De nuevo en Espa?a
La presencia de Juan Carlos I en Sanxenxo no se acord¨® con la Casa del Rey y complica la posibilidad de un regreso oficial
Los dos viajes que el rey Juan Carlos I ha realizado a Espa?a desde que se autoexili¨® en Abu Dabi (Emiratos ?rabes Unidos), en agosto de 2020, mientras la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n investigaba diversas causas contra ¨¦l, no han facilitado la normalizaci¨®n de su situaci¨®n. El regreso a Sanxenxo, como hizo ya el pasado a?o, ha vuelto a evidenciar la desconexi¨®n entre el rey em¨¦rito y la Casa del Rey, que se enter¨® por la prensa de sus planes. El deseo de participar en el campeonato mundial de la clase 6mR con el Brib¨®n explicar¨ªa, seg¨²n su entorno, la necesidad de cumplir con un plan de entrenamientos que incluir¨ªa nuevas visitas a Sanxenxo en los pr¨®ximos tres meses para acabar desplaz¨¢ndose en agosto a Cowes, en la isla de Wight, y participar all¨ª en el campeonato del mundo en la primera semana de septiembre.
Las aficiones deportivas y el instinto competitivo de un anciano de 85 a?os son encomiables, pero no es nada seguro que esos intereses deban o puedan ser las ¨²nicas actividades conocidas del rey em¨¦rito. El esp¨ªritu de la carta acordada con La Zarzuela en marzo de 2022, en que Juan Carlos I fijaba su residencia fuera de Espa?a con la posibilidad de volver al pa¨ªs ¡°con frecuencia¡± y acogerse a la hospitalidad de residencias privadas ¡ªcomo en este caso¡ª, no puede interpretarse como una carta blanca para actuar como si su conducta no tuviera trascendencia alguna. Tampoco el modo actual de vida de Juan Carlos I, que viaja en jets privados financiados por jeques ¨¢rabes y reside en una mansi¨®n de lujo como hu¨¦sped del emir que preside un Estado autocr¨¢tico, cuadra ni de lejos con el c¨®digo ¨¦tico que el rey Felipe VI impuso a los miembros de la Familia Real, de la que su padre sigue formando parte.
La dimensi¨®n humana del regreso de Juan Carlos I no puede eludirse, pero menos todav¨ªa la evidencia de que no se trata de un jubilado m¨¢s, sin deberes institucionales y que emplea su tiempo libre como quiere, esto es, en jornadas de entrenamiento en alta mar para revalidar los t¨ªtulos obtenidos en 2017 y 2019. Agrava la deslealtad de Juan Carlos I hacia su hijo Felipe VI el hecho de no haber notificado a La Zarzuela su intenci¨®n de aparecer por Sanxenxo, haciendo caso omiso a las indicaciones recibidas sobre la inconveniencia de su presencia en plena precampa?a de las elecciones del 28 de mayo y desoyendo la petici¨®n de viajar despu¨¦s de ellas. Tampoco es ese el mejor indicador del sentido de la responsabilidad que pueda conservar el rey em¨¦rito.
El archivo de las actuaciones de la Fiscal¨ªa, al igual que el fin de las acciones emprendidas por la justicia suiza en torno a la presunta comisi¨®n de 100 millones procedentes de Arabia Saud¨ª, no han disipado en la sociedad espa?ola la percepci¨®n de una impunidad que lastra el cr¨¦dito de la instituci¨®n que represent¨®. Si la Fiscal¨ªa archiv¨® las investigaciones sobre su patrimonio no es porque no hubiera delito, sino porque estaba prescrito o lo proteg¨ªa su inmunidad mientras ocup¨® la jefatura del Estado. Al contrario: las pesquisas constataron la existencia de un posible fraude fiscal. Y ese presunto delito requiere una reparaci¨®n moral, aunque ya no sea penalmente perseguible, porque la conducta de un rey, como ha repetido Felipe VI, no solo debe ser legal sino ¡°ejemplar¡±.
Para que la normalizaci¨®n de su presencia en nuestro pa¨ªs sea posible, el rey em¨¦rito debe dar explicaciones claras y eventualmente pedir disculpas ante una sociedad consternada por informaciones veraces, aunque no fuesen ya judicialmente perseguibles. Solo as¨ª se entender¨ªa que Juan Carlos I volviera a vivir en Espa?a como anterior titular de la jefatura del Estado hasta su abdicaci¨®n en 2014.
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