La calle no siempre tiene la raz¨®n
Es un error craso el que cometen tanto gobierno como oposici¨®n al dejar en manos de una an¨®nima e irreflexiva multitud los designios del devenir pol¨ªtico del pa¨ªs
Lleg¨® la semana en que unos y otros se van a dejar contar. El martes ser¨¢ el d¨ªa de los amigos del gobierno. Los seguidores del presidente Gustavo Petro est¨¢n convocados a las calles para expresar su respaldo a las reformas que este semestre estar¨¢n discuti¨¦ndose en el Congreso y, hay que decirlo, no se ha escatimado esfuerzo por parte del gobierno para hacer saber a los colombianos que esa convocatoria es como un llamado plebiscitario para que ¡°la calle¡± d¨¦ garant¨ªa de legitimidad a los cambios que el gobierno quiere adelantar.
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Lleg¨® la semana en que unos y otros se van a dejar contar. El martes ser¨¢ el d¨ªa de los amigos del gobierno. Los seguidores del presidente Gustavo Petro est¨¢n convocados a las calles para expresar su respaldo a las reformas que este semestre estar¨¢n discuti¨¦ndose en el Congreso y, hay que decirlo, no se ha escatimado esfuerzo por parte del gobierno para hacer saber a los colombianos que esa convocatoria es como un llamado plebiscitario para que ¡°la calle¡± d¨¦ garant¨ªa de legitimidad a los cambios que el gobierno quiere adelantar.
El mi¨¦rcoles ser¨¢ el turno de la oposici¨®n. Para esta jornada el llamado es diametralmente opuesto al del d¨ªa anterior: rechazo a las reformas que plantea el presidente Petro, rechazo a Petro, rechazo a los ministros de Petro, mejor dicho, rechazo a todo lo que de manera democr¨¢tica se eligi¨® en las votaciones de junio del a?o pasado.
Ambas manifestaciones parten de una sorprendente premisa que es el c¨¢ncer que hoy tiene en cuidados intensivos a algunas de las democracias m¨¢s s¨®lidas del mundo: a como d¨¦ lugar se debe imponer una ¨²nica visi¨®n de pa¨ªs sin importar que hace menos de un a?o haya habido unas elecciones cuyos ganadores deber¨ªan ser los encargados de interpretar el sentir y las necesidades de los colombianos. El mi¨¦rcoles sabremos qu¨¦ visi¨®n de pa¨ªs moviliza m¨¢s gente y, tal vez, estemos presenciando un vuelco en la tradici¨®n democr¨¢tica de Colombia.
Las mayor¨ªas, la gente, ¡°la calle¡±, contrariamente a lo que nos quieren hacer ver, no es necesariamente ni la m¨¢s inteligente, ni la m¨¢s sensata. Es un error craso el que cometen tanto gobierno como oposici¨®n al dejar en manos de una an¨®nima e irreflexiva multitud los designios del devenir pol¨ªtico del pa¨ªs, pues quieren hacernos creer que lo importante es la cantidad de personas y no la calidad de los argumentos que se presenten para soportar una idea, una propuesta o el rechazo a una iniciativa.
Hace dos mil a?os una multitud consultada por Poncio Pilatos mand¨® a Jes¨²s a la crucifixi¨®n y decidi¨® dejar en libertad al delincuente Barrab¨¢s. No hay necesidad de explicar esto. La multitud no es sabia, sino emocional. Si hace quinientos a?os se hubiese hecho una movilizaci¨®n para definir sobre el futuro del genio de la astronom¨ªa Galileo Galilei, quien entonces se opon¨ªa a la visi¨®n de un mundo antropoc¨¦ntrico para lanzarnos a entender que ni dios ni el hombre son el centro del universo, seguramente la mayor¨ªa habr¨ªa pedido inquisici¨®n y hoguera para el cient¨ªfico.
Si hacemos una convocatoria a ¡°la calle¡± para definir asuntos peliagudos que gracias a la Corte Constitucional hacen de Colombia un pa¨ªs progresista, como el matrimonio entre parejas de mismo sexo, el aborto o la reglamentaci¨®n de la eutanasia, lo m¨¢s probable es que nuestro ultraconservador pa¨ªs no dejar¨ªa que esos elementos, que hoy son garantizados por el Estado, fueran posibles.
¡°La calle¡± es un manojo de sentimientos, de sue?os y de prejuicios. ¡°La calle¡± es poderosa y nos debe servir para medir la temperatura del pa¨ªs, pero debe haber un contrapeso, porque la raz¨®n debe ser siempre m¨¢s fuerte que la ira o el deseo.