Picasso y Rando: encuentro en el ruedo
La reuni¨®n entre estas dos figuras, uno cumbre de la modernidad y el otro expresi¨®n postmoderna, ofrece un recorrido por el modo de mirar el arte del siglo XX
Hace tiempo que Paul McCartney narr¨® c¨®mo su Picasso¡¯s Last Words (Drink to me) tuvo por origen un feliz encuentro que ¨¦l y su esposa Linda tuvieron con Dustin Hoffman en Jamaica. El actor se encontraba all¨ª rodando Papillon ¡ªadaptaci¨®n del relato hom¨®nimo autobiogr¨¢fico de Henri Charri¨¨re, emblema de la lucha por la libertad¡ª, en tanto que los McCartney tomaban unas vacaciones. Corr¨ªa abril de 1973. El exbeatle se present¨® en el rodaje iniciando una grata conversaci¨®n con el actor, que se prolongar¨ªa aquella noche en animada cena. Avanzada la velada y acompa?ado de su guitarra, el autor de Yesterday, haciendo alarde de su capacidad creativa, sugiri¨® al protagonista de El Graduado que eligiese una noticia cualquiera del peri¨®dico del d¨ªa con la que compondr¨ªa una canci¨®n. El azar, musa de la historia, quiso que aquel d¨ªa coincidiera con la muerte del genio espa?ol, Pablo Picasso, noticia que entonces daba la vuelta al mundo. El art¨ªculo elegido por el actor relataba que las ¨²ltimas palabras del creador de Las Se?oritas de Avignon fueron: ¡°Beban por m¨ª, beban a mi salud, ya saben que yo ya no puedo beber m¨¢s¡±. Y as¨ª fue c¨®mo naci¨® la balada folk que iba a ser parte de un nuevo y exitoso ¨¢lbum, el tercero, Band on the run, de la banda que hac¨ªa apenas dos a?os hab¨ªan conformado el exbeatle y Linda, Wings.
Picasso¡¯s Last Words (Drink to me) es la m¨²sica elegida para ambientar la exposici¨®n que, con ocasi¨®n del cincuentenario del fallecimiento de Pablo Ruiz Picasso (nacido el 25 de octubre de 1881 y muerto el 8 de abril de 1973), enfrenta algunas de las numeros¨ªsimas tauromaquias del maestro cubista con la ¨²nica secuencia sobre el mundo del toreo salida de la mano del tambi¨¦n malague?o universal, el expresionista Jorge Rando (nacido el 23 de junio de 1941).
La muestra est¨¢ recogida en uno de los rincones m¨¢s bellos y sugestivos de M¨¢laga, el Museum Jorge Rando, cuyo luminoso patio central ¡ªcoronado por un magn¨ªfico mandarino¡ª al que rodean las salas expositivas, son el coraz¨®n de este espacio cultural que, bajo la ejemplar direcci¨®n de Vanesa Diez Barriuso, se ha convertido en un paisaje prometido de la ciudad mediterr¨¢nea ¡ªpor emplear la expresi¨®n de Ortega y Gasset¡ª. Este entorno ofrece un marco incomparable para reflexionar a prop¨®sito de una de las cuestiones que m¨¢s controversia han generado en nuestro mundo cultural: el auge, declive y cuestionamiento del mundo de los toros a lo largo del siglo XX.
Tema local de proyecci¨®n universal, los toros han sido motivo de inspiraci¨®n para los diferentes pueblos que habitaron la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, desde la cultura arg¨¢rica en la Edad del Bronce hasta nuestro tiempo. Para Picasso, referencia plena de la modernidad, con cuya obra cubista dialogar¨ªan, de una u otra manera, todas las vanguardias, la tauromaquia es la ¨²nica tem¨¢tica que, de hecho, atraviesa todas sus etapas. De manera paralela a su propia biograf¨ªa, el mundo de los toros transit¨®, en apenas unas d¨¦cadas, desde un periodo de esplendor a su inmediata decadencia. Aquel que hab¨ªa sido el espect¨¢culo m¨¢s nacional ¡ªt¨ªtulo de un libro del conde de las Navas (1899)¡ª, presenci¨® entonces una ¨¦poca en la que coincidieron figuras como Joselito, Juan Belmonte, Guerrita ¡ªRafael Guerra¡ª, Lagartijo, y, un poco m¨¢s tarde, Domingo Ortega o Manolete, muerto en el ruedo en 1947 y convertido, desde entonces, en mito.
Desde mediados de los cincuenta en el mundo de la tauromaquia triunfaban Luis Miguel Domingu¨ªn y Antonio Ord¨®?ez, cuya antol¨®gica rivalidad gest¨® una de las p¨¢ginas m¨¢s brillantes de la historia del toreo. En la siguiente d¨¦cada, Espa?a y la Fiesta ya eran otras. El desarrollismo hab¨ªa generado una cierta apertura ¡ªsobre todo econ¨®mica¡ª, que dot¨® al pa¨ªs de un dinamismo que ser¨ªa esencial para la posterior Transici¨®n democr¨¢tica a la muerte del dictador. En esas dos d¨¦cadas finales del franquismo, tambi¨¦n lleg¨® la atenci¨®n internacional por la especificidad espa?ola en la que no poco tuvieron que ver las obras de hispanistas que, tras la pionera obra de Gerald Brenan, El Laberinto espa?ol (1943), asisti¨® a la aparici¨®n de una serie de trabajos decisivos como La Guerra Civil espa?ola de Hugh Thomas (1961), La Espa?a Imperial y La Rebeli¨®n de los catalanes (ambas de 1963) de John H. Elliott, Falange. Historia del fascismo espa?ol (1965) de Stanley G. Payne o Espa?a 1808-1939 de Raymond Carr (1966), entre otras. De manera paralela a esa atenci¨®n acad¨¦mica, tambi¨¦n llegaron estrellas de Hollywood en busca de los espect¨¢culos m¨¢s estereotipados por los viajeros ingleses y franceses del siglo XIX, flamenco y toros, con Ava Gadner a la cabeza, cuyo t¨®rrido romance con el propio Luis Miguel Domingu¨ªn, se convirti¨® en todo un acontecimiento social.
Parad¨®jicamente fue entonces cuando el mundo del toreo comenz¨® a ceder definitivamente su trono al f¨²tbol. Al tiempo que el Real Madrid iniciaba su reinado en Europa, se atisbaba el declinar de la Fiesta. Mientras Picasso asist¨ªa al atardecer de su vida en plenitud de su reconocimiento, Rando, en su m¨¢s temprana juventud y al igual que miles de espa?oles, sal¨ªa del pa¨ªs en busca de las oportunidades que Espa?a no le daba. En Alemania, cuna del expresionismo, al tiempo que se ganaba la vida haciendo de todo un poco, inici¨® su fruct¨ªfera carrera pl¨¢stica, comenzando a transitar el camino del expresionismo espa?ol, tal y como ¨¦l mismo lo ha denominado. Fue por entonces cuando Rando, que frisaba la treintena ¨Capenas dos a?os antes de la muerte de Picasso-, asisti¨® a su primera y ¨²nica corrida, una Goyesca ¡ªnada y nada menos que en el Coso de Ronda¡ª. Con referentes lejanos como Goya o, ya en el inicio del XX, Guti¨¦rrez-Solana, que tambi¨¦n tuvieron la tauromaquia como motivo recurrente, Rando, a diferencia de estos y de Picasso, solo se asom¨® a los toros tangencialmente: ¡°[Nunca] consider¨¦ mis dibujos y pinturas sobre las corridas como uno de mis ciclos, pero s¨ª decid¨ª dejar constancia de todas esas sensaciones que me produjeron el ambiente, los movimientos sobre el ruedo, el colorido, la conjunci¨®n de lo masculino con lo femenino, el baile, el beso¡ y al final la muerte¡ ?y el p¨²blico?¡±. Casi sin darse cuenta, al explicitar que el p¨²blico ¡°le sobraba¡±, que solo le interesaba su propia experiencia de la Fiesta como nervio para su propia experiencia art¨ªstica, expresaba tambi¨¦n el nuevo paradigma cultural al que respond¨ªa su propia obra, la postmodernidad.
Este encuentro en el ruedo entre Picasso, cumbre de la modernidad, y Rando, expresi¨®n postmoderna, en M¨¢laga, ciudad que los vio nacer y que hoy es referencia cultural ineludible en el escenario internacional ¡ªacaba de anunciar que pronto tendr¨¢ su CaixaForum¡ª, nos ofrece, al enfrentar ambos estilos y con este discutido tema como tel¨®n de fondo, un recorrido por el modo de mirar el arte del siglo XX. Es para no perd¨¦rselo.
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