Tras el luto
M¨¢s all¨¢ de la pompa y el boato de estos d¨ªas, Carlos III llega al trono de un pa¨ªs con unos retos enormes pero que, frente a los vaticinios m¨¢s pesimistas, demuestra m¨¢s vigor que nunca
Llegado al t¨¦rmino del duelo por la reina Isabel II, se abre inexorablemente un nuevo cap¨ªtulo en el Reino Unido. Con las dos magistraturas m¨¢s importantes del pa¨ªs renovadas en tan s¨®lo un d¨ªas, el Reino Unido, a¨²n alojado en la densa nostalgia por Isabel II, tiene la indeclinable tarea de dar respuesta a las cuestiones que le acechan.
La salida efectiva de la Uni¨®n Europea, la dimisi¨®n de Boris Johnson, la victoria de Liz Truss, la desaparici¨®n de Isabel II y el ascenso al trono de Carlos III empujan al pa¨ªs a v¨¦rselas por fin consigo mismo. Su horizonte vital como pa¨ªs se ha ensanchado. Ninguna naci¨®n del mundo ha mudado tanto en dos a?os como el Reino Unido. En su derredor, han surgido problemas gigantescos de escala global, la pandemia en su d¨ªa, la crisis energ¨¦tica y una inflaci¨®n disparada ahora. Son problemas con los que tendr¨¢ que lidiar directamente el nuevo Gobierno de Liz Truss. Aguardan entretanto cuestiones pendientes que el nuevo monarca puede ayudar a enderezar.
Por su edad, Carlos III asume el trono bien preparado y con experiencia y probablemente haya que evocar a su bisabuelo Jorge V cuando advirti¨® que: ¡°No soy un hombre inteligente pero si no hubiera aprendido algo de todos los cerebros que he conocido ser¨ªa un idiota¡±. Los desaf¨ªos del nuevo Cabinet son gigantescos pero el nuevo rey tiene una ocasi¨®n extraordinaria para estimular soluciones en algunos asuntos.
Su unidad territorial aunque contestada, de momento, no est¨¢ en grave peligro. En el caso escoc¨¦s, no se va a autorizar el refer¨¦ndum porque el ¨²ltimo, en 2014, es muy reciente y cualquier refer¨¦ndum sin la autorizaci¨®n de Westminster es simplemente ilegal y, en consecuencia, nulo. Una hipot¨¦tica independencia escocesa resultar¨ªa en una frontera con Inglaterra, su primer mercado con diferencia y el comienzo del proceso para ingresar en la UE, que conllevar¨ªa a?os. Encajonarse entre Inglaterra y el mar del Norte dista de ser una proposici¨®n atractiva en el actual contexto internacional que exige estados fuertes y preparados para asumir los numerosos retos econ¨®micos y estrat¨¦gicos. Escocia se ha volcado con la familia real brit¨¢nica en los ¨²ltimos d¨ªas y pudiera decirse que fallecer en Balmoral ha sido el ¨²ltimo acto de servicio de Isabel II.
En el caso de Irlanda del Norte, que al contrario que Escocia s¨ª tiene derecho a la autodeterminaci¨®n si se dan ciertas condiciones, es harto improbable que ello vaya a suceder porque la propia Rep¨²blica de Irlanda no tiene ahora mismo ni el deseo ni la capacidad para integrar a casi dos millones de personas. El mecanismo para que ello pudiera organizarse es asaz complejo y exigir¨ªa un refer¨¦ndum en Irlanda del Norte y otro en Irlanda as¨ª como un debate p¨²blico sobre c¨®mo se asegurar¨ªa un eficaz encaje de los seis condados brit¨¢nicos en la Rep¨²blica.
En 1776, Edward Gibbon public¨® el primer volumen de su colosal Auge y ca¨ªda del Imperio romano pero el historiador ingl¨¦s tuvo mala suerte y la publicaci¨®n coincidi¨® con la p¨¦rdida de las colonias americanas. Aunque el bueno de Gibbon no hizo ning¨²n paralelismo con entre Roma y el imperio brit¨¢nico, las comparaciones fueron inevitables. Acaso fuera la primera vez que los brit¨¢nicos se vieron reflejados en el espejo de la Historia. Se repite ad nauseam que Inglaterra sigue viviendo pensando que tiene un imperio. Pero por ese momento desnortado ya pasaron y entre Delhi y Suez comprendieron dolorosamente que su imperio, como el que describ¨ªa Gibbon hab¨ªa entrado en barrena. Por eso, tras una traves¨ªa existencial ingresaron finalmente en la comunidad econ¨®mica europea. Sustituyeron el proyecto imperial por el europeo. Empero, a pesar de la desaparici¨®n de su imperio, en los arrabales atl¨¢nticos de Europa, se eleva una isla que sigue tejiendo h¨¢bilmente una red diplom¨¢tica extraordinaria. Su pertenencia al G-7, G-20, Consejo de Seguridad de la ONU, su relaci¨®n estrecha con EE UU, su influencia en la Commonwealth y el prestigio de su corona, nutren al Reino Unido de un soft power que muy pocos pa¨ªses pueden igualar.
La Commonwealth, que en su d¨ªa Ortega defini¨® como ¡°el fen¨®meno jur¨ªdico m¨¢s avanzado del planeta¡±, si bien goza de relativa buena salud, y pese a representar un tercio de la poblaci¨®n mundial ¡ªla forman 56 pa¨ªses¡ª y a una quinta parte del comercio internacional, no es un centro de poder ni tiene influencia decisoria alguna en los asuntos internacionales. Lleva a?os algo embotada pero es remedo de imperio y el modo natural del Reino Unido para proyectarse al exterior. Con todo, es una creaci¨®n asombrosa que no se cuestiona. Importa mucho menos si alguna isla caribe?a arisca decide alterar su forma de estado y convertirse en una rep¨²blica pues eso no afectar¨¢ al funcionamiento de la Commonwealth, que como es bien sabido, alberga m¨¢s rep¨²blicas que monarqu¨ªas. El reto para el Reino Unido es doble: nutrir a la Commonwealth de contenido relevante para que sea m¨¢s visible y ¨²til y mantener el rol de primus inter pares que hasta la fecha tiene el monarca brit¨¢nico.
Hace unos a?os, cuando Gordon Brown visit¨® a Obama, el equipo del primer ministro tras mucho pensar, le regal¨® un lapicero con madera del bergant¨ªn ingl¨¦s HMS Rsolute, la misma madera de la que procede la popular mesa del despacho oval de la Casa Blanca. Fue un regalo lleno de simbolismo e historia. Gordon recibi¨® en cambio unos DVD que encima solo se pod¨ªan ver en reproductores americanos. El desequilibrio en lo que todav¨ªa se conoce como ¡°relaci¨®n especial¡± con EE UU tambi¨¦n alcanza a los gestos protocolarios. Suez en 1965 fue el aviso. Es posible que ya no sea una relaci¨®n especial pero el Reino Unido a¨²n sigue necesitando esa relaci¨®n atl¨¢ntica y EE UU sabe que no tienen mejor interlocutor en Europa que Reino Unido.
M¨¢s all¨¢ de la pompa y el boato, estos d¨ªas han sido sobre todo ¡ªreconozc¨¢moslo sin rebozo¡ª una lecci¨®n de Derecho constitucional ingl¨¦s y de lealtad nacional al nuevo monarca. Frente a las tentaciones pesimistas por los retos que se ciernen, estas jornadas sirven para recordarnos que este pa¨ªs, con todo, sigue latiendo con m¨¢s vigor que nunca. Fue Bagehot quien dijo que la historia de Inglaterra ha sido, en sustancia la misma, aunque su forma ha ido cambiando. Pues justamente de eso se trata, de volver a hacer Historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.