Es hora de que toda Am¨¦rica d¨¦ un paso adelante (una vez m¨¢s) en materia de emigraci¨®n
Los pa¨ªses de todo el continente deben intensificar los esfuerzos de acogida y hacer realidad lo prometido en la Declaraci¨®n de Los ?ngeles
Con la reciente medida del Gobierno de Biden de restringir el asilo en la frontera entre Estados Unidos y M¨¦xico podr¨ªa estar escap¨¢ndose una oportunidad hist¨®rica de gestionar mejor la migraci¨®n en el hemisferio occidental. Para asegurarse de que eso no ocurra, los pa¨ªses de Latinoam¨¦rica y el Caribe tienen que volver a dar ejemplo al mundo de c¨®mo hacer frente al reto de la intensificaci¨®n de la movilidad humana.
De este modo estar¨¢n haciendo lo correcto y necesario para proteger a nuestras democracias de quienes se aprovechan de los emigrantes y la emigraci¨®n para sacar r¨¦dito pol¨ªtico y alimentar la polarizaci¨®n.
Muy a menudo se tiene una visi¨®n simplista de la migraci¨®n en Am¨¦rica, seg¨²n la cual los emigrantes de la zona huyen hacia Estados Unidos. Sin embargo, la verdad es mucho m¨¢s compleja. Pensemos en las nacionalidades que han centrado toda esa atenci¨®n prestada a la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos en los ¨²ltimos meses: venezolanos, nicarag¨¹enses y haitianos. Si bien es cierto que hasta el mes pasado llegaban personas de estos tres pa¨ªses en n¨²meros nunca vistos, esas cifras enmascaran una realidad compleja que, de alterarse, podr¨ªa intensificar la actividad en la frontera en vez de disminuirla.
Desde principios de la pasada d¨¦cada, pa¨ªses de todo el hemisferio han acogido a millones de emigrantes procedentes de Hait¨ª, Venezuela y Nicaragua. En total, m¨¢s de siete millones de venezolanos y cientos de miles de haitianos y nicarag¨¹enses han huido para poder sobrevivir. Casi todos han encontrado un nuevo hogar en Latinoam¨¦rica y el Caribe.
El caso de los venezolanos es el m¨¢s notorio. Desde 2015, de los m¨¢s de siete millones que se han visto obligados a dejar el pa¨ªs, el 80% vive ahora en otros lugares de la regi¨®n. Actualmente, en cuanto a n¨²mero, los venezolanos que residen en Estados Unidos constituyen tan solo la s¨¦ptima comunidad venezolana instalada fuera de su pa¨ªs de origen.
De hecho, Colombia ha absorbido a casi 2,5 millones de venezolanos. Siendo presidente de Colombia, ante unos niveles in¨¦ditos de emigraci¨®n desde Venezuela, firm¨¦ el primer decreto de regularizaci¨®n de los venezolanos en mi pa¨ªs, sentando as¨ª un precedente para nuestra hospitalaria respuesta. Posteriormente, mi sucesor hizo efectivo por primera vez en la historia un estatuto jur¨ªdico temporal de 10 a?os que ya ha beneficiado a m¨¢s de un mill¨®n de personas de nacionalidad venezolana. Me movi¨® un sentido de la solidaridad y de la generosidad que ha sido muy beneficioso para mi pa¨ªs. Numerosos pa¨ªses de la zona est¨¢n haciendo lo mismo por los venezolanos y otras personas que se desplazan. Los pa¨ªses caribe?os han acogido a un n¨²mero de emigrantes venezolanos per c¨¢pita que deja peque?o al de Estados Unidos.
La acogida de estas poblaciones no siempre ha sido f¨¢cil, ni ha estado exenta de controversias y tensiones. Los sistemas siempre se han improvisado, y Colombia y toda la zona han emprendido esta acogida masiva sin apenas apoyo de la comunidad internacional. Pero las experiencias de Latinoam¨¦rica y el Caribe constituyen ejemplos importantes de que es posible encontrar oportunidades con unos niveles sin precedentes de movilidad poblacional, y de que las comunidades de acogida pueden absorber a los reci¨¦n llegados de una manera eficaz y humana.
La Declaraci¨®n de Los ?ngeles sobre Migraci¨®n y Protecci¨®n, elaborada por 21 pa¨ªses en la Cumbre de las Am¨¦ricas del a?o pasado, se fundamenta en este legado de acogida y abre la puerta a un futuro nuevo y m¨¢s eficaz para la gesti¨®n de la emigraci¨®n en toda Am¨¦rica. La Declaraci¨®n compromete a los signatarios a trabajar en colaboraci¨®n para apoyar a las comunidades de acogida, promover v¨ªas alternativas y legales para la emigraci¨®n, mejorar la gesti¨®n de la emigraci¨®n humana y perfeccionar la respuesta de emergencia coordinada con el fin de prevenir la emigraci¨®n antes de que empiece.
Sin embargo, la puesta en pr¨¢ctica del manifiesto de Los ?ngeles se ve amenazada por un impulso dif¨ªcil de contrarrestar, especialmente en Estados Unidos: la b¨²squeda de soluciones impuestas y a corto plazo dirigidas a disuadir a los migrantes. La reciente propuesta del Gobierno de Biden de limitar el acceso al asilo es precisamente una de esas medidas equivocadas.
En las reformas propuestas, el Gobierno estadounidense parece prestar o¨ªdos a los cantos de sirena que lo llaman a alejar todav¨ªa m¨¢s el asilo de sus costas y llevarlo a ¡°primeros pa¨ªses seguros¡±. En lo que deber¨ªa ser un ejemplo admonitorio para Estados Unidos, en Europa ya se ha ensayado ?sin ¨¦xito? una aplicaci¨®n plenamente desarrollada de esta estrategia. El Reglamento de Dubl¨ªn de la Uni¨®n Europea ha sobrecargado a los pa¨ªses fronterizos, ha introducido ineficiencias en la tramitaci¨®n del asilo, ha socavado la solidaridad entre pa¨ªses y ha deteriorado la confianza de la opini¨®n p¨²blica en la capacidad de Europa de gestionar la emigraci¨®n. Y eso en la Uni¨®n Europea, que est¨¢ mucho m¨¢s institucionalizada y dispone de muchos m¨¢s recursos que el sistema interamericano.
Cualquier estrategia de traspaso de cargas a este lado del Atl¨¢ntico ser¨ªa manifiestamente injusta y contraria al esp¨ªritu de fraternidad y solidaridad que Colombia y Latinoam¨¦rica han demostrado. Asimismo, supondr¨ªa una presi¨®n insostenible para pa¨ªses que han predicado con el ejemplo, como Colombia, que ya est¨¢ mostrando signos poco alentadores de retroceso. Obligarnos a absorber cifras mayores podr¨ªa dificultar el mantenimiento de las pol¨ªticas que han estabilizado las poblaciones migrantes. Como ha ocurrido en Europa, animar¨ªa a¨²n m¨¢s a los emigrantes a recurrir a traficantes para evitar ser detectados en las fronteras.
A fin de dejar claro que existe una forma mejor y m¨¢s eficaz de gestionar la migraci¨®n, los pa¨ªses de toda Am¨¦rica deben intensificar los esfuerzos de acogida, como hicimos nosotros con los venezolanos, y hacer realidad lo prometido en la Declaraci¨®n de Los ?ngeles. De este modo, podremos ordenar mucho m¨¢s la movilidad humana en nuestro hemisferio y dar a todas nuestras democracias el respiro que tanto necesitan.
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