Rusia r¨ªe, Europa tiembla
Para Mosc¨², contemplar c¨®mo la poderosa Europa se siente fragilizada por tener que poner el aire acondicionado a 25 grados o la calefacci¨®n a 19 debe ser una causa de enorme orgullo nacional. Y de risotada
Los abuelos, los padres y los libros nos hablaron de posguerra, de no tener nada que llevarse a la boca salvo quien tuviera la suerte de ser de pueblo y poder plantar patatas, robar mazorcas de ma¨ªz o perseguir un gato para echarlo a la olla. Una vida que por fortuna la inmensa mayor¨ªa no hemos conocido. Mucho despu¨¦s de estas historias, en nuestro presente, la caldera solo nos da disgustos si se estropea, porque la llave del gas, como la del agua, son en general una verdad absoluta.
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Los abuelos, los padres y los libros nos hablaron de posguerra, de no tener nada que llevarse a la boca salvo quien tuviera la suerte de ser de pueblo y poder plantar patatas, robar mazorcas de ma¨ªz o perseguir un gato para echarlo a la olla. Una vida que por fortuna la inmensa mayor¨ªa no hemos conocido. Mucho despu¨¦s de estas historias, en nuestro presente, la caldera solo nos da disgustos si se estropea, porque la llave del gas, como la del agua, son en general una verdad absoluta.
Pero es hora de conocer la vida de quienes han vuelto a situarse al otro lado del tel¨®n de acero, la familiaridad con la carest¨ªa de quienes nacieron no teniendo que apretarse el cintur¨®n, sino con el cintur¨®n apretado. Y en eso nos llevan ventaja.
En Mosc¨², no hace demasiados a?os, las autoridades cortaban el gas durante un largo mes a todo el mundo para llevar a cabo las ¡°reparaciones¡±. Aquello s¨ª que era una verdad absoluta. D¨ªa tras d¨ªa, durante ese largo mes, el agua de la ducha que emerg¨ªa desde tuber¨ªas oscuras era un chorro g¨¦lido que te espabilaba s¨ª o s¨ª. Qu¨¦ decir del servicio de basuras, un misterioso canal¨®n infestado de cucarachas que atravesaba todos los hogares y al que arrojabas los desechos intentando no detener la vista en los desperdicios ajenos que viajaban hacia el subsuelo. O de los productos de necesidad, una suerte de loter¨ªa que solo pod¨ªa tocar a las abuelas que hicieran largas horas de cola, y no siempre.
La vida en Rusia ha sido dura, dur¨ªsima, y los rusos han estado acostumbrados a que el para¨ªso del gas les cerrara el suministro por barrios o a que les faltara el pan. Y si a uno se le ocurr¨ªa preguntar c¨®mo aguantaban aquello, enseguida te recordaban que sus mayores resistieron el sitio de Leningrado comiendo el papel de las paredes que alguien debi¨® considerar alimenticio mientras los alemanes les cercaban para estrangular su voluntad.
Para Rusia, Alemania es sin¨®nimo de pa¨ªs invasor, Hitler casi se les come. Y Francia un poco antes, con Napole¨®n llegando a las puertas de Mosc¨², a un lugar todav¨ªa se?alado para la memoria, como lo est¨¢n a¨²n escenarios como Borodino, donde se libr¨® una batalla crucial contra los franceses.
Por ello, para Rusia, contemplar c¨®mo la poderosa Europa se siente fragilizada por tener que poner el aire acondicionado a 25 grados o la calefacci¨®n a 19 debe ser una causa de enorme orgullo nacional. Y de risotada. Que el castigo de las sanciones aparezca como unas cosquillas a su econom¨ªa mientras ellos ven temblar el continente europeo mientras juegan con la llave del gas debe ser la mejor serie de la temporada en su televisi¨®n. Mejor no les regalemos el espect¨¢culo de nuestra divisi¨®n.