Menos ego¨ªsmo, m¨¢s indiferencia
Hilma af Klint pintaba con el cuerpo grandes formatos que si una tiene la suerte de poder contemplar en directo pueden fulminarla por su riqueza en formas, colores, emoci¨®n y potencia
¡°Muchos pintores trabajan con tanto cuidado y tanta dedicaci¨®n con la imprimaci¨®n y la elaboraci¨®n del cuadro para conservarlo para la eternidad que acaban perdiendo su fuego¡±, escribi¨® Edvard Munch en sus cuadernos. Seg¨²n el pintor noruego, un cuadro bueno no pod¨ªa desaparecer nunca, una pintura buena con 10 agujeros era mejor que 10 pinturas malas sin agujero: un pensamiento genial no pod¨ªa morir.
Lo mismo pensaba su contempor¨¢nea Hilma af Klint, quien dedic¨® la mayor parte de su vida a trabajar en una obra extensa y compleja a la que titul¨® Paintings for the Temple. Compuesta por m¨¢s de mil trabajos sobre tela y papel, fue guardada cuidadosamente cuando esta falleci¨®. Dej¨® instrucciones: las cajas que la conten¨ªan no podr¨ªan abrirse hasta que hubieran pasado 20 a?os desde su muerte. Hilma af Klint era conocedora del valor de su trabajo, cr¨ªtico con un mundo que se constru¨ªa sobre la dualidad (usaba el azul para representar lo femenino y el amarillo para lo masculino, los espectadores nos enfrentamos a grandes manchas de verdes luminosos), seguramente era consciente de que la historia se escrib¨ªa en amarillo. Es ilustrativo leer las palabras de su contempor¨¢neo Vasili Kandinsky en 1911 definiendo la obra propia como revolucionaria por el abandono del naturalismo, pidiendo aplauso. Hilma af Klint pint¨® la primera pieza no figurativa en 1906. ¡°Menos ego¨ªsmo, m¨¢s indiferencia¡±, escribi¨®. Lleg¨® a la abstracci¨®n por la necesidad de enfrentarse a lo invisible, porque su inter¨¦s no solo resid¨ªa en la pl¨¢stica, sino tambi¨¦n en los avances cient¨ªficos del momento y en el ocultismo. Pintaba y escond¨ªa su trabajo, se borraba a s¨ª misma, cristalizando el caos y la evoluci¨®n del ser humano en figuras geom¨¦tricas.
Klint perteneci¨® a la segunda generaci¨®n de mujeres suecas que pudieron ingresar en la academia, y sus primeras obras ¡ªretratos y paisajes de una ejecuci¨®n impecable¡ª le permitieron vivir de su oficio durante la juventud. Aprendi¨® a ignorar su miedo porque pensaba que sin la voluntad de creer en una misma nada bueno pod¨ªa suceder, y dej¨® atr¨¢s la vida familiar porque sent¨ªa que de ese modo su vida emerger¨ªa revestida de una perfecci¨®n y belleza en constante expansi¨®n. Para lograrlo necesitaba encontrar la calma ¡°tanto del pensamiento, como en el sentimiento¡±.
La pintura coloc¨® a Hilma en un lugar elevado en la relaci¨®n que estableci¨® consigo misma y con el mundo, entendi¨® que pod¨ªa llevarla m¨¢s all¨¢ permiti¨¦ndole representar el mundo desde su interior: pintaba con el cuerpo grandes formatos que si una tiene la suerte de poder contemplar en directo pueden fulminarla por su riqueza en formas, colores, emoci¨®n y potencia. Las piezas te envuelven y escuchas el sonido del grafito que utiliz¨® para encajar las formas, el sonido h¨²medo de las brochas repartiendo el color sobre la superficie de la tela. Ves a Hilma de pie, sobre la pintura, encorv¨¢ndose para resolver la imagen de un cisne pardo que se confunde con otros tres (blanco, rosa, ocre) sobre un fondo negro atravesado por una espiral multicolor. Fulmina a los cisnes y nos presenta dibujos autom¨¢ticos llenos de belleza: l¨ªneas, c¨ªrculos conc¨¦ntricos, espirales y ¨®valos con una gran carga simb¨®lica que engulle nuestra mirada.
Recuperamos su fuego en 1986, cuando se abrieron las cajas. En 2005 pudo verse su primera exposici¨®n. ¡°No pinto para estos o aquellos. Lo siento. Soy un proletario soberano de tal cala?a (¡) que digo: ¡®?Voy a hacer esto! Y ustedes pueden decir lo que les d¨¦ la gana¡¯. Para qu¨¦ sirve, ni yo mismo lo s¨¦. Pero lo hago. Porque s¨¦ que esto fue as¨ª y no de otro modo¡±. Son las palabras de Otto Dix, otro de sus contempor¨¢neos, pero podr¨ªan parecerse a las de ella, una mujer que vivi¨® de espaldas al ¨¦xito y que, al contrario que su colega, sab¨ªa perfectamente qu¨¦ hac¨ªa con su pintura.
Vasily Kandinsky, Piet Mondrian y Hilma af Klint murieron en 1944, pero solo los dos primeros tienen un lugar en la historia del arte. Se los presenta como aut¨¦nticos revolucionarios.
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