La peor guerra, la mejor paz
Cuatro siglos despu¨¦s de que estallase, la guerra de los Treinta A?os y su final con el acuerdo de Westfalia a¨²n explican Europa
La conmemoraci¨®n del final de la Primera Guerra Mundial ha solapado el aniversario del conflicto m¨¢s devastador que ha vivido Europa, la guerra de los Treinta A?os. Una contienda que arranc¨® en 1618 cuando dos representantes del emperador germano, el cat¨®lico Fernando II, fueron arrojados por la ventana del castillo de Praga por una turba protestante. Su destino fue m¨¢s humillante que tr¨¢gico: los representantes sobrevivieron al caer sobre un mont¨ªculo de esti¨¦rcol. As¨ª empez¨® la contienda que arrasar¨ªa Europa y que enfrent¨® a las potencias del momento, sobre todo a los Habsburgo, que reinaban en Espa?a y en el Sacro Imperio Romano Germ¨¢nico, y a Francia y Suecia.
El presidente franc¨¦s Emmanuel Macron es quien se ha encargado de incorporar en muchos de sus discursos en foros internacionales la vigencia de aquella guerra cuatro siglos despu¨¦s de que arrancara y, sobre todo, del acuerdo de Westfalia, que puso fin al enfrentamiento en 1648. Sin ir m¨¢s lejos, en septiembre se dirigi¨® al cuerpo diplom¨¢tico hablando del peligro que representa la quiebra "del orden multilateral westfaliano".
La guerra de los Treinta A?os comenz¨® como un conflicto de religi¨®n entre cat¨®licos y protestantes, pero acab¨® convertida en un enfrentamiento mundial donde los bandos se conformaron por intereses pol¨ªticos y no solo por credo, ya que la cat¨®lica Francia se ali¨® con la luterana Suecia contra las potencias tambi¨¦n cat¨®licas espa?ola y alemana. La poblaci¨®n civil pag¨® un precio espeluznante.
En su historia can¨®nica La guerra de los Treinta A?os. Una tragedia europea, que ha publicado este a?o por primera vez en castellano Desperta Ferro, el investigador brit¨¢nico Peter H. Wilson sostiene que ha sido el conflicto m¨¢s mort¨ªfero de la historia de Europa. El Sacro Imperio perdi¨® un 15% de su poblaci¨®n en matanzas, batallas, pestes y hambrunas. La antigua URSS fue el pa¨ªs que sufri¨® m¨¢s bajas durante la II Guerra Mundial, con la p¨¦rdida de un 12% de sus habitantes. En la gran guerra europea del siglo XVII murieron unos ocho millones de personas y algunos territorios padecieron especialmente: Bohemia pas¨® de tres millones a 800.000. El gran pintor de aquellos tiempos desdichados, Rubens, que fue tambi¨¦n esp¨ªa del rey de Espa?a, resumi¨® lo que vio en una c¨¦lebre carta: "Cre¨ªa que iba a vivir una edad de oro y he vivido una edad de acero".
De esta misiva est¨¢ tomado el t¨ªtulo de la serie que la cadena franco-alemana Arte acaba de emitir, La edad de acero, una de las conmemoraciones culturales que han tenido lugar en los ¨²ltimos meses. En la Gem?ldegalerie de Berl¨ªn tambi¨¦n pudo verse este verano una exposici¨®n dedicada a los grabados del franc¨¦s Jacques Callot (1592-1635), Las grandes miserias de la guerra. El m¨¢s famoso de los dibujos de Callot muestra un gran ¨¢rbol lleno de civiles ahorcados con un sacerdote subido a una escalera apoyando las operaciones. Este artista franc¨¦s, testigo del conflicto, retrata a las verdaderas v¨ªctimas de una guerra en la que combatieron mercenarios que casi siempre se cobraban su sueldo con pillajes y en la que el car¨¢cter religioso dio una p¨¢tina de crueldad especialmente intensa. La historiadora de la Universidad de Friburgo Claire Gantes, experta en el siglo XVII, lo expres¨® as¨ª: "La brutalidad de los combates est¨¢ lejos de ser una figura ret¨®rica o el producto del ¨¦nfasis barroco. La violencia de la guerra de los Treinta A?os marc¨® profundamente a sus contempor¨¢neos, dej¨® heridas en los cuerpos, pero tambi¨¦n en las almas".
La contienda fue fundamental por la forma en que acab¨®: sin vencedores claros, pero con un acuerdo negociado
Aquella contienda conserva el car¨¢cter de trauma colectivo en algunas naciones: forma parte de la identidad nacional (fue el escenario en el que Bertolt Brecht ambient¨® Madre Coraje y sus hijos). Como escribe Wilson, "ese conflicto ocupa un lugar en la historia alemana y checa similar al que las guerras civiles ocupan en Gran Breta?a, Espa?a y Estados Unidos o las revoluciones de Francia y Rusia". El saqueo de la ciudad protestante sajona de Magdeburgo en 1631, durante el que fueron exterminados unos 20.000 civiles, casi todos sus habitantes, incluso ha dado lugar a una palabra alemana, magdeburgisieren, sin¨®nimo de destrucci¨®n.
Adem¨¢s, fue la primera guerra en la que las armas de fuego obligaron a cambiar las t¨¢cticas de combate, uno de los motivos por los que result¨® tan salvajemente mort¨ªfera: las formas de matar eran mucho m¨¢s sofisticadas, pero los m¨¦todos para curar no hab¨ªan evolucionado. Los m¨¦dicos de campo eran barberos, que entend¨ªan por atenci¨®n sanitaria cortar extremidades gangrenadas. Otro aspecto muy contempor¨¢neo fue la importancia que tuvieron los peri¨®dicos, las gacetas, que gracias a un invento relativamente reciente, la imprenta, propagaron las noticias de la guerra por todo el continente. Wilson habla directamente de "revoluci¨®n medi¨¢tica": por primera vez, se pudo hablar de medios de masas con noticias que circulaban a gran velocidad.
Sin embargo, esta guerra cambi¨® para siempre Europa sobre todo por la forma en que acab¨®: sin vencedores claros, pero con un acuerdo, la Paz de Westfalia, negociado durante cinco a?os en las ciudades de Osnabr¨¹ck y M¨¹nster y firmado definitivamente el 24 de octubre de 1648. Aquel pacto sent¨® las bases de lo que ser¨ªa la Uni¨®n Europea. El continente tuvo que padecer otras guerras salvajes, pero las soluciones de todas ellas ya se discutieron entonces. No es casualidad que aquel tratado fuese una de las bestias negras hist¨®ricas de Adolf Hitler.
Lo que el polit¨®logo franc¨¦s Bertrand Badie llam¨® "el giro westfaliano" no se debi¨® a los intercambios territoriales, que no constituyeron el coraz¨®n de la paz. Westfalia es el texto m¨¢s importante en la construcci¨®n europea no tanto porque moldease los mapas y las fronteras, que todav¨ªa vivir¨ªan muchos cambios ¡ªy no terminaron hasta 11 a?os m¨¢s tarde, cuando Espa?a entreg¨® a Francia sus territorios al norte de los Pirineos¡ª, sino porque sent¨® dos principios esenciales vigentes todav¨ªa hoy. El primero es la libertad de religi¨®n, los s¨²bditos no ten¨ªan por qu¨¦ compartir el credo de su soberano (eso solo afectaba a las religiones cristianas, no al juda¨ªsmo ni al islam). Era absurdo matarse por algo que no iba a cambiar. Muchos diplom¨¢ticos hablan del "modelo westfaliano" para buscar una salida al conflicto entre chi¨ªes y sun¨ªes que desangra Oriente Pr¨®ximo. El segundo principio es que los Estados soberanos deben sentarse a discutir como iguales y cooperar para encontrar soluciones. Es lo que hoy llamamos multilateralismo, el concepto que recuerda Macron en sus discursos.
Un incidente absurdo desemboc¨® en lo que el poeta alem¨¢n Friedrich Schiller llam¨® "un acontecimiento tr¨¢gico y funesto, una guerra devastadora que despobl¨® los campos, arras¨® las cosechas, redujo las ciudades y pueblos a cenizas". Pero en medio del horror, las potencias europeas concluyeron que solo mediante la cooperaci¨®n y la tolerancia, buscando lo que les une y dejando fuera lo que les separa, se puede mantener la paz. Como afirma el documental de Arte, "con Westfalia aparece una Europa con religiones y naciones diversas destinadas a vivir en paz".
Muchas cosas han cambiado desde la Defenestraci¨®n de Praga, pero la lecci¨®n de Westfalia sigue tan vigente como hace cuatro siglos.
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