Como un fruto
Paula Modersohn-Becker no adopt¨® la mirada que la habr¨ªa convertido en alguien respetado por sus contempor¨¢neos, y aliment¨® la mirada propia, atendi¨® a lo sencillo y nos mostr¨® el mundo con toda su crudeza
Tres cuadros buenos, dec¨ªa Paula Modersohn-Becker (Dresde, 1876), antes de morir quiero pintar tres cuadros buenos, ¡°entonces me ir¨¦ satisfecha, con flores en el pelo¡±.
Acercarse a la obra de Becker es, primero, no comprender nada. M¨¢s tarde, una se da cabezazos contra la pared con la intuici¨®n de que existe un tesoro escondido detr¨¢s de las capas de pin...
Tres cuadros buenos, dec¨ªa Paula Modersohn-Becker (Dresde, 1876), antes de morir quiero pintar tres cuadros buenos, ¡°entonces me ir¨¦ satisfecha, con flores en el pelo¡±.
Acercarse a la obra de Becker es, primero, no comprender nada. M¨¢s tarde, una se da cabezazos contra la pared con la intuici¨®n de que existe un tesoro escondido detr¨¢s de las capas de pintura. Una vez revelada la belleza (sutil, afilada, dolorosa), es casi imposible de asimilar. Paula Modersohn-Becker no adopt¨® la mirada que la habr¨ªa convertido en alguien respetado por sus contempor¨¢neos, y aliment¨® la mirada propia, atendi¨® a lo sencillo y nos mostr¨® el mundo con toda su crudeza.
A Otto Modersohn, que era pintor y pensaba que las influencias primitivas en la obra de su esposa eran nefastas, deb¨ªa provocarle un gran desasosiego su contemplaci¨®n. En 1906, Paula pint¨® un cart¨®n de 100 por 60 cent¨ªmetros en los que se autorretrat¨® desnuda, abrazando una tripa prominente. Es muy probable que se trate de una de esas tres obras que necesitaba pintar antes de morir, pero su mirada dura, austera y, ¡ªen ese primer momento de perplejidad que avanzaba al inicio de este texto¡ª a mi parecer, vac¨ªa, unida a una paleta crom¨¢tica ins¨ªpida, me provoc¨® una inmediata repulsi¨®n. ¡°Aspira a aunar forma y color; jam¨¢s lo conseguir¨¢ procediendo de ese modo¡±, escribi¨® en su diario el marido, que pensaba que a las mujeres nos cuesta crear por nosotras mismas. ?D¨®nde queda la sensibilidad de lo femenino, lo maternal, en las pinturas de Paula Modersohn-Becker?, se preguntaron los nazis. Paula fue la primera mujer que se autorretrat¨® desnuda. Era capaz de fulminar la mirada masculina de una pincelada.
¡°Es el autorretrato de una mujer que pinta¡±, escribe al respecto Marie Darrieussecq en Estar aqu¨ª es espl¨¦ndido. Vida de Paula M. Becker, y no puedo estar m¨¢s de acuerdo, me ir¨¦ satisfecha si consigo ver con la honestidad con la que ella miraba y puedo pintar un cuadro bueno. Darrieussecq coloc¨® en la portada de su libro el citado autorretrato: el collar de cuentas rojas entre los pechos, los brazos envolviendo la tripa voluminosa, las manos amoratadas, acarici¨¢ndose. Cuando observo un rostro que quiero pintar no veo ojos, nariz y boca, sino una serie de sombras proyectadas y de planos que relacionan todos los elementos entre s¨ª. Si pienso en una boca, pinto mi idea de boca, as¨ª que me concentro en apartar de m¨ª ese pensamiento. Solo as¨ª consigno que la pintura viva, se mueva, serpentee y palpite. La rigidez de la imagen de la figura embarazada de Modershon-Becker me alejaba de ella. Seguramente, una de las cosas que m¨¢s me molestaban era que inconscientemente la mujer representada no se parec¨ªa a ninguna otra que hubiera visto antes.
¡°Ya no soy Modersohn y tampoco soy Paula Becker. Soy yo, y espero ser cada vez m¨¢s yo¡±, escribi¨® un a?o antes de morir. Observo sus obras y, efectivamente, me doy cabezazos contra la pared. Su trabajo se impone en matices, formas y motivos, y me coloca en el lugar privilegiado de empezar a mirar a trav¨¦s de los ojos de una pintora que solo vivi¨® 31 a?os y fue sujeto s¨®lido de una mirada excepcional. Me apasiona su pincelada, las capas m¨¢s transparentes y oscuras del fondo, la materia deposit¨¢ndose poco a poco, cada vez menos diluida, los arrastrados de las luces ocres y verdosas en la oreja de una mujer vieja retratada de perfil. La boca borr¨¢ndose con un barrido, succionada por la muerte.
¡°Y as¨ª como frutos contemplabas tambi¨¦n a las mujeres¡±, escribi¨® su amigo Rainer Maria Rilke un a?o despu¨¦s de su fallecimiento. ¡°E igualmente ve¨ªas a los ni?os (¡). / Y al fin te ve¨ªas a ti misma como un fruto. / Te hurtabas de tus ropas y posabas delante / del espejo, te met¨ªas en ¨¦l, en su interior, / excepto tu mirada. Tu enorme mirada quedaba fuera / y no dec¨ªa: eso soy yo; no, sino tan s¨®lo: eso es. / As¨ª, sin curiosidad, estaba tu mirada, / as¨ª de desprendida, as¨ª de verse pobre, / que ni a ti misma codiciaba: santa¡±.