Vargas Llosa, el espa?ol y los poderes p¨²blicos
Quiz¨¢ no es una discrepancia sino una de esas ¡°verdades contradictorias¡± de las que habl¨® Isaiah Berlin |?Columna de Javier Cercas
Durante un debate celebrado en Buenos Aires le pregunt¨¦ a Mario Vargas Llosa si no pensaba que nuestros gobiernos no son conscientes de que el idioma espa?ol constituye nuestra principal riqueza. ¡°No, no lo son¡±, respondi¨® el novelista, seg¨²n el digital Telam. ¡°Y creo que es mejor, porque, si lo fueran, probablemente lo estropear¨ªan. La libertad de que hemos gozado sin que los gobiernos nos importunaran con pautas o directrices fue una gran suerte (¡) Me inspira temor que los gobiernos intervengan en la literatura. La literatura y los gobiernos operan en campos distintos y contradictorios. Creo que preferir¨ªa que esa libertad de que gozamos nosotros se preservara tambi¨¦n hoy¡±. El diario La Naci¨®n titul¨®: ¡®Cuanto menos se metan los gobiernos con los escritores, mucho mejor¡¯. Discrep¨¦, intentando matizar ¡ª¡±me refer¨ªa al fomento de la lengua y la literatura, no a un papel normativo de los gobiernos¡±, consigna el propio Telam¡ª; y, como discrepar suele ser mucho m¨¢s fecundo que estar de acuerdo, intento ahora razonar esa discrepancia.
Digamos de entrada que el temor de Vargas Llosa est¨¢ del todo justificado. Para empezar, por razones en parte biogr¨¢ficas: Vargas Llosa ha conocido multitud de reg¨ªmenes autoritarios en Latinoam¨¦rica y Espa?a y, en cierto modo, su obra entera puede entenderse como un furioso alegato contra la tiran¨ªa; nadie como ¨¦l sabe que el poder se define por su pulsi¨®n de adue?arse de todo, empezando por el lenguaje, y que eso es letal para todos, pero sobre todo para la literatura, que constituye un contrapeso indispensable del poder: la libertad es tan necesaria para un escritor como el ox¨ªgeno para una persona. Pero, adem¨¢s, la desconfianza en el poder es el fundamento mismo de la democracia; de ah¨ª la separaci¨®n de poderes ¡ªejecutivo, legislativo, judicial¡ª que se controlan unos a otros, acotando su ansia com¨²n de dominio. Dicho esto, ?es razonable que los poderes p¨²blicos se desentiendan por completo de la principal riqueza de un pa¨ªs? ?No tienen el deber de protegerla e incrementarla? ?No es precisamente esa la misi¨®n de organismos como el British Council, la Alliance Fran?aise, el Goethe-Institut o el Instituto Cervantes, dedicados a difundir la lengua y la cultura de sus pa¨ªses respectivos? Seg¨²n la prensa, en los ¨²ltimos a?os dos gobiernos espa?oles propusieron a Vargas Llosa dirigir el Cervantes; la propuesta me pareci¨® inteligente; m¨¢s inteligente me pareci¨® que Vargas Llosa la rechazara, lo que no impide elucubrar con las posibilidades que se le hubieran abierto al Cervantes si hubiera aceptado dirigirlo el primer escritor actual de nuestra lengua: ?hubiera podido convertirse en una instituci¨®n del conjunto de pa¨ªses hispanohablantes ¡ªy no s¨®lo de Espa?a¡ª, cuya pujanza se multiplicar¨ªa en consecuencia por 10 o por 15? ?Hubiera sido capaz de contribuir m¨¢s de lo que ya lo hace, con dinero escaso y muchas dificultades, a tareas tan vitales como aumentar la reputaci¨®n del espa?ol en Estados Unidos, donde es una lengua muy hablada pero poco prestigiosa, o la de impulsar y volver accesible en todo el vasto ¨¢mbito de nuestra lengua la riqu¨ªsima literatura que se escribe en ella y que ahora mismo vive en gran medida aislada en compartimentos nacionales? ?Acaso no es eso lo que est¨¢ haciendo ya, pese a sus recursos limitados, la C¨¢tedra Vargas Llosa? Pero es verdad: el poder intenta siempre mangonearlo todo; tambi¨¦n es verdad, sin embargo, que, a diferencia de una dictadura, una democracia digna de tal nombre posee o deber¨ªa poseer herramientas suficientes para impedir semejantes mangoneos. O para reducirlos al m¨ªnimo.
Bien pensado, quiz¨¢ lo anterior no es una discrepancia sino un dilema irresoluble, una de esas ¡°verdades contradictorias¡± o ¡°fines irreconciliables¡± de los que habl¨® Isaiah Berlin: la lengua, la literatura, la cultura s¨®lo pueden prosperar en libertad, sin pautas ni directrices; aunque, a la vez, los poderes p¨²blicos est¨¢n obligados a promoverlas, a no abandonarlas a su suerte, porque forman parte esencial del patrimonio de un pa¨ªs. He ah¨ª un equilibrio dif¨ªcil. Pero nadie ha dicho que lo bueno sea f¨¢cil. Y, menos que nadie, Vargas Llosa.
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