La moci¨®n del populismo
Vox acude a Ram¨®n Tamames para escenificar un espect¨¢culo pol¨ªtico que solo contribuye a debilitar la democracia
La moci¨®n de censura que encabezar¨¢ el economista Ram¨®n Tamames, auspiciada por el partido ultraderechista de Vox, comulga con el principio populista de instrumentalizar las instituciones en detrimento de la misma democracia. Condenada como est¨¢ al fracaso, solo obedece al ¨¢nimo de elevar su visibilidad medi¨¢tica y al aprovechamiento de una figura hist¨®rica de la izquierda espa?ola como portavoz de los males de la patria que el Gobierno de coalici¨®n, seg¨²n ellos, no sabe remediar. Tamames ha accedido al juego de la ultraderecha y ahonda as¨ª su normalizaci¨®n pol¨ªtica.
La misma advertencia cabe hacer al Partido Popular liderado por Alberto N¨²?ez Feij¨®o, quien al ponerse de perfil ha evitado enviar un mensaje n¨ªtido de rechazo a Vox. Su tibieza de hoy al haber anunciado una abstenci¨®n que choca con las posiciones mayoritarias en el centro derecha liberal europeo contrasta tambi¨¦n con la oposici¨®n firme que expuso Pablo Casado en la anterior moci¨®n encabezada por Santiago Abascal y resta considerable credibilidad a la cr¨ªtica contra la moci¨®n formulada por el PP. Calificarla de show y no actuar en consecuencia supone asumir el marco de Vox al que le da igual el desgaste institucional con tal de embarrar la arena pol¨ªtica en un a?o eminentemente electoral. El sentido de Estado esperable en un expresidente auton¨®mico con varias legislaturas a cuestas deber¨ªa trazar un discurso p¨²blico capaz de revelar lo que pone en juego una moci¨®n liderada por un partido que rechaza buena parte de los principios de la democracia espa?ola: la ¨²nica respuesta del PP tendr¨ªa que ser un no.
Hay m¨¢s ingredientes at¨ªpicos en esta moci¨®n. El candidato a la presidencia discrepa en p¨²blico de buena parte del programa pol¨ªtico del partido que lo presenta, pero esa discrepancia no es producto de la voluntad sino del agobio de Vox para encontrar candidato, y de la frivolidad del propio candidato al aceptarlo. No est¨¢ claro a qu¨¦ partido puede beneficiar de forma m¨¢s directa el desarrollo del debate pero s¨ª es incuestionable el da?o que causa a la democracia la sobreexposici¨®n p¨²blica que obtiene Vox con ella en torno a un discurso monol¨ªtico y monotem¨¢tico de espa?olismo presuntamente alarmado por una fantasiosa ruptura de la unidad de Espa?a y de sus esencias decimon¨®nicas. La apelaci¨®n a las oscuras intenciones que ve Vox entre el Gobierno, el independentismo y ETA es poco m¨¢s que otra fanfarria ret¨®rica.
El af¨¢n oportunista con que se ha fraguado esta moci¨®n de censura nada tiene que ver con la petici¨®n de responsabilidad al Gobierno que la Constituci¨®n establece para servirse de este procedimiento. Antes que presentar una alternativa, la motivaci¨®n m¨¢s honda del debate de ma?ana consiste en activar un dispositivo antisanchista, aunque esto suponga retorcer las normas constitucionales por puro inter¨¦s partidista. Lejos de defender la Constituci¨®n, la formaci¨®n de Santiago Abascal y su envanecido candidato independiente Ram¨®n Tamames prefieren utilizar los mecanismos democr¨¢ticos de control y equilibrio como arma antipol¨ªtica, usando las propias instituciones gradual e incluso legalmente para minar la democracia. Durante la ¨²ltima d¨¦cada hemos aprendido que as¨ª mueren las democracias, pero algunos dirigentes pol¨ªticos y sus ¨¦lites parecen vivir m¨¢s c¨®modos ignorando esas lecciones. Lo que empez¨® como una vulgar operaci¨®n de marketing de Vox en su pugna por el votante del PP puede acabar teniendo en estos d¨ªas un efecto bumer¨¢n del que deber¨ªan estar prevenidos tambi¨¦n aquellos partidos en apariencia a salvo.
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