Pol¨ªtica infiltrada en las redes sociales
Al margen de sus perfiles oficiales, m¨¢s encorsetados, algunos partidos y pol¨ªticos alientan, si no gestionan directamente, grupos de apoyo popular donde los simpatizantes publican sus comentarios o v¨ªdeos, fotos o montajes m¨¢s provocadores

El Twitter de Elon Musk es, por m¨¦ritos propios, la versi¨®n moderna del hundimiento del Titanic. Alg¨²n guionista se har¨¢ de oro si es capaz de plasmar el drama en toda su complejidad de escenas, personajes y situaciones. Los ¨²ltimos episodios no dejan mucho margen para el optimismo. Las deudas se cuelan a borbotones por las bodegas del barco y el contable anuncia que las ganancias interanuales han ca¨ªdo un 40% en diciembre. La falta de mantenimiento provoca nuevos apagones mientras, en la cubierta del anta?o flamante trasatl¨¢ntico digital, una cantidad notable de pasajeros se ha liado a zurriagazos en nombre de la libertad de expresi¨®n. Nadie puede impedirlo porque los responsables de moderaci¨®n fueron ??los primeros en ser lanzados por la borda, tal y como orden¨® el comandante Musk. Temeroso de un mot¨ªn a bordo, el patr¨®n del barco ya no pasea solo. Dos responsables de seguridad le acompa?an hasta en sus visitas al cuarto de ba?o. El odio y la desinformaci¨®n est¨¢n retorciendo las estructuras de la plataforma y, a pesar de que los violinistas, nost¨¢lgicos de los felices d¨ªas de navegaci¨®n, seguimos tocando, nos preguntamos si no acabaremos tambi¨¦n nosotros engullidos por el oc¨¦ano.
Peliculillas aparte, Musk se resiste a que Twitter pierda, adem¨¢s de dinero, el liderazgo de las redes sociales con influencia pol¨ªtica. En enero pasado abri¨® una nueva fuente de ingresos al autorizar que los candidatos y los partidos pol¨ªticos en Estados Unidos paguen por colocar mensajes electorales en las cuentas de los usuarios. Esta decisi¨®n revierte uno de los ejes de la estrategia de Jack Dorsey, antiguo responsable de Twitter, para quien los pol¨ªticos deben ganarse, y no comprar, el alcance que sus ideas obtienen entre los ciudadanos. Dos meses despu¨¦s de su apertura, nadie ha pasado por la ¡°tienda¡± de anuncios pol¨ªticos, seg¨²n reconocen responsables de Twitter al medio Pol¨ªtico. Las mismas dudas que el proyecto de Musk suscita entre los anunciantes que se van, parecen hacer mella en los estrategas digitales de las campa?as pol¨ªticas.
Mientras Twitter trata de poner en marcha su maquinaria para las publicaciones pol¨ªticas de pago, un abuelito maratoniano le ha ganado ya varias carreras. Se trata de Facebook, cuya plataforma de gesti¨®n de mensajes publicitarios es un arma imponente para cualquier pol¨ªtico o partido. Lo que llaman ¡°anuncios¡± puede no parecerlo, porque a menudo queda integrado como un texto o un v¨ªdeo m¨¢s sin que los ciudadanos puedan encontrar un indicativo de que alguien ha pagado para que aparezca en sus cuentas. La direcci¨®n de Meta, matriz de Facebook, respondi¨® en 2016 a las acusaciones sobre la opacidad de su publicidad con una herramienta de consulta imprescindible para el periodista pol¨ªtico del siglo XXI. La llamada Biblioteca de anuncios de Facebook (e Instagram) contiene informes por pa¨ªses y comunidades aut¨®nomas y un buscador que permite localizar los mensajes en los que un partido o candidato est¨¢n invirtiendo dinero. Es posible consultar detalles del anuncio como su contenido, el dinero invertido, la difusi¨®n obtenida y los distintos p¨²blicos (por sexo, edad o ubicaci¨®n precisa) a los que ha llegado el anuncio.
Las campa?as electorales no arrancan ahora con carteles de papel, cubos con pegamento y candidatos ilusionados. En la era de las redes sociales la batalla por el poder no se detiene nunca. Facebook es una pata estrat¨¦gica para llegar, en el caso de Espa?a, a 20 millones de personas de una rica diversidad social. Y no s¨®lo previo pago. Al margen de sus perfiles oficiales, m¨¢s encorsetados, algunos partidos y pol¨ªticos alientan, si no gestionan directamente, grupos de un ¡°espont¨¢neo¡± apoyo popular donde los simpatizantes publican sus comentarios o v¨ªdeos, fotos o montajes m¨¢s provocadores en tem¨¢tica y tono. Los grupos de apoyo de Facebook se han convertido en un vector de viralizaci¨®n, una palanca de difusi¨®n de esas publicaciones de origen incierto que acaban aterrizando en los m¨®viles de los ciudadanos y que poseen la capacidad de alterar la percepci¨®n de algunas realidades y personas. Una t¨¦cnica electoral tan efectiva como difusa.
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