Nace una naci¨®n, agoniza un imperio
Es en el coraz¨®n de los rusos donde la destrucci¨®n avanza sin remedio, una agon¨ªa sin otro plazo que el momento lejano en que sea la libertad y no la sumisi¨®n al aut¨®crata la que habite el lugar donde late el amor a la patria rusa
M¨¢s Ucrania y menos Rusia. Este es el sencillo balance de un a?o de destrucci¨®n, sangre y muerte a raudales, el precio insoportable del tipo de cat¨¢strofe que perpetran regularmente los seres humanos, enzarzados en la historia de siempre con el auxilio de la siniestra partera, la guerra.
Hoy la naci¨®n ucraniana es m¨¢s fuerte. En el coraz¨®n de los ciudadanos, la disposici¨®n de sus j¨®venes a morir por ella y la admiraci¨®n que merece y suscita en Europa y el mundo. Y, sobre todo, en su apuesta por la libertad, la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos, todo lo que caracteriza a la sociedad europea con la que quiere asociarse, frente a la oferta que llega de Mosc¨² junto a las bombas para que se conforme con la autocracia.
Mucho m¨¢s d¨¦bil es su econom¨ªa, cierto. Ha disminuido su poblaci¨®n, refugiada en pa¨ªses vecinos, y diezmada por los bombardeos y los combates. Son terribles los dolores y da?os del parto. Destrozadas sus infraestructuras, destruidos numerosos hospitales, escuelas y teatros, reducido el parque de viviendas, as¨ª es el campo de escombros que Putin ofrece. Es inverso el efecto sobre Rusia, preservada e intacta gracias a la asimetr¨ªa de su abusiva agresi¨®n bajo el paraguas nuclear. Ni siquiera las duras sanciones perturban la vida del gigante victimizado, aunque dificulten sus suministros, incomoden a sus oligarcas y conviertan en apestados a sus diplom¨¢ticos y pol¨ªticos en el occidente colectivo al que designan como enemigo, despu¨¦s de haberlo elegido durante 30 a?os como para¨ªso de sus inversiones, sus vacaciones, la educaci¨®n de sus hijos e incluso la instalaci¨®n de sus familias.
Es en el coraz¨®n de los rusos donde la destrucci¨®n avanza sin remedio, una agon¨ªa sin otro plazo que el momento lejano en que sea la libertad y no la sumisi¨®n al aut¨®crata la que habite el lugar donde late el amor a la patria rusa. Cuando los rusos, como los ucranianos, sean ciudadanos de una naci¨®n europea m¨¢s y no siervos de un imperio arrollador dispuesto a imponer su orden por la ¨²nica ley de la fuerza.
Tuvo su mayor retroceso hace 30 a?os, al hundirse el anterior avatar sovi¨¦tico, pero ahora, por querer sobrevivir y recuperar el imperio, ha perdido definitivamente a Ucrania, la pieza geopol¨ªtica central de su dominio. Tantas cosas ha perdido que ya no parece importarle una m¨¢s: su ej¨¦rcito arruinado, sus j¨®venes exilados, sus prisiones repletas de disidentes, incluso sus aliados centroasi¨¢ticos incomodados por tanta brutalidad... y su alma. Al comp¨¢s del imperio que decrece, crecen sus adversarios, Europa y la OTAN. A costa tambi¨¦n de un creciente peligro. Est¨¢ justo donde puede surgir la salvaci¨®n de quien sabe enfrentarlo y la condena de quien lo promueve. Falta solo cruzar el dificil dintel, el fin del imperio, que interrumpa el parto y la agon¨ªa para que llegue cuanto antes la paz, la paz justa y verdadera.
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