Una izquierda que es de derechas
Cierra los ojos ante Putin, como los cierra ante la represi¨®n de los ayatol¨¢s contra el coraje c¨ªvico de las mujeres iran¨ªes
As¨ª como hay una derecha suicida, tambi¨¦n hay una izquierda ignorante. Nada sabe ni nada quiere aprender del pasado. Tampoco sabe que la guerra sucede a la pol¨ªtica cuando la pol¨ªtica deja de funcionar. Ni que la paz, tan deseada, no llega por un clamor convocatorio, sino porque quien vence en la guerra tiene poder y pericia para imponer un orden m¨¢s justo, de forma que nadie utilice la fuerza de nuevo para resolver los contenciosos inevitables que se produce...
As¨ª como hay una derecha suicida, tambi¨¦n hay una izquierda ignorante. Nada sabe ni nada quiere aprender del pasado. Tampoco sabe que la guerra sucede a la pol¨ªtica cuando la pol¨ªtica deja de funcionar. Ni que la paz, tan deseada, no llega por un clamor convocatorio, sino porque quien vence en la guerra tiene poder y pericia para imponer un orden m¨¢s justo, de forma que nadie utilice la fuerza de nuevo para resolver los contenciosos inevitables que se producen entre pa¨ªses y gobiernos.
Ignora que la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue el mayor imperio europeo, y quiz¨¢s del mundo, entre 1945 y 1991. Y que lo fue bajo la flagrante mentira de la patria socialista, defensora universal del proletariado. O que las libertades europeas se mantuvieron y se mantienen en la mitad del continente, al igual que en 1945 se recuperaron de la invasi¨®n hitleriana, gracias a la alianza con Estados Unidos.
Cree los embustes de Putin sobre la mayor cat¨¢strofe del siglo XX, que no fue la desaparici¨®n de la dictadura imperial comunista, sino su persistencia como parad¨®jico y monstruoso avatar del zarismo reaccionario y ortodoxo. Se agarra como a un clavo ardiendo a la amenaza que represent¨® para el capitalismo, como si las victorias obtenidas por los trabajadores en occidente no se debieran a sus combates, sino al miedo a Stalin. Y traga, naturalmente, los bulos y bolas del Kremlin sobre la desnazificaci¨®n de Ucrania, asentados en la apropiaci¨®n primero sovi¨¦tica y luego putinista de la lucha antifascista.
Esa izquierda, definitivamente, es de derechas. Y tan suicida como la derecha. Sus simpat¨ªas est¨¢n con el populismo nacionalista de Putin y su idea ultramontana de la Madre Rusia, guardiana de la cristiandad ortodoxa, frente a la libertad de costumbres y los matrimonios homosexuales del occidente decadente. Cierra los ojos ante el expansionismo autocr¨¢tico e imperial, como los cierra ante la salvaje represi¨®n de los ayatol¨¢s contra el coraje c¨ªvico de las mujeres iran¨ªes que ya no pueden soportar ni un minuto m¨¢s al patriarcado totalitario e isl¨¢mico. Y atiende, en cambio, a esos incre¨ªbles argumentos que invierten la realidad de la historia, convierten a las v¨ªctimas en verdugos y se apropian de los combates antifascistas para defender el fascismo, el suyo inocultable.
No sabe lo que es la guerra. Ni la paz, tan dif¨ªcil, y los esfuerzos que hay que hacer para conseguirla y mantenerla. De ah¨ª que no se pueda contar con ella para que la alcance Ucrania. Quiere arrodillarse ante Putin como Chamberlain se arrodill¨® ante Hitler en 1938, a costa no tan solo de Checoslovaquia, sino tambi¨¦n de la Rep¨²blica espa?ola en su ¨²ltima bocanada. Y lo poco que sabe de los imperios no le basta para condenar al ¨²nico que persiste en suelo europeo. No sabe tampoco que la libertad y la democracia no son un regalo, sino que hay que defenderlas a diario, hasta pagar a veces el m¨¢s alto precio, como en Ucrania, para no ser sometidos y aniquilados.