas policiales y los que, como el que esto escribe, nunca se han sentido colmados con esas historias, aunque estas, de hecho, sean capaces de exaltar la curiosidad o la necesidad de ¡°querer saber¡± m¨¢s de lo que se sabe, hasta detectar el nombre o la sociedad de los verdaderos asesinos.
Desde luego que hay diferencias entre uno y otro libro. Tanto que me atrever¨ªa a establecer un punto de desencuentro, y afirmar que, as¨ª como los escritores pueden aprovechar para referir sus historias, ingredientes t¨ªpicos de la novela policial, estos, como hace Javier Cercas en su ¨²ltima novela, pueden perfectamente servirse de ingredientes o formas parciales de historias policiales, siempre que en sus escritos haya, adem¨¢s, otras cosas. Esa es tal vez la diferencia mayor: los escritores de novelas policiales no pueden alterar la disyuntiva esencial del g¨¦nero, el descubrimiento del o de los asesinos, sin que sus historias dejen de formar parte de ese g¨¦nero ¡ªla novela policial¡ª y pasen a formar parte, para bien o para mal ¡ªgeneralmente es este ¨²ltimo el m¨¢s frecuente de los casos¡ª de la literatura a secas. Y vaya las decepciones que suelen producir en los lectores estos casos, infrecuentes, en que una historia ¡°policial¡± resulta mucho m¨¢s que eso.
?Qu¨¦ une o distancia a estos g¨¦neros? Un verdadero mundo. En una novela ¡°policial¡±, lo fundamental es descubrir al asesino y esto depende de la habilidad que la pr¨¢ctica corriente ha desarrollado en el lector, y las elucubraciones y complejidades de que se valen los autores para estimular la curiosidad de sus lectores, en tanto que en la literatura nunca ser¨¢ lo m¨¢s importante identificar a un asesino, sino cambiar la vida de las gentes que leen, revel¨¢ndoles la mayor complejidad del mundo real que ellos cre¨ªan imaginar, o despertar ciertos apetitos o ansias en los lectores, que, a partir de esa novela, descubren un mundo nuevo, o una nueva manera de iniciarse en este mundo, enterados de sus complejidades o estructuras secretas, de las que sienten que en el futuro depender¨¢n sus vidas. Leer a Fi¨®dor Dostoievski o a Gustave Flaubert no es leer a Arthur Conan Doyle, aunque los tres sean maestros eximios en el g¨¦nero que cultivan. Pero es el g¨¦nero el que establece las distancias, no los autores, que pueden ser los m¨¢s grandes en esa especialidad.