Altarcito en Palacio
Sobre este Altar de Miles de Muertos se derrite lentamente una calavera de az¨²car que lleva en la frente las iniciales del M A L O y todo huele a melaza
No todas las noches son de Luna, pero evoco en v¨ªsperas lo que podr¨ªa ser ya siempre tan noche enluarada que hasta de ma?anera parece oscura, sin cambio de horario en su lun¨¢tico discurso. Era una noche negra porque es una noche que parece alargar su sombra, en los delicados dedos de las ramas de un jard¨ªn juarista que en realidad fue capricho de Carlota y la filtrada humedad de la piedra tezontle esponjosa como tel¨®n terror¨ªfico para una pel¨ªcula que parece no querer tener fin.
Por los pasillos del Palacio deambula despeinado un espectro siniestro, con pijama de pitcher que llev...
No todas las noches son de Luna, pero evoco en v¨ªsperas lo que podr¨ªa ser ya siempre tan noche enluarada que hasta de ma?anera parece oscura, sin cambio de horario en su lun¨¢tico discurso. Era una noche negra porque es una noche que parece alargar su sombra, en los delicados dedos de las ramas de un jard¨ªn juarista que en realidad fue capricho de Carlota y la filtrada humedad de la piedra tezontle esponjosa como tel¨®n terror¨ªfico para una pel¨ªcula que parece no querer tener fin.
Por los pasillos del Palacio deambula despeinado un espectro siniestro, con pijama de pitcher que lleva en la mano un tembloroso candelabro. Incluso en el vac¨ªo inmarcesible cree estar custodiado por enanitos verdes en posici¨®n hier¨¢tica de firmes, bayoneta calada¡ pero todo se esfuma en el vac¨ªo como una traici¨®n anunciada y el Palacio podr¨ªa llamarse entonces de La Moneda o de la Casa Rosada o de otras casonas civiles que han sido devoradas por la necia militarizaci¨®n que provoca la indefensi¨®n, la inseguridad y la honrosa median¨ªa.
El candelabro chimuelo y oscilante recorre salones de huecos oropeles y ostentaci¨®n grosera y en un recoveco invisible aparece la enclenque mesilla de noche otrora conocida como el Altar de la Patria. El mantel que huele a p¨®lvora se ha vuelto papel picado de verbena, balaceado por el fuego cruzado entre narcotraficantes supuestamente pactados y militares o marinos supuestamente leales a la misma bandera, el mismo sant¨®n Valverde y el mismo billete de cincuenta mil d¨®lares. Sobre este Altar de Miles de Muertos se derrite lentamente una calavera de az¨²car que lleva en la frente las iniciales del M A L O y todo huele a melaza, azotando los nostriles con tufo de charco de sangre y flores gordas de cempaz¨²chitl que desnudan sus p¨¦talos sobre una camita de amapolas tan rojas que no parecen opio de las monta?as de Guerrero.
El candelabro del candelero se hinca para intentar entender el enredo: su cristianismo confuso, su culturita estalinista mezclada con una nueva trova ideol¨®gica donde pueden juntarse a la mesa los dinosaurios del pasado, el hombre m¨¢s rico del mundo, dos l¨ªderes evangelistas y la nueva Tari¨¢curi maquillada de modernidad. El candelabro oscilante ilumina las sombras de los miles de muertos, pero evita calentar la equivocada reposter¨ªa que ha convertido el tradicional Pan de Muerto en un zotupo de mierda.
A lo lejos, el inmenso tel¨®n transforma la silueta del ¨¢guila en un gigantesco cuervo negro que lleva en el pico la ¨²ltima p¨¢gina arrugada de una Constituci¨®n convertida en papel higi¨¦nico y el ave agorera, como buitre de cuentos en sepia, murmura repetidas veces algunos axiomas inapelables que deber¨ªan en realidad atormentar al Incauto o Improvisado, al Gran Solitario de Palacio que ha de vivir esta hipot¨¦tica madrugada de conciencia donde un p¨¢jaro negro le corrija la saliva y le recuerde que la mejor pol¨ªtica exterior no es necesariamente la pol¨ªtica interior, que si juras no talar un solo ¨¢rbol no puedes podar una selva entera sin verg¨¹enza, que no todos tus tropiezos son herencia de pret¨¦ritos y que ha tiempo que dej¨® de existir la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Al amanecer ¨Ccada amanecer¡ªdos de cada tres ovejas distra¨ªdas con d¨¢divas o hundidas en un hartazgo que produce somnolienta resignaci¨®n perdonan los gazapos, celebran las ocurrencias y apuntalan la entra?able llama que se mantiene inc¨®lume en la punta de un cr¨¢neo de az¨²car. Eso que llamaban Esperanza y que se ha disuelto en dulc¨ªsimas melcochas de confrontaci¨®n constante, conflictos, cofrad¨ªas y contingencias¡ la misma Esperanza de todas las noches de cada a?o que salivan los miles de muertos, los miles de desaparecidos y los millones de deudos, hu¨¦rfanos y viudas en espera de un p¨®stumo bolillo, un caballito con ag¨¹ita que parezca tequilita y pan de veras aunque sea de muerto¡ D¨ªa de Fieles Difuntos ligado al D¨ªa de Todos los Santos que han de vivir el verdadero amanecer de M¨¦xico¡ de lejos.