Dos estilos
Comprendo que les hayan hecho huir de las novelas polic¨ªacas la plaga de cr¨ªmenes aut¨®ctonos. Pero no renuncien al g¨¦nero, quedan los cl¨¢sicos
Comprendo que les hayan hecho huir de las novelas polic¨ªacas la plaga de cr¨ªmenes aut¨®ctonos, cometidos en la plaza del Ayuntamiento o la calle mayor de su localidad, investigados por un inspector amargado pero insobornable que se enfrenta a asesinatos planeados por pol¨ªticos corruptos (de derechas, claro) que pretenden encubrir delitos ecol¨®gicos. El culpable, como siempre es el sistema capitalista... Insoportable. Pero, ¨¢nimo, no renuncien al g¨¦nero, quedan los cl¨¢sicos. Autores dotados de mucho ingenio narrativo y poca conciencia social. Como John Dickson Carr, cuyo enigma m¨¢s c¨¦lebre ¡ªEl hombre hueco¡ª acaba de ser reeditado primorosamente por la editorial Who, especializada en obras de misterio jerogl¨ªficas, nada de serie negra. El pr¨®logo de El hombre hueco es excelente, s¨®lo cabe un reproche: no citar entre los cultivadores actuales de cr¨ªmenes imposibles al alsaciano Paul Halter, el mejor heredero de Dickson Carr (y de Gaston Leroux) frecuentemente comparable y hasta superior a sus maestros.
Un cl¨¢sico muy distinto es Las diab¨®licas, de Boileau-Narcejac (en este g¨¦nero, los autores en pareja han funcionado muy bien, desde Marcel Allain y Pierre Souvestre con Fantomas, pasando por Ellery Queen, que tambi¨¦n fueron dos, hasta Douglas Preston y Lincoln Child con su siempre apetecible Pendergast). Las diab¨®licas (reeditada por Siruela) encierra un misterio, pero no el de ¡°?qui¨¦n lo hizo?¡± ni ¡°?c¨®mo lo hizo?¡± sino algo mucho m¨¢s grave, el enigma de la vida y la muerte. Una novela de crimen en la que hay y no hay un crimen, una novela de fantasmas en la que hay y no hay fantasma, una investigaci¨®n en la que es la v¨ªctima quien investiga, en fin una obra maestra escrita con la sencilla eficacia de la mejor prosa francesa. Es diferente y no inferior a la gran pel¨ªcula de Clouzot...
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