La Acr¨®polis desde el Are¨®pago
Hasta la Colina de Ares lo llevaron, a sus 21 a?os, una compa?¨ªa de vuelos de bajo coste y el dinero de la beca, pero tambi¨¦n y sobre todo las clases de ?ngeles y la educaci¨®n p¨²blica
El 21 de enero de 2022, mi hermano mir¨® la Acr¨®polis desde el Are¨®pago y se le pusieron los ojos llorosos. Esto ¨²ltimo no me lo ha dicho pero lo intuyo, porque a mi padre se le cay¨® una l¨¢grima ¡ªesto s¨ª que lo s¨¦ porque estaba delante¡ª cuando ley¨® el mensaje que le enviaba su hijo peque?o desde all¨ª.
Ese mismo d¨ªa hab¨ªa cogido el vuelo Madrid-Atenas, pero su viaje no empez¨® el 21 de enero de 2022 sino mucho antes, cuando apenas ten¨ªa cuatro o cinco a?os y mi padre incorpor¨® la historia de Pan y Siringa al repertorio de cuentos. Despu¨¦s vino la pel¨ªcula de H¨¦rcules y empez¨® a dibujar h¨¦roes y dioses ¡ªaunque, sobre todo, diosas¡ª cl¨¢sicas. Y con el tiempo e inspirado en lo que le contaba mi padre del mundo antiguo, empez¨® tambi¨¦n a inventarse civilizaciones.
En nuestra casa, como en la mayor¨ªa de casas de la clase trabajadora, no hab¨ªa una gran biblioteca. Casi todos los libros que ten¨ªamos eran del C¨ªrculo de Lectores o de las promociones que hac¨ªan los diarios en los 2000, pero cuando mi hermano empez¨® a crecer, empezaron a aparecer por el sal¨®n ejemplares sueltos de la Biblioteca Cl¨¢sica Gredos que no s¨¦ si mi padre le¨ªa para contarle despu¨¦s o si tan solo los dejaba por casa como miguitas de pan.
Alguna de ellas debi¨® alimentarlo, porque el 21 de enero de 2022, mirando la Acr¨®polis desde el Are¨®pago, mi hermano se acord¨® de uno de esos ejemplares, Los mitos griegos, de Robert Graves. Tambi¨¦n rememor¨® a mi padre cont¨¢ndole la historia de Pan y llev¨¢ndolo a M¨¦rida en el cl¨ªo cuando no levantaba tres palmos del suelo. Aquella fue la ¨²nica vez que nos alojamos en un hotel en toda nuestra vida, y ¨¦l, que a sus cinco a?os ten¨ªa un fuerte compromiso con el civismo, le confes¨® a la bedel al irnos que nos llev¨¢bamos el peine de cortes¨ªa.
Del apartamento en el que casi veinte a?os despu¨¦s se aloj¨® en Grecia no s¨¦ si se llev¨® el peine, pero en la noche ateniense, mientras se maravillaba frente a una de las m¨¢s bellas obras de nuestra cultura, mi hermano record¨® tambi¨¦n a ?ngeles Pati?o, su profesora de griego y lat¨ªn del instituto. Cada vez que me la cruzo me pregunta por ¨¦l, y en la sonrisa que me devuelve cuando le respondo que le va muy bien la carrera ¡ªmi hermano acab¨® estudiando cl¨¢sicas¡ª hay alegr¨ªa y orgullo.
Porque hasta la Colina de Ares lo llevaron, a sus 21 a?os, una compa?¨ªa de vuelos de bajo coste y el dinero de la beca, pero tambi¨¦n y sobre todo las clases de ?ngeles y la educaci¨®n p¨²blica, el trabajo de Graves y la idea de mi padre de contarle un d¨ªa la historia del s¨¢tiro y la ninfa. Qui¨¦n sabe si no ayudaron incluso los Austrias y su opulencia: vivir en Aranjuez, con sus jardines llenos de representaciones mitol¨®gicas, igual tambi¨¦n hizo lo suyo.
¡°Cu¨¢nto tardamos en reconocer a quienes nos van a cambiar la vida¡±, escribe otra apasionada del mundo cl¨¢sico y seguramente inspiradora de infinitos caminos como infinito ha sido su junco, Irene Vallejo. Cu¨¢nto tardamos en reconocer a los que siembran en nosotros una vocaci¨®n, una actitud, una visi¨®n del mundo.
Por eso, el d¨ªa que llegamos al Are¨®pago, que con frecuencia no es un lugar del mundo sino del alma, es nuestro deber, como hizo mi hermano, acordarnos de ellos. Y reconocer que, sin las semillas que plantaron, nunca habr¨ªamos mirado la Acr¨®polis. No, al menos, con los mismos ojos.
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