¡®Sudaovarismo¡¯, a veces pienso en Rosal¨ªa
Las mujeres asumimos que la cr¨ªtica es inherente a ocupar puestos visibles y, aun as¨ª, decidimos vivir sin agachar la cabeza, reivindicando las esencias de una misma. Y eso duele a algunos
A veces pienso en Rosal¨ªa porque abandera el sudaovarismo, esa filosof¨ªa de las mujeres que han decidido no pedir perd¨®n ni permiso por existir o triunfar en la vida. No se trata de que todo importe un bledo. Pero llega un d¨ªa en que el sudaovarismo es lo ¨²nico que nos queda, cuando se asume que la cr¨ªtica es inherente a ocupar puestos visibles y, aun as¨ª, se decide vivir sin agachar la cabeza, reivindicando las esencias de una misma. ...
A veces pienso en Rosal¨ªa porque abandera el sudaovarismo, esa filosof¨ªa de las mujeres que han decidido no pedir perd¨®n ni permiso por existir o triunfar en la vida. No se trata de que todo importe un bledo. Pero llega un d¨ªa en que el sudaovarismo es lo ¨²nico que nos queda, cuando se asume que la cr¨ªtica es inherente a ocupar puestos visibles y, aun as¨ª, se decide vivir sin agachar la cabeza, reivindicando las esencias de una misma. Y eso duele a algunos, les hace pupita.
As¨ª que lo confieso, a veces pienso en Rosal¨ªa. Las cong¨¦neres que m¨¢s admiraci¨®n me producen son las que no ceden ante el cuestionamiento. Si quiere componer un ¨¢lbum nuevo, nada que ver con su anterior trabajo, lo escribe. Arden luego las redes por cuatro l¨ªneas livianas de una canci¨®n, como le pas¨® con Hentai. Pero qu¨¦ importa eso, si aprendi¨® a tocar la guitarra con nueve a?os, y el piano con 16 para avalarse a s¨ª misma. Es el talento de quien puede permitirse cantar y bailar el registro que quiera, de lo m¨¢s fiestero a lo m¨¢s profundo.
El problema es que la sociedad no est¨¢ a¨²n acostumbrada a la promoci¨®n tan expl¨ªcita del sudaovarismo en la mujer, por eso chirr¨ªa y fascina. A saber, el prototipo que no busca aprobaci¨®n, que incluso se burla de s¨ª misma, asumiendo que no puede gustar siempre. La f¨¦mina a la que no le ense?aron a encajar en ning¨²n esquema ajeno, sino que basa su felicidad en crear el suyo, a su manera. La que no vive a la sombra de nadie, ni cree que deba ser perfecta para ser querible.
Sin embargo, cierta izquierda promociona hoy en d¨ªa el ideal de la mujer preocupada, la sufrida, como si la chica abnegada fuera la buena. Se hacen s¨ªmiles con la madre, la matria, met¨¢fora de quien atiende o prioriza el bienestar del resto. Nada podr¨ªa ser m¨¢s cuestionable. Poner los propios deseos en el centro, aunque a veces implique llevar la autenticidad individual hasta el l¨ªmite, debe ser la primera pata del empoderamiento.
Y quiz¨¢s debamos hacer una reflexi¨®n colectiva. Me dec¨ªa un amigo progresista que esa despreocupaci¨®n frente al resto, semejante oda a la alegr¨ªa, no pod¨ªa ser feminismo, porque suena a actitud de privilegio. La pregunta es si el feminismo solo puede mirar hacia abajo, exclusivamente denunciar la posici¨®n de desigualdad y opresi¨®n de muchas mujeres. O de vez en cuando, podemos mirar hacia arriba, a aquellas que pueden, y con su desparpajo revientan estereotipos.
Primero, porque rompen con la presi¨®n de que el ¨¦xito de una mujer debe ir siempre de la mano de una extrema imagen de recato o merecimiento. Rosal¨ªa es brillante t¨¦cnicamente, pero ella no parece sufrir al dar una apariencia m¨¢s distendida. Basta observar el gag en que aparece mascando chicle con la boca abierta. Eso cambia en la entrevista que le hizo el productor Jaime Altozano en YouTube por su ¨¢lbum Motomami. Lo que parece banal, como la canci¨®n Chicken Teriyaki, se revela como una pieza m¨¢s dentro de un trabajo estudiado al mil¨ªmetro durante a?os, que es valioso por innovador musicalmente.
Segundo, porque la actitud de patear el tablero rompe con la falsa idea de que el feminismo va por ah¨ª dando imagen de victimismo. Una respuesta m¨¢s pasota ante ciertos comentarios tal vez sea otra herramienta m¨¢s para combatir ciertos tics machistas. En vez de manifestar lo evidente, que ¡°eso me lo dices porque soy mujer¡±, la indiferencia a veces tambi¨¦n es un gustazo que empodera.
Tercero, el sudaovarismo excede a una cuesti¨®n de clase. Claro que el colch¨®n del dinero a?ade ¨ªnfulas, pero la f¨¦mina guerrera, la que se impone con car¨¢cter, no necesariamente es una rica. La literatura espa?ola va llena de ejemplos de mujeres humildes empoderadas. Lo que s¨ª resulta clasista es creer que la m¨²sica moderna, que gusta a los centeniales y a los mileniales, debe de ser de menor calidad, y no el s¨ªmbolo de una generaci¨®n.
A la postre, la filosof¨ªa del ¡°ser la ama¡± demuestra que emocionalidad y debilidad no es lo mismo. A las mujeres visibles se las suele tildar de insensibles, si no se lamentan. Pero solo ellas saben que el sudaovarismo reviste la piel de un cuero tan profundo, una especie de mutaci¨®n gen¨¦tica, que les da resistencia para aislar el da?o o la envidia. Eso no quiere decir que por dentro no sientan. Aunque no van a darle el placer al mundo de hundirlas. Cuentan con la gran ventaja de tener de su parte el apoyo m¨¢s valioso. A s¨ª mismas.