Panch¨²caro
A Panch¨²caro le dije en voz alta la primera l¨ªnea de la primera novela que escrib¨ª cuando andaba de pastor de la palabra ajena
Desconozco el motivo original, pero hered¨¦ de David Huerta el timbre de llamar Panch¨²caro a Francisco Hern¨¢ndez. En alg¨²n rinc¨®n de la eternidad supongo que el rey David estar¨¢ celebrando desde una nube a nuestro Panch¨²caro por haber recibido merecid¨ªsimamente el Primer Premio Internacional Rub¨¦n Bonifaz Nu?o, pues ambos Poetas y Padrinos con may¨²scula sobrellevan la gloria de sus versos con serenidad y ese callado ejemplo de la vera humildad, del oficiante en s¨ªlabas que sabe que lo que importa est¨¢ en el oficio mismo, alejados de quienes fardan con altaner¨ªa sus m¨¦ritos impostados, sus multiventas tramposas y trampitas hasta en la m¨¦trica.
Huerta y Hern¨¢ndez en el mismo estante ¨Ce instante¡ªdel propio Bonifaz Nu?o, el hom¨¦rico poeta Maestro de poetas que no negaba sus enamoramientos imposibles con cupletistas ef¨ªmeras y no se avergonzaba de portar chalecos elegantes ¨Ccasi estrafalarios¡ªconfeccionados en una tapicer¨ªa de muebles que le quedaba cerca de su casa.
Entre otras epifan¨ªas debo a David Huerta la presentaci¨®n en persona con Francisco Hern¨¢ndez, en una noche feliz que parec¨ªa estrellada por la luminosa cofrad¨ªa que se reuni¨® para celebrar ¨Csin burbujas ni abusos¡ªel sereno sendero de la sobriedad, no exenta de efusiones l¨ªricas. David sonri¨® al confirmar que entre Francisco y mi menda se sign¨® una amistad a primera vista que se mantiene m¨¢s que latente cinco lustros despu¨¦s. Cuando le fall¨¦ a David y otros contertulios con una reca¨ªda en el vicio nefando del alcohol, fue Panch¨²caro (en tercia con un pintor de puras manchas del arte y un cubano entra?able que se parec¨ªa a Joseph Conrad) quienes me ayudaron a volver a la vida, tocar fondo de veras y navegar hasta el sol de hoy sin gota de alcohol en las venas o el alma y as¨ª, la bendici¨®n de haber recuperado la cercan¨ªa de mis hijos habiendo perdido el hogar que form¨¢bamos.
En un cuarto de siglo he acompa?ado a Francisco Hern¨¢ndez desde la barrera como banderillero: he vivido la filigrana de no pocos de sus libros en cocci¨®n y hasta conozco la casa natal en San Andr¨¦s Tuxtla, donde su madre do?a Raquel nos recib¨ªa siempre ¡°campiruleando¡± y le debo el milagro de una novela que sigue inconclusa donde intento honrar la maravillosa historia de un Maestro del Exilio Espa?ol que le ense?¨® a los ni?os de esa m¨¢gica selva veracruzana el placer de leer, las agallas para empezar a escribir e incluso imprimir ellos mismos sus primeras letritas en las ejemplares imprentitas Freinet.
Ese m¨¦todo pedag¨®gico marc¨® a Pancho Hern¨¢ndez hasta en la clara caligraf¨ªa con la que sigue dibujando las letras que luego pasa en limpio sobre las teclas de una valios¨ªsima m¨¢quina de escribir Olivetti que le regal¨¦ en simb¨®lica prenda por tantas cosas que le debo. Porque tambi¨¦n le debo el amoroso ejemplo que vive con Leticia, la que le sugiri¨® durante un a?o una palabra para poema; tresceintos sesenta y cinco d¨ªas que se multiplican por a?os cada vez que ambos vuelven a rimar los nombres.
Le debo mil libros que me ha recomendado y regalado; mil pel¨ªculas que hemos visto juntos y de lejos; le debo la m¨²sica ¨Ccasi toda la m¨²sica¡ªque nos une y que ahora interpretan mis hijos a la jarana y le debo paisajes de Borneo que no conocemos ni ¨¦l ni yo. Le debo r¨¦ditos siempre crecientes por sus libros y en mil viajes a San Andr¨¦s, la intriga por buscar a su heter¨®nimo Mardonio Sinta ¨Crepentista y sus versadas¡ªhasta el d¨ªa en que ambos descubrimos que el bardo jarocho est¨¢ enterrado en un p¨¢ramo cerca de San Andr¨¦s Tuxtla que se llama Rinc¨®n del Zapatero. Le debo seguir con asombro el descubrimiento de Hern¨¢n Bravo Varela y sus ensayos o poemas, pero sobre todo todas las voces que le salen de las entra?aa y tambi¨¦n le debo cantarle segunda a Guillermo Zapata, El Caudillo del Son que ha musicalizado versos de Chico Hern¨¢ndez para honra de palmeras en Boca del R¨ªo y la delgad¨ªsima sombra de Agust¨ªn Lara.
La poes¨ªa de Hern¨¢ndez es transfusi¨®n sangu¨ªnea para cualquier otro Hern¨¢ndez, y para todo lector que escuche en silencio la voz de la melancol¨ªa feliz, las heridas hechas cicatriz y el sarcasmo sutil de quien sabe re¨ªrse de s¨ª mismo. La poes¨ªa de Hern¨¢ndez es ahora merecidamente premiada por su incandescencia y por el eco del alma, por el silencio ¨Cnada m¨¢s y nada menos¡ªy tambi¨¦n por el festival labiodental-gastrointestinal-esot¨¦rico y tropical de los sones que son de Mardonio Sinta.
Alguien ha de editar en un solo volumen sus columnas en peri¨®dicos y grabarle en secreto las sobremesas cuando arremete con inteligencia contra las obras de autores milenarios y las ocurrencias de advenedizos; grabarle la manera en que habla de literatura y agradece siempre las ense?anzas que obtuvo entre pergaminos de poetas del siglo de Oro y publicistas del siglo XX (de una sola sentada, lo que sabe de Emily Dickinson y Jom¨ª Garc¨ªa Ascot) o lo que murmura sobre las cornadas que da la vida y las profundas alegr¨ªas que explican en parte esa rara propensi¨®n de Francisco Hern¨¢ndez como el ¨²nico Poeta del que se sepa que es capaz de batear un jonr¨®n con el diminuto bat con el que escribe ¨Cen caligraf¨ªa Freinet¡ªsobre el verde diamante imaginario de la p¨¢gina en blanco, la misma que se convierte en reducido pent¨¢gono blanco que llamamos Home.
Home Run cada vez que publicas, Panch¨²caro; Run Home al patio de tierra, todas las plantas que bordean la cocina de tu casa natal, al filo de la Surada y contra todo Norte (que casi siempre viene del Puerto). Corre a Casa, pelotero de veras, para perdernos en la laguna de Catemaco y definir en raros hex¨¢metros el peso exacto de las s¨ªlabas y el sabor de los chanchamitos. Home Run: a casa corre en la memoria de la inolvidable empanada mizantleca que me presentaste el mismo d¨ªa en que prob¨¦ el agua de chagalap¨®lin, agua de p¨²rpura y capul¨ªn.
Agua morada, pura agua de azar porque te debo una novela (que prometo ya concluir) y las muchas cosas que heredaste a mis hijos y s¨ª, te debo mi oto?al y c¨ªclica propensi¨®n a vestir una piyama a rayas tenues y sentir que te sigo la sombra en pleno Yankee Stadium y te debo el recuerdo imborrable de no pocas veces que fuimos juntos a las corridas de toros y aquella neblinosa tarde en que junto con David Huerta nos pasamos las horas cantando a tres voces pura trova yucateca, pura trova vieja cubana como Moneda de tres caras, tu libro del Premio Villaurrutia, retrato en fado de tres voluntades atormentadas, y entre cuerdas danzaba la sombra de tu negra perra llamada Depresi¨®n y los manteles ol¨ªan a Jamaica y agua mineral, desmontados del potro del alcohol en una rara borrachera sobria de sincronicidades.
A Panch¨²caro le dije en voz alta la primera l¨ªnea de la primera novela que escrib¨ª cuando andaba de pastor de la palabra ajena, como aprendiz de editor bajo la gu¨ªa de Adolfo Casta?¨®n y la tutela de Jorge Ruiz Due?as¡ cuando el Fondo era el fondo que toqu¨¦ con el ¨¢nimo recrecido de inventar la Colecci¨®n Fondo 2000, entre cuyos 150 vol¨²menes se me instruy¨® editar Fuego de pobres de Rub¨¦n Bonifaz Nu?o. La edici¨®n de bolsillo y accesible de ese m¨ªnimo tomo monumental la trabaj¨¦ en varias sobremesas compartidas con Bonifaz en el Club Espa?a y no pocas veces se habl¨® de Francisco Hern¨¢ndez sin que pudi¨¦ramos imaginar ¨Cel Poeta ya ciego y el cegado Editor por admiraci¨®n¡ªque el agua del azar juntara el nombre de Bonifaz Nu?o con el de Francisco Hern¨¢ndez en un notable Premio Internacional que arranca con divisa de post¨ªn y por lo menos, otra sincron¨ªa o coincidencia feliz: luego de la Colecci¨®n Fondo 2000 se prolong¨® mi vida de Editor bajo la gu¨ªa de Joaqu¨ªn D¨ªez-Canedo y la tutela de Consuelo S¨¢izar (cuando el Fondo segu¨ªa siendo el Fondo) y all¨ª tuve como si fuera una Maestr¨ªa en Letras o Doctorado en Sensibilidad, el feliz privilegio de editar El coraz¨®n y su avispero de Francisco Hern¨¢ndez en una nueva Colecci¨®n Cenzontle, con la que se honraba la famosa errata de tiempos de Alfonso Reyes y el padre de Joaqu¨ªn D¨ªez-Canedo que por instruir por tel¨¦fono la palabra Cenzontle se convirti¨® en Tezontle, pues eso crey¨® escuchar al otro lado de la l¨ªnea y al pie de la imprenta el Maestro Torres, a?orado tip¨®grafo de cuando todo fondo (editorial) llevaba en el fondo las entra?as de los poetas may¨²sculos, la prosa de escritores de veras, los empe?os de las antiguas labores de edici¨®n y correcci¨®n ortotipogr¨¢fica y la transpiraci¨®n de las imprentas casi de tipo m¨®vil¡ todo eso como parte de la sabia savia que llevaban en la saliva escritores como Rub¨¦n Bonifaz Nu?o y que le dan solera a un premio que cobra prestigio al celebrar la obra de Francisco Hern¨¢ndez, figura del toreo, tercer bate entre bombarderos del Bronx, jaranero sin cuerdas, repentista e intemporal¡ amigo incondicional que me salvas la vida ¨Csolo por hoy¡ªcada vez que te leo, cada vez que te pienso y s¨ª, cada vez que te extra?o tanto sobre el mar que en realidad nos une tanto a pesar del tiempo¡ tan cerquita que te llamo Panch¨²caro.
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