Fausto en Downing Street
Gracias a la desregulaci¨®n, la econom¨ªa brit¨¢nica creci¨® m¨¢s que la media europea pero pagando el precio de una elevada desigualdad y unos intensos desequilibrios, que la hacen languidecer ahora
Una noche lluviosa de hace muchos a?os, un misterioso caballero llam¨® al n¨²mero 10 de Downing Street. El mayordomo anunci¨® su llegada a la reci¨¦n elegida primera ministra, Margaret Thatcher, que meditaba en su despacho c¨®mo rehacer un pa¨ªs devorado por la inflaci¨®n y el desempleo. El visitante llevaba un malet¨ªn negro del que extrajo un libro: Manual Neoliberal. ¡°Me llamo Mefisto¡±, se present¨®. ¡°Cumplir¨¦ todos tus sue?os: la City de Londres se convertir¨¢ en el epicentro financiero mundial, y ser¨¢s reelegida entre el clamor popular. Pero, cuando mueras, el alma del pa¨ªs me pertenecer¨¢ para la eternidad¡±.
Los problemas del Reino Unido derivan de este (ficticio) pacto faustiano, sellado por Thatcher y ratificado por sus sucesores. Gracias a la radical desregulaci¨®n, la econom¨ªa brit¨¢nica creci¨® m¨¢s que la media europea hasta los albores de la gran recesi¨®n, pero pagando el precio de una elevada desigualdad y unos intensos desequilibrios, que la hacen languidecer ahora frente a competidores como Alemania.
Ante este panorama, la respuesta de los gobernantes brit¨¢nicos ha sido la evasi¨®n, culpando a enemigos externos, desde los bur¨®cratas de Bruselas hasta los inmigrantes de Bulgaria. Tal indolencia pol¨ªtica no obedece al car¨¢cter de la actual clase dirigente, a que en lugar de personajes como Churchill o Gladstone, tengamos al diletante Cameron o al mentiroso Johnson, sino que hay un cambio de fondo en la articulaci¨®n de la pol¨ªtica brit¨¢nica. Durante siglos, el parlamentarismo de Westminster ha despertado la admiraci¨®n mundial por su capacidad para mantener la integridad de unos primeros ministros investidos de un poder tan colosal (por sus mayor¨ªas absolutas y la ausencia de una constituci¨®n escrita) que son conocidos como ¡°dictadores electos¡±. En comparaci¨®n con los gobernantes de otros pa¨ªses, se han visto envueltos en pocos esc¨¢ndalos de corrupci¨®n porque han sido disciplinados por sus propios diputados, que deben su esca?o a la voluntad de los electores, no de su l¨ªder. Pero, con Boris Johnson, esto ha fallado. Demasiados diputados han apoyado demasiado tiempo a un premier demasiado incompetente para el cargo. Y la raz¨®n es que, para un n¨²mero creciente de pol¨ªticos brit¨¢nicos, importa m¨¢s la lealtad al jefe que a los votantes. Sea quien sea elegido nuevo primer ministro, Mefisto volver¨¢ a visitar Downing Street. @VictorLapuente
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