El efecto Sartre
Sostiene en su libro Rafael Uzc¨¢tegui que el anarquismo, ideolog¨ªa equivocada desde el principio y sin futuro, goza de buena salud. En su obra expone una tesis sobre la causa del infantilismo de la izquierda latinoamericana
?Usted cre¨ªa que los anarquistas hab¨ªan desaparecido? Nada de eso, gozan de muy buena salud seg¨²n el venezolano Rafael Uzc¨¢tegui. Acaba de publicar un libro, muy cr¨ªtico del gobierno de Nicol¨¢s Maduro, al que acusa de maltratar y torturar a los presos pol¨ªticos y de los asesinatos cometidos contra los cr¨ªticos como ¨¦l. Es miembro de m¨²ltiples asociaciones, ha renunciado a tirar bombas y pegar tiros, y trabaja por la m¨¢s noble de las causas: defender a los presos pol¨ªticos y buscar protecci¨®n y pa¨ªses que quieran recibir a los refugiados de cualquier ¨ªndole. Sus ensayos son ins¨®litos, porque la izquierda en Am¨¦rica Latina no suele sostener tesis tan democr¨¢ticas como las suyas. Adem¨¢s, no s¨®lo es un te¨®rico, sino un hombre de acci¨®n.
Su libro se titula La rebeld¨ªa m¨¢s all¨¢ de la izquierda y sostiene una tesis muy atractiva, pero yo creo que falsa, o por lo menos exagerada: que la pol¨¦mica entre Sartre y Camus del a?o 1952, en Par¨ªs, es la causante del infantilismo de la izquierda en Am¨¦rica Latina, su intolerancia para trabajar en equipo con otras fuerzas progresistas y su dogmatismo cerrado, como el que luce en su pa¨ªs el gobierno venezolano para coexistir con los otros que no sean el de Cuba. Me temo que esta pol¨¦mica no tuvo en Am¨¦rica Latina ni la divulgaci¨®n ni el contenido tempestuoso que ¨¦l le atribuye. Y que all¨¢ pas¨® m¨¢s bien desapercibida.
Yo recuerdo muy bien aquella pol¨¦mica, porque en aquel tiempo yo era un partidario entusiasta de Sartre y de todas sus posiciones, incluida aquella de la que se arrepinti¨® m¨¢s tarde ¡ªdecir que en la URSS, que visitaron con Simone de Beauvoir en 1953, todos los ciudadanos ten¨ªan el derecho de criticar al gobierno¡ª y dijo que hab¨ªa mentido cuando la escribi¨®. Y recuerdo, sobre todo, la enorme dificultad que tuvimos con mi profesora de la Alianza Francesa, la inolvidable madame del Solar, para ubicar en Les Temps Modernes el art¨ªculo de Francis Jeanson que desat¨® aquella pol¨¦mica ¡ªestaba lleno de invenciones y mentiras contra Albert Camus¡ª, y los ensayos de Sartre y de Camus que la continuaron. Luego, a la muerte de este ¨²ltimo, a sus 46 a?os, en ese est¨²pido accidente de auto, Sartre public¨® una c¨¢lida nota diciendo que Camus hab¨ªa sido su mejor amigo. No lo parece, en todo caso; la verdad es que ambos se disputaban una especie de liderazgo intelectual en la Francia de entonces.
La pol¨¦mica fue sobre todo por la intransigencia antidemocr¨¢tica de Stalin, es decir, los campos de concentraci¨®n en la URSS, donde se enviaba a los disidentes, reales o supuestos. Sartre no negaba que existieran, pero los justificaba en nombre del socialismo del futuro, que, seg¨²n ¨¦l, eliminar¨ªa todas esas iniquidades de un gobierno que ahora, supuestamente acosado por los enemigos de la derecha en todo el mundo, recurr¨ªa a ellos para defenderse. Como si la sangre de los inocentes castigara la de los culpables, una tesis intolerable. Camus sosten¨ªa que un hombre decente y respetuoso de los derechos humanos deb¨ªa denunciar los excesos de la URSS con los disidentes como si se tratara de un atropello de las dictaduras y los gobiernos de derecha. Esta posici¨®n parec¨ªa mucho m¨¢s justa que la anterior aunque algunos no lo vi¨¦ramos as¨ª en aquel momento.
Desde entonces, los partidarios de Sartre y Camus ¡ªque eran los pensadores m¨¢s importantes de Francia, se dec¨ªa¡ª se dividieron en facciones adversarias. Yo confieso que mi admiraci¨®n por Sartre en ese entonces me llev¨® a secundarlo, y que s¨®lo romp¨ª con ¨¦l a?os m¨¢s tarde, cuando declar¨® a Madeleine Chapsal, directora de la p¨¢gina literaria de Le Monde, que los escritores africanos deb¨ªan renunciar a la literatura para hacer primero la revoluci¨®n socialista. ?l, que nos hab¨ªa ense?ado que se pod¨ªa ser un escritor en cualquier parte del mundo, denunciando los abusos de la reacci¨®n entre otras cosas, nos condenaba ahora a hacer la revoluci¨®n socialista antes de ser escritores, como un fan¨¢tico cualquiera. Eso, para m¨ª, que ya me hab¨ªa decidido por la literatura en gran parte debido a sus ense?anzas, fue el punto final de mi admiraci¨®n por el fil¨®sofo franc¨¦s. Yo lo pensaba, al menos, pero todav¨ªa descubro en mis entra?as que el viejo entusiasmo por el pensador existencialista asoma de tanto en tanto, cuando los periodistas o los libros me recuerdan las cosas positivas que escribi¨® o hizo en su vida. Y fueron muchas, por si acaso.
Pero aquella pol¨¦mica entre Sartre y Camus se public¨® solo en Les Temps Modernes y, yo lo creo al menos, no tuvo la menor repercusi¨®n en Am¨¦rica Latina. En todo caso, yo no la recuerdo, y en aquella ¨¦poca estaba muy implicado en asuntos pol¨ªticos en todo el continente. Creo que en esto, la actitud de los comunistas del Per¨² fue muy seguida por los de todos los pa¨ªses, aunque, tal vez, tuviera cierta repercusi¨®n en M¨¦xico o la Argentina, es decir, en los pa¨ªses m¨¢s grandes. No mucha en todo caso. Rafael Uzc¨¢tegui, sin embargo, cree lo contrario, y leyendo su ensayo, uno tiene la impresi¨®n de que en todo el nuevo continente la gente de izquierda se dividi¨® despu¨¦s de enterarse de esta pol¨¦mica, entre quienes optaban por una l¨ªnea estalinista de intolerancia sistem¨¢tica contra las otras corrientes socialistas y quienes coincid¨ªan con la mesura de Albert Camus. En todo caso, yo ni me enter¨¦ de esa gran pol¨¦mica ni creo que existiera.
Mi impresi¨®n es que la intolerancia de la izquierda en Am¨¦rica Latina derivaba directamente de lo que ocurr¨ªa en Mosc¨², del que los dirigentes comunistas eran simplemente obtusos instrumentos, y que, por ello mismo, el comunismo latinoamericano fue siempre muy minoritario en casi todos los pa¨ªses del nuevo continente, incluido lo que ocurri¨® en Bolivia durante la primera ¨¦poca de Paz Estenssoro. Luego, vendr¨ªa la pol¨¦mica sobre las guerrillas, a las que los comunistas y Mosc¨² eran bastante al¨¦rgicos, y a las que, sin embargo, Fidel Castro apoyaba, por lo menos divulgando en millones de ejemplares el librito en este sentido de R¨¦gis Debray. Por lo menos, yo recuerdo ese debate tan extendido por todo el continente y que caus¨® tantas muertes, incluso en el Per¨².
El libro de Rafael Uzc¨¢tegui es, por lo dem¨¢s, bastante simp¨¢tico y convincente. Se lee con agrado y facilidad. Ojal¨¢ hubiera una izquierda tan sensata en Am¨¦rica Latina como la que ¨¦l y sus amigos (muy pocos, me temo) describen en las p¨¢ginas de su ensayo (que, de m¨¢s est¨¢ decirlo y asombrarse, ha sido publicado en la misma Venezuela), y que viene acompa?ado, como un libro muy moderno, por dibujos de tiras c¨®micas entre los sesudos ensayos de su autor. Lleva, adem¨¢s, un pr¨®logo de Tom¨¢s Ib¨¢?ez. Pero aquella izquierda no existe, o no es bastante fuerte para dar una t¨®nica de izquierda democr¨¢tica a sus partidarios extremistas, cuya intolerancia se manifiesta sobre todo contra la izquierda democr¨¢tica y la democracia en general, una verdadera obsesi¨®n estalinista, como se ha visto en estos d¨ªas donde casi todos los gobiernos de izquierda en Am¨¦rica Latina, han silenciado o, mucho peor, apoyado la locura de Vlad¨ªmir Putin y sus secuaces de invadir a la mala, y cometer cr¨ªmenes indecibles contra Ucrania, acusando a su Gobierno de ser una pandilla de nazis.
No creo que el anarquismo tenga mucho futuro en Am¨¦rica Latina ni en el mundo. Fue una ideolog¨ªa que estuvo equivocada desde el principio, cuando sus cultores recurr¨ªan a la acci¨®n directa, asesinando o bombardeando a sus presuntos enemigos burgueses, y el resultado de esos cr¨ªmenes fue repudiado por las mayor¨ªas y asumido s¨®lo por sectores min¨²sculos. Desde luego que es alentador que Rafael Uzc¨¢tegui y sus amigos tengan una actitud mucho m¨¢s abierta y tolerante y se arroguen una voluntad democr¨¢tica en su acci¨®n pol¨ªtica, algo de lo que sus antecesores carecieron. Y as¨ª les fue.
Nunca sent¨ª muchas simpat¨ªas con el anarquismo, aunque s¨ª como novelista, por las fant¨¢sticas vidas aventureras que tuvieron muchos de sus dirigentes, en especial Bakunin, y que daban ganas de narrarlas, si no hubiera tanta literatura acumulada sobre ellos. Rafael Uzc¨¢tegui y sus amigos son menos violentos que sus mayores de la generaci¨®n anterior, y mucho m¨¢s efectivos, me parece, en su lucha por la dignidad de todos los refugiados del mundo. Estos son millones y de diversa ¨ªndole. Su actitud es la buena: ayudarlos a todos, sin preguntar por qu¨¦ son refugiados, ni de qui¨¦n. Todos merecen nuestra compasi¨®n y nuestra ayuda, pese a las ideas que expres¨® en aquella pol¨¦mica con Albert Camus, Jean-Paul Sartre.
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