La guerra, de cerca y de lejos
La violencia de los ataques la padece y la conoce la gente que est¨¢ pr¨®xima al frente; desde la distancia es dif¨ªcil saber lo que ocurre
En el mercado de Kupiansk-Uzlovi, en la zona noroccidental de J¨¢rkov, el marido de Olga Tereshenko, Igor, encontr¨® a un muchacho que estaba organizando una caravana de coches para salir de la ciudad, convertida entonces en l¨ªnea de frente y sometida a batallas incesantes entre las fuerzas rusas que ten¨ªan ocupada la zona y los locales que peleaba...
En el mercado de Kupiansk-Uzlovi, en la zona noroccidental de J¨¢rkov, el marido de Olga Tereshenko, Igor, encontr¨® a un muchacho que estaba organizando una caravana de coches para salir de la ciudad, convertida entonces en l¨ªnea de frente y sometida a batallas incesantes entre las fuerzas rusas que ten¨ªan ocupada la zona y los locales que peleaban por recuperarla. Salieron el 25 de septiembre, hab¨ªan pagado cada uno de los que viajaban 6.000 grivnas (unos 155 euros), eran 48 personas, se repartieron en siete coches. En una primera intentona el d¨ªa anterior, a la altura de Kurilivka, unos soldados rusos que estaban junto a un blindado los obligaron a dar la vuelta; esta vez, escondidos tras unos arbustos, los dejaron pasar. Olga iba con Igor y su hijo Matvei, de cinco a?os, en el asiento de atr¨¢s del coche que abr¨ªa la expedici¨®n. En la parte delantera viajaban el conductor y una mujer mayor. Los sorprendi¨® de pronto una tormenta de balas y granadas. El hombre del volante se cubri¨® de sangre, el coche empez¨® a arder, hubo una explosi¨®n que expuls¨® a Olga hacia fuera. Fue la ¨²nica superviviente de aquel veh¨ªculo, del grupo entero murieron 26, entre ellos 13 menores. ¡°De la abuela solo qued¨® el esqueleto¡±, le explic¨® la mujer a Luis de Vega, el enviado especial de este peri¨®dico que la conoci¨® en la ciudad de J¨¢rkov. ¡°De mi familia quedaron algunas partes de los cuerpos. En la morgue solo me ense?aron la cadena que llevaba al cuello mi marido¡±.
No siempre se puede durante una guerra acceder de manera tan directa ¡ªy tan desgarradora¡ª a la verdad de lo que ocurre en las cercan¨ªas de un frente. Desde lejos es dif¨ªcil entender lo que ocurre. En el Museo del Prado, en la segunda planta, sala 080, hay cuatro obras del pintor flamenco Peter Snayers. Son cuadros de batallas del siglo XVII, de la guerra de los Treinta A?os entre cat¨®licos y protestantes, y tambi¨¦n de la de los Ochenta A?os, que tuvo lugar en Flandes y donde los tercios espa?oles se enfrentaron a las fuerzas rebeldes de Pa¨ªses Bajos.
En cada una de esas grandes piezas, Snayers procura contar la guerra desde dos perspectivas diferentes. En la parte de debajo de cada una de esas pinturas se ven personas, siempre filas de personas, caravanas, hileras de gente que va de un lado a otro, con sus afanes, sus cosas, algunos perros aparecen por ah¨ª ladrando, totalmente ajenos al drama que se vive en la parte de atr¨¢s. Es ah¨ª donde Snayers pinta desde arriba la batalla: la disposici¨®n de las tropas que avanzan ordenadas, la ciudad amurallada, los r¨ªos o lagos que la protegen, los caminos que conducen al combate, las explosiones, la vida o la muerte.
El lugar donde se est¨¢n matando resulta en las obras de Snayers algo abstracto, lejano, como si las guerras se dispusieran en los laboratorios de la historia y tuvieran cierta l¨®gica y sentido. La parte m¨¢s cercana transmite en cambio barullo y desorden, es el lugar donde se le pueden poner rostros al horror cotidiano. La vida sigue, es lo que cuenta Snayers: hay soldados que van hacia el matadero o aparece una infanta que acude al frente a dar ¨¢nimo a sus valientes o existe simplemente gente que huye, incluso hombres y mujeres que se detienen y comentan. La endemoniada verdad est¨¢ por desgracia en ese roto que provoca de pronto un ataque y que solo deja ¡ªcomo sabe Olga Tereshenko¡ª vac¨ªo, dolor y rabia por tanto desatino.