Antonio de Nebrija: el privilegio de un solo hombre
El autor de la ¡®Gram¨¢tica castellana¡¯ fue un intelectual que luch¨® por vivir de su obra sin r¨¦moras ni ataduras y ejerciendo todos los derechos y prerrogativas a su alcance para conseguirlo
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En el oto?o del a?o 1500, uno de los humanistas m¨¢s respetados de su tiempo viaj¨® a Granada. Su paso por la ciudad conquistada fue ef¨ªmero y se dice que no le impresion¨® demasiado: apenas tuvo tiempo de despachar algunos asuntos urgentes antes de retornar al Norte, sin duda abrumado por las costumbres for¨¢neas del antiguo reino nazar¨ª. Aunque el viaje de Antonio de Nebrija a Granada es conjetural (alg¨²n bi¨®grafo sugiere que pudo coincidir con la presencia de la Corte en la Alhambra), una d¨¦cada despu¨¦s de su muerte sus hijos fundar¨ªan all¨ª una imprenta con la que contribuyeron a difundir su legado y, tambi¨¦n, su rostro m¨¢s conocido: el sello estampado en cada ejemplar representaba a un Nebrija de cabello recio apresado en un birrete, nariz recta y ojos grandes, la cabeza erguida de quien se sabe asistido de la raz¨®n. La imprenta que Sancho y Sebasti¨¢n de Nebrija regentaron en el Albaic¨ªn (y m¨¢s tarde en el pago de Ainadamar) se sustentaba en los privilegios de impresi¨®n concedidos por Carlos I; privilegios que, de facto, ven¨ªan a prorrogar los que el propio Nebrija hab¨ªa disfrutado en vida y que los convert¨ªa en los ¨²nicos que pod¨ªan editar sus libros. El de Nebrija es uno de los primeros casos en que la obra de un solo autor permiti¨® a varias generaciones vivir del fruto del trabajo intelectual.
Antonio de Nebrija fue ante todo un fil¨®logo, pero su ambici¨®n renacentista y su compromiso infatigable con la lengua lo llev¨® a influir en otras disciplinas. Los juristas le debemos una intuici¨®n precoz de derechos que eran entonces prerrogativas y que ¨¦l reivindic¨® para s¨ª mucho antes de que fueran reconocidos en las leyes. La imprenta hab¨ªa llegado a Espa?a con cierto retraso, pero la censura previa no tard¨® en implantarse. La Iglesia y la Corona se serv¨ªan de las licencias de impresi¨®n como herramientas de control ideol¨®gico: solo quienes comulgaran con los postulados imperantes podr¨ªan beneficiarse del privilegio de publicar. Nebrija acompas¨® la escritura a los avatares de la imprenta y a su propia capacidad de persuasi¨®n. Supo ganarse el favor de la reina Isabel para las Introducciones latinas (un manual pr¨¢ctico de aprendizaje del lat¨ªn) y se acogi¨® al mecenazgo de Juan de Z¨²?iga para elaborar la Gram¨¢tica castellana, de cuya publicaci¨®n se cumplen 530 a?os. Nebrija hizo uso de los privilegios como si fueran verdaderos derechos de autor: logr¨® que le fueran reconocidos a t¨ªtulo personal y tuvo luego la astucia de negociar con su impresor (el franc¨¦s Arnao Guill¨¦n de Brocar) un contrato editorial que le reportar¨ªa ingresos regulares. Llev¨® a su editor ante los tribunales invocando la tasa de los libros, antecedente del precio fijo actual, para impedir que malvendiera sus obras. En su audacia, se atrevi¨® a publicar un diccionario jur¨ªdico (el Iuris civilis lexicon) con el que esclarecer la lengua oscura de las leyes y combatir la palabrer¨ªa hueca de los leguleyos, ¡°aquel g¨¦nero despreciable de hombres que, bajo la apariencia de que poseen profundos conocimientos, acostumbran a interpretar las leyes para los dem¨¢s¡±. Pero quiz¨¢s su gesta m¨¢s osada, la que pudo costarle su posici¨®n social y hasta la vida, fue enfrentarse a la Inquisici¨®n en su pretensi¨®n de corregir la Vulgata, la traducci¨®n de la Biblia al lat¨ªn cuya inspiraci¨®n se atribu¨ªa al mism¨ªsimo Esp¨ªritu Santo. La revisi¨®n cr¨ªtica que Nebrija propon¨ªa pasaba por examinar las fuentes originales en hebreo y en griego y admitir que la Vulgata no estaba exenta de m¨¢cula. Apolog¨ªa, la obra que recoge su defensa ante el inquisidor, es un alegato a favor del rigor ling¨¹¨ªstico y de la libertad de pensamiento.
Antonio de Nebrija quiso demostrar que hab¨ªa un sitio en la Corte para los humanistas y que un gram¨¢tico pod¨ªa medirse con un jurista y hasta con un jerarca de la Iglesia y salir airoso. En tiempos de conquistadores, Nebrija hall¨® para s¨ª lo que tantos otros ansiar¨ªan a lo largo de los a?os: tuvo el honor de ser el primer autor en Espa?a que disfrutara de privilegios de impresi¨®n (el segundo en el mundo tras el historiador veneciano Marco Antonio Cocio Sabelico). En el quinto centenario de su muerte, se le ha presentado como un pionero en la defensa de los derechos de autor, pero no fue ¨¦l quien concibi¨® esos derechos ni pugn¨® por su reconocimiento legal. Habr¨¢ que esperar a que, en los siglos venideros, fil¨®sofos y escritores como John Locke, Daniel Defoe, Denis Diderot o V¨ªctor Hugo, entre muchos otros, teorizaran y defendieran p¨²blicamente la aprobaci¨®n de leyes de propiedad literaria para el conjunto de los escritores de su tiempo. Lo que Nebrija nos dej¨® fue su ejemplo: el de un intelectual que luch¨® por vivir de su obra sin r¨¦moras ni ataduras, expres¨¢ndose conforme a su propia conciencia y ejerciendo todos los derechos y prerrogativas a su alcance para conseguirlo. Su empe?o sirvi¨® para que, en los albores de la imprenta, otros vieran en ¨¦l la posibilidad de ensanchar esos derechos y dignificar la figura del hombre de letras. La imprenta que sus hijos fundaron junto a una acequia en Granada simboliza la magnitud de su atrevimiento y el principio de su victoria moral.
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