El peor mensaje electoral
Dado que nuestro bibloquismo veta todo entendimiento transversal, la se?al que se emite con las discrepancias es que votar socialista lleva aparejado seguir acarreando la mochila de Podemos
Para quienes tenemos que estar pendientes de la actualidad nacional, lo m¨¢s dif¨ªcil es poder desentra?ar en qu¨¦ fijarse detr¨¢s de la continua exhibici¨®n de conflictos que todo lo inunda. Y como estos abundan, uno no sabe ya si forman parte de las convenciones naturales del discurso pol¨ªtico o esconden alg¨²n material digno de ser analizado. Me refiero ahora a las desavenencias p¨²blicas entre los dos partidos de la coalici¨®n en torno a la llamada ley del s¨®lo s¨ª es s¨ª y su reforma, que tanto solivianta las relaciones entre la parte mayoritaria del Gobierno y sus coaligados.
No es la primera vez que ocurre y, por tanto, poco deber¨ªa extra?arnos. Las divergencias entre unos y otros han sido una constante a lo largo de la legislatura. Lo excepcional esta vez es el timing, a las puertas del ciclo electoral. Esto condiciona tambi¨¦n el porqu¨¦ de cada una de las posiciones. A S¨¢nchez no le quedaba otra que atajar la hemorragia de la revisi¨®n de las penas por delitos sexuales, con su reguero de delincuentes saliendo de las c¨¢rceles. Ha podido ceder en la ley trans o en otras cuestiones, pero ahora ser¨ªa suicida no reaccionar. Lo que no se entiende bien es por qu¨¦ Unidas Podemos sigue perseverando en su actitud de oponerse a la reforma. Lo menos da?ino para este partido ser¨ªa reconocer el error; nadie duda de que las intenciones que impulsaron la ley responden a la particular visi¨®n de Podemos de protecci¨®n de las mujeres; se reconoce el fallo jur¨ªdico-formal y a otra cosa.
Lo m¨¢s posible, sin embargo, es que esto no vaya de concepciones del feminismo, sino de luchas de poder, de algo bien masculino, marcar el territorio. Tanto frente al PSOE, al que aparta simb¨®licamente de la posici¨®n m¨¢s radical sobre el asunto y le empuja a tener que entenderse con el PP para aprobar la reforma, como, sobre todo, frente al propio proyecto de Yolanda D¨ªaz. Esta exhibici¨®n de fuerza coincide con el momento en el que debe concretarse el proyecto y las listas de Sumar. Transmite el mensaje de algo as¨ª como ¡°sin nosotros no eres nada¡±. Todo un ¨®rdago, porque descabalga la intenci¨®n de la pol¨ªtica gallega por crear un partido de orden a la izquierda del PSOE y con perfil propio. Y la arrastra a tener que aceptar posiciones m¨¢s belicosas, en consonancia con la indudable sinton¨ªa de los de Iglesias y Belarra con ERC y Bildu.
Sin embargo, creo que el m¨¢s afectado es el propio PSOE. Que esta manifestaci¨®n de discordancias entre los miembros de la coalici¨®n ocurra en periodo electoral es el peor mensaje que se puede transmitir. Dado que nuestro bibloquismo veta todo entendimiento transversal, la se?al que se emite es que votar socialista lleva aparejado seguir acarreando la mochila de Podemos; es decir, que en caso de que no haya alternativa posible a la derecha, nos quedar¨ªa otra legislatura plagada de desencuentros. Han dejado claro que no es tan f¨¢cil domarlos, como ahora porf¨ªan en exhibir. Con un factor a?adido que no es menor, la anticipaci¨®n de las nuevas demandas que Unidas Podemos incorporar¨ªa al pr¨®ximo Gobierno. Hasta ahora consigui¨® buena parte de sus fines, que incidieron fundamentalmente sobre posiciones de guerra cultural o pol¨ªtica social; queda por realizar lo m¨¢s granado de su programa, lo que nunca se esforzaron por silenciar, dinamitar el sistema del 78. Y me temo que eso condicionar¨¢ la campa?a del PSOE; m¨¢s que esforzarse en explicar sus futuras l¨ªneas de actuaci¨®n, su programa, se ver¨¢ obligado a explicitar lo que no va a hacer, sus l¨ªneas rojas frente a las exigencias de sus socios potenciales. Dados los precedentes, el desaf¨ªo es hacerlo cre¨ªble.
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