Las p¨ªldoras de Enzensberger
Una de las lecciones del escritor alem¨¢n fue que para acercarse a la verdad conviene escuchar todas las versiones y tomar precauciones frente el embrujo de los h¨¦roes
La viuda de Buenaventura Durruti, ?milienne Morin, dijo durante una entrevista que concedi¨® en 1971: ¡°S¨ª, los anarquistas siempre hablaban mucho del amor libre. Pero eran espa?oles al fin y al cabo, y da risa cuando los espa?oles hablan de cosas as¨ª, porque va contra su temperamento¡±. Comentaba que simplemente repet¨ªan lo que hab¨ªan le¨ªdo en los libros, y luego afirmaba con contundencia: ¡°Yo los conozco bien a fondo, por fuera y por dentro, y le aseguro que los prejuicios que les molestaban se los quitaron enseguida de encima, pero los que les conven¨ªan los conservaron cuidadosamente. ?La mujer en casa! Esa filosof¨ªa s¨ª les gustaba¡±.
Las observaciones de ?milienne Morin las recogi¨® Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarqu¨ªa. El libro lleva un subt¨ªtulo ¡ªVida y muerte de Durruti¡ª y luego una aclaraci¨®n: novela. Lo public¨® en 1972. Cada cap¨ªtulo se abre con unas consideraciones de Enzensberger sobre cuestiones relacionadas con la Guerra Civil, la historia de Espa?a, el movimiento obrero, las tensiones pol¨ªticas y emocionales de la ¨¦poca y el propio anarquismo, y luego recoge un sinf¨ªn de testimonios de diferentes protagonistas de aquel momento en el que se puso en marcha una revoluci¨®n poco despu¨¦s de que fracasara en julio de 1936 el golpe de un grupo de militares rebeldes contra la Rep¨²blica. Los anarquistas, explica en alg¨²n momento, ¡°eran totalmente ajenos a esa lealtad a un Estado al cual antes bien hab¨ªan despreciado con todo su coraz¨®n y combatido con todas sus fuerzas¡±.
Ya casi al final, Enzensberger confiesa: ¡°La historia del anarquismo espa?ol puede conducir f¨¢cilmente a la desesperaci¨®n al amante de la verdad¡±. ?C¨®mo explicar lo que ocurri¨® con Durruti si esa figura est¨¢ totalmente absorbida por su condici¨®n de h¨¦roe y hay masas que se han sentido reflejadas en ¨¦l? El escritor alem¨¢n, que falleci¨® hace unos d¨ªas a los 93 a?os ¡ª?cu¨¢nto echaremos de menos su inteligencia y su sentido del humor!¡ª, arm¨® aquel libro con una gran cantidad de papeles de todo tipo: folletos, octavillas, reportajes, entrevistas, memorias, discursos. Comprob¨® que no siempre casaban las versiones sobre lo que hab¨ªa sucedido, que encontr¨® incluso algunas que se contrapon¨ªan en puntos esenciales. Procurar entender lo que ocurri¨® no es una tarea f¨¢cil. Muchas cosas se quedan colgando, solo se encuentran hilachas dispersas, qui¨¦n sabe cu¨¢nto se exagera al contar las cosas, cu¨¢nto se oculta, de qu¨¦ manera se modifica lo que se va viviendo para hacerlo soportable.
En 1973, Enzensberger public¨® Conversaciones con Marx y Engels. En ese caso, se retir¨® todav¨ªa un poco m¨¢s, pero utilizaba un procedimiento semejante y juntaba, uno detr¨¢s de otro, comentarios de personas que trataron con aquellos grandes intelectuales. Todos se pronunciaban ¨ªntimamente tocados por ¡°un campo de pruebas y de fuerzas que no admit¨ªa ning¨²n tipo de neutralidad¡±, la polarizaci¨®n era inmensa, y los testigos se divid¨ªan ¡°en compa?eros y enemigos, en fieles y renegados¡±. ?C¨®mo acercarse a la verdad? Quiz¨¢ una de las lecciones de Enzensberger fue ¨¦sa, que no hay forma de hacerlo si no se escuchan todas las versiones (o las que se puedan encontrar). Y otra, acaso m¨¢s importante: que es muy f¨¢cil quedar cegados por el brillo de los h¨¦roes. Y que, por simple honestidad, es indispensable extremar las precauciones para no sucumbir a su embrujo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.