El grito del pueblo peruano
Los peruanos de a pie han demostrado que tienen conciencia de ser dominados y explotados por una ¨¦lite ¨¢vida y corrupta. Para detener la violencia, la represi¨®n tiene que acabar, el presidente Castillo debe ser liberado y se deben convocar nuevas elecciones
Todo comienza con una impresionante hilera de polic¨ªas. Una mujer ind¨ªgena les increpa: ¡°Yo no tengo estudios, pero me doy cuenta...¡±. Su voz suena enronquecida, sus gestos son apasionados, febriles. Tiene algo que decir. Hace dos meses que los campesinos pobres, los vendedores callejeros, los peque?os artesanos, el proletariado urbano y rural, todos aquellos a los que all¨ª suelen denominar el ¡°Per¨² silencioso¡±, tienen algo que decir. ...
Todo comienza con una impresionante hilera de polic¨ªas. Una mujer ind¨ªgena les increpa: ¡°Yo no tengo estudios, pero me doy cuenta...¡±. Su voz suena enronquecida, sus gestos son apasionados, febriles. Tiene algo que decir. Hace dos meses que los campesinos pobres, los vendedores callejeros, los peque?os artesanos, el proletariado urbano y rural, todos aquellos a los que all¨ª suelen denominar el ¡°Per¨² silencioso¡±, tienen algo que decir. Y hace dos meses que los aporrean, los encarcelan y les disparan. Esto no puede continuar.
En un breve v¨ªdeo que me ha enviado un amigo peruano, la mujer ind¨ªgena increpa a los agentes con un coraje y una convicci¨®n que merecen el m¨¢s profundo respeto. Hace falta mucha inteligencia y dolor para alcanzar ese grado de determinaci¨®n, de car¨¢cter. Tras una cincuentena de muertos, y a la vista de la situaci¨®n de desamparo en la que viven las clases populares peruanas, es decir, la inmensa mayor¨ªa del pa¨ªs, la persistencia de las manifestaciones y los bloqueos debe entenderse como un testimonio concreto de lo que llaman ¡°una conciencia¡±. Mal que les pese a los dos j¨®venes que, en el v¨ªdeo, pasan indolentemente latas de cerveza en mano entre la hilera de polic¨ªas y la mujer ind¨ªgena, el pueblo peruano tiene conciencia. Conciencia de su situaci¨®n concreta, conciencia de la dominaci¨®n que pesa sobre ¨¦l desde la Conquista, conciencia de ser explotado por una ¨¦lite ¨¢vida y corrupta.
Los dos j¨®venes pasan, despreocupados. El primero de ellos, en pantal¨®n corto, con el mayor desparpajo, sonr¨ªe a los agentes y suelta: ¡°M¨¦tele bala, huev¨®n¡±. Esta broma se dirige a unas fuerzas del orden que ya han matado a m¨¢s de 50 personas desde el comienzo de las movilizaciones, y se inscribe en un marco que qued¨® establecido de una vez por todas hace 150 a?os. As¨ª que no es una broma. Es un atributo de clase. Per¨² no es una democracia. El presidente Castillo, primer mestizo en llegar a la presidencia en toda la historia nacional, no solo ha sufrido la obstrucci¨®n sistem¨¢tica de un Parlamento en manos de la derecha y la extrema derecha, y cuyos votos suelen tener un precio, como han demostrado sobradamente los recientes casos de corrupci¨®n, sino que adem¨¢s ha sido objeto de la venganza constante de los medios de comunicaci¨®n a sueldo de las grandes fortunas, lo que no es un secreto para nadie. El primer presidente de origen pobre y andino termin¨® siendo detenido y depuesto, acusado de intentar un golpe de Estado, cuando, precisamente, la situaci¨®n que vive el pa¨ªs desde entonces es lo m¨¢s parecido a un verdadero golpe. En cualquier caso, desde su arresto, el pueblo peruano lo apoya y arriesga la vida en las manifestaciones.
Este v¨ªdeo que ya han visionado muchos peruanos nos muestra, en 19 segundos, la realidad del mundo en que vivimos. Dos j¨®venes normales y corrientes, como se ven en cualquier centro urbano de los pa¨ªses desarrollados, est¨¢n dando una vuelta. A primera vista, nos encontramos ante una estampa de un mundo que nos resulta familiar: ese que reivindica la tolerancia, la democracia liberal, los estudios superiores; el mundo de ¡°nuestros valores¡±. Pero todo cambia al cabo de diez segundos. Uno de los j¨®venes se vuelve hacia la inquietante hilera de polic¨ªas y le dice a uno de ellos, sonriendo: ¡°M¨¦tele bala, huev¨®n¡±.
Los libros de Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas, el gran autor peruano, no han cesado de describir esta odiosa realidad: Per¨² es un pa¨ªs feudal. Pero, en parte, nuestro mundo tambi¨¦n lo es. En el mejor de los casos, los indios, los negros, los mestizos, todas las poblaciones pobres del planeta concitan nuestra curiosidad tur¨ªstica o nuestra piedad, pero, a diario, son objeto de nuestra explotaci¨®n a distancia y de nuestro desprecio. Y lo que nos muestra con toda crudeza este breve v¨ªdeo a trav¨¦s de la brutalidad de la sociedad colonial peruana es la esencia disimulada de nuestro mundo, su estructura profunda. En realidad, vivimos de nuevo en un mundo feudal, anterior al Siglo de las Luces, en el que los m¨¢s ricos son completamente indiferentes a los dem¨¢s.
Y, mientras tanto, Francia se regocija de honrar a un escritor peruano que dio su apoyo a Keiko Fujimori, es decir, a la extrema derecha, por supuesto desde una ¡°mentalidad abierta¡± y ¡°digna de nuestros valores¡±. El rey em¨¦rito de Espa?a, que tuvo que abdicar tras sendas acusaciones de corrupci¨®n, asisti¨® al ingreso de su amigo en la Academia Francesa. ?A qu¨¦ extra?a mundializaci¨®n estamos asistiendo? ?Se trata solamente de una mundializaci¨®n liberal? Mientras el pueblo peruano lleva semanas manifest¨¢ndose, un escritor peruano que se mueve entre la jet set entra en la Academia Francesa e invita a un rey em¨¦rito implicado en oscuros negocios que acude desde su exilio en una monarqu¨ªa petrolera. ?Qu¨¦ mundo tan extra?o!
Si uno vuelve a mirar el v¨ªdeo, lo que a fin de cuentas ver¨¢ ser¨¢ ira frente a represi¨®n, sinceridad frente a indiferencia, palabras frente a violencia, desprecio frente a miseria. Definitivamente, las palabras que pronuncia el joven no son una broma. Nadie bromea. Ni los escritores, ni las academias, ni los reyes em¨¦ritos, ni las monarqu¨ªas petroleras, ni los j¨®venes petimetres. Desgraciadamente, cuando el sonriente joven le pide al polic¨ªa ¡°m¨¦tele bala, huev¨®n¡±, hay que tomarlo al pie de la letra. De hecho, ?qu¨¦ se ha venido haciendo desde hace siglos, desde las conquistas, las dictaduras, los derrocamientos de reg¨ªmenes a capricho de la pol¨ªtica estadounidense, desde las democracias nominales? Matar a los peones, a los indios, a los cholos, a los ind¨ªgenas humildes.
Esto tiene que parar. La represi¨®n tiene que parar. La violencia de las fuerzas policiales tiene que parar. Y si lo que se pretende es un verdadero apaciguamiento, y pensemos lo que pensemos de ¨¦l, el presidente Castillo debe ser liberado y el Congreso debe disolverse para convocar nuevas elecciones. ?Elecciones generales en Per¨² ya! No hay otra posibilidad para la justicia y la paz.
Tengo una deuda hacia el Per¨². He estado all¨ª. All¨ª tengo recuerdos y amigos. En Diamantes y pedernales, la novela de Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas, los ni?os quechuas que intentan alcanzar una flor sobre el precipicio gritan: ¡°?Si pudiera alcanzarte!¡±. Hoy, el pueblo mudo del Per¨² grita: ¡°?Si pudiera alcanzarte!¡±. Este grito no puede volver a caer en el silencio.