Todo de golpe contra todos
Los que recomend¨¢bamos la pel¨ªcula de los ¡®Daniels¡¯ nos habr¨ªamos echado a re¨ªr incr¨¦dulos si alguien nos hubiera dicho entonces que arrasar¨ªa en los Oscar
Que los premios se hayan convertido en el ¨²nico baremo utilizado para resaltar una obra art¨ªstica conlleva ciertos disparates. Como sucede con las subastas de pintura y el dinero alcanzado, la aplicaci¨®n del c¨®digo deportivo, basado en el marcador o en el cron¨®metro, a las actividades creativas las reduce y las subvierte. Para ahondar la quiebra de lo razonable, la costumbre es elegir unos finalistas para as¨ª a la hora de la concesi¨®n del galard¨®n poder tambi¨¦n escenificar la derrota con int¨¦rpretes destacados en el papel del perdedor. Como sol¨ªa decir Fern¨¢n G¨®mez, cuando le dan un premio a Katharine Hepburn lo que m¨¢s gusta es a?adir que derrota a Marlene Dietrich o a Greta Garbo. Caminado ya un largo recorrido desde que se impuso esta moda, que incluye la lista de venta y el n¨²mero de espectadores, no est¨¢ de m¨¢s sentarse a mirar el panorama que deja detr¨¢s. El mejor ejemplo reside en los ¨²ltimos resultados de la ceremonia de los Oscar de cine en Hollywood.
Durante los 22 a?os en que escrib¨ª en el dominical de El peri¨®dico de Catalunya hac¨ªa una peque?a lista de libros, discos y pel¨ªculas que me hab¨ªan gustado durante el a?o. Era un desahogo caprichoso en respuesta al capricho de las listas que hac¨ªan otros. El a?o pasado, all¨¢ por diciembre, destaqu¨¦ que la pel¨ªcula de los Daniels, Todo a la vez en todas partes, era lo mejorcito del cine americano del a?o, pues conten¨ªa en un desarrollo de pel¨ªcula de entretenimiento y mamporros una dosis considerable de ingenio, inventiva y gracia. En los meses siguientes, discutimos de esa pel¨ªcula contra todos los que abominaron de ella, que no eran pocos. Sol¨ªa suceder entre gente a la que se la hab¨ªan recomendado vivamente y al verla se sent¨ªan decepcionados. No hay nada peor que la expectativa. No me gustar¨ªa acudir a una cita amorosa y que la otra parte ande esperando ver entrar por la puerta a Brad Pitt. Sin embargo, los que recomend¨¢bamos la pel¨ªcula de los Daniels nos habr¨ªamos echado a re¨ªr incr¨¦dulos si alguien nos hubiera dicho entonces que arrasar¨ªa en los Oscar con premios a mejor pel¨ªcula, guion, direcci¨®n e interpretaciones. ?Por qu¨¦? Pues por la sencilla raz¨®n de que era una pel¨ªcula refrescante e ingeniosa, pero le sobraban 30 minutos en el desenlace y el conjunto de su discurso cab¨ªa en el env¨¦s de un sello.
Sin embargo, en esa ola de competici¨®n que son los premios fue gan¨¢ndolo todo en todas partes y casi al mismo tiempo. Hasta adquirir la categor¨ªa de favorita incuestionable y, en l¨®gica desmesura, la de ganadora por goleada. Y convertir a Spielberg o Cate Blanchett en perdedores por un rato es un lujo que nadie quiere ahorrarse. Pens¨¢ndolo bien, no existir¨ªa nada m¨¢s penoso que dar salida a una carrera de los 100 metros lisos en la que cada participante saliera con distintos objetivos. Uno, pensando en la marat¨®n. El de al lado, en los 5.000. El otro, en los 20 kil¨®metros marcha. Y el de m¨¢s all¨¢, empe?ado en un salto de longitud. Efectivamente, habr¨ªa un ganador, pero la competici¨®n en s¨ª misma ser¨ªa un disparate. Pues a ese disparate es al que nos hemos acostumbrado en el mundo de las artes y el espect¨¢culo. Fines diversos, particulares, oblicuos, condenados a someterse a un juicio general. A estas alturas, promover un disfrute sin ganadores ni perdedores es como aspirar a que un ni?o renuncie a la piruleta por las acelgas rehogadas.
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