Nuestro pasado sucio
El debate en torno a las v¨ªctimas del terrorismo y su memoria est¨¢ excesivamente polarizado por la pol¨ªtica y sus l¨®gicas
La herida dejada por ETA, hagamos lo que hagamos, estar¨¢ presente en nuestras vidas. Es un bald¨®n que arrastraremos durante varias generaciones porque el dolor tambi¨¦n se hereda. Esta es, precisamente, una de las grandes tragedias de la violencia: que sus efectos perduran m¨¢s all¨¢ de los vivos. Hoy y aqu¨ª tenemos la oportunidad y el deber de hacer las cosas de tal manera que esos efectos negativos duren lo menos posible.
La violencia es un trauma para las personas que la sufren, pero t...
La herida dejada por ETA, hagamos lo que hagamos, estar¨¢ presente en nuestras vidas. Es un bald¨®n que arrastraremos durante varias generaciones porque el dolor tambi¨¦n se hereda. Esta es, precisamente, una de las grandes tragedias de la violencia: que sus efectos perduran m¨¢s all¨¢ de los vivos. Hoy y aqu¨ª tenemos la oportunidad y el deber de hacer las cosas de tal manera que esos efectos negativos duren lo menos posible.
La violencia es un trauma para las personas que la sufren, pero tambi¨¦n es un drama colectivo porque condiciona a la sociedad que la habita. La pol¨ªtica, la ¨¦tica p¨²blica o la convivencia est¨¢n marcadas por esos atentados y ahora es el momento de reconstruir el tejido social da?ado.
A la hora de ajustar cuentas con nosotros mismos y con nuestro ¡°pasado sucio¡±, como escribe ?lvarez Junco, conviene no correr, no coger atajos y no hacer como si lo que nos ha pasado fuera algo leve que se supera de un d¨ªa para otro. La armon¨ªa social no puede construirse sobre la base del olvido ni con prisa por pasar p¨¢gina cuanto antes.
Despu¨¦s de un periodo de violencia, en la transici¨®n hacia la nueva sociedad que se quiere construir siempre queda pendiente c¨®mo rescatar para la paz a aquellas personas y colectivos que han ejercido la violencia o la han aplaudido. Una vez que han callado las armas, aparece el reto de la paz positiva, que es algo m¨¢s que lograr la participaci¨®n institucional normalizada de quienes defendieron los asesinatos de ETA. En esa justificaci¨®n hubo un foso ¨¦tico enorme marcado por la crueldad de quien encontr¨® alg¨²n sentido al matar.
Si terminar con los atentados fue lo m¨¢s urgente, desmontar las actitudes aparejadas a la violencia es una tarea a medio plazo que tambi¨¦n hay que abordar. El problema no era solo ETA y su existencia, sino tambi¨¦n la actitud autoritaria y antipluralista con la que actuaba y que contagi¨® a sus defensores.
Durante la Transici¨®n, la tensi¨®n entre la reconciliaci¨®n-convivencia y la justicia-verdad marc¨® el debate pol¨ªtico. Al final, se decidi¨® que la reconciliaci¨®n estaba por encima de la justicia, como si una no fuera parte de la otra. No fuimos un caso aislado: en Francia, Alemania, Irlanda o incluso en la disoluci¨®n de ETA-pm se tuvo el mismo debate y se resolvi¨® de forma diferente, incluso contrapuesta. Mirarnos a esos ejemplos no implica copiarlos, sino aprender precisamente de lo que no hay que hacer. Y jam¨¢s, nunca, las v¨ªctimas y sus derechos deben pasar a un segundo plano.
La necesidad de convivir, de normalizar la vida pol¨ªtica, incluso de llegar a acuerdos, debe ser compatible con una exigencia ¨¦tica fuerte hacia quienes fueron en el mismo tren que ETA con el objetivo de reparar el da?o (personal y a la sociedad) infligido. Y en ese paso las declaraciones formales de algunos dirigentes de Sortu tienen poco sentido si no se acompa?an de actitudes generalizadas y constantes.
La tarea prepol¨ªtica de la deslegitimaci¨®n de la violencia y, por lo tanto, de la idealizaci¨®n de los victimarios no permite que se haga de forma intermitente ni por fasc¨ªculos. Decir que se reconoce el da?o provocado y a la vez glorificar a quien gener¨® ese mismo da?o supone una disonancia que estropea el camino hacia una convivencia real y sana, si tal cosa es lo que se pretende.
Lo dijo Josu Elespe, h?o del concejal socialista Froil¨¢n Elespe, asesinado en el a?o 2001: ¡°La convivencia plena requiere enfrentarse a la realidad de lo que hicieron¡±. Precisamente, la aportaci¨®n de Geraldine Schwarz en su libro Los amn¨¦sicos es que la violencia nunca hubiera sido posible sin los Mitl?ufer que miraron para otro lado o se aprovecharon del contexto social que surge de la violencia. Como tantas veces se ha afirmado, para la paz hacen falta (nuevas) mentalidades de paz.
El debate en torno a las v¨ªctimas del terrorismo y su memoria est¨¢ excesivamente polarizado por la pol¨ªtica y sus l¨®gicas. Por eso, las v¨ªctimas, con sus relatos y sus experiencias ¨ªntimas de dolor, son las portadoras de una voz que merece la pena escuchar sin cortocircuitos.
Que las v¨ªctimas expresen su dolor va a incomodar a sus victimarios, pero es parte del proceso. Los testimonios de las v¨ªctimas y sus detalles son un instrumento implacable para la verdad, un descargo para la v¨ªctima y un recordatorio para la sociedad. Contar lo que pas¨® es una pieza m¨¢s de la acci¨®n restaurativa, porque esa verdad, dura y sangrante, suple a la justicia como instrumento de reparaci¨®n cuando el olvido aparece o cuando el delito no se ha esclarecido del todo.
Adem¨¢s de la verdad acad¨¦mica, hay una verdad emocional y la necesitamos tanto como el vivir. Porque no podremos seguir construyendo convivencia si entre este ruido pol¨ªtico no evitamos un segundo olvido.
Ya est¨¢ aqu¨ª la generaci¨®n de la posmemoria, que son aquellos que, no habiendo vivido el terrorismo, heredan el dolor o intuyen su impacto en sus propias vidas. Hay que tener en cuenta que los testimonios de las v¨ªctimas del terrorismo refuerzan la prevenci¨®n-anticipaci¨®n ante procesos de radicalizaci¨®n temprana, y llevarlas a los centros educativos es central en el nuevo tiempo.
Cuando pasen 30 a?os, miraremos a 2022 y seguro que echaremos en falta algunas cosas. Por eso, a¨²n estamos a tiempo de crear una comunidad del recuerdo que evite los errores que otros, en otras ¨¦pocas y en otros lugares, han cometido en este terreno. La memoria es una causa en la que pocas personas est¨¢n dispuestas a dar la batalla, pero que afecta a mucha gente durante muchos a?os. Hag¨¢moslo bien para cuando llegue el tiempo en el que ya nadie pueda decir ¡°yo estuve all¨ª¡±.