Ana Obreg¨®n y la edad
La oportuna y necesaria controversia sobre la gestaci¨®n subrogada est¨¢ empa?ando un debate que en realidad tiene que ver con el edadismo contra los viejos
Ana lleva un beb¨¦ en brazos. Ana tiene 68 a?os, quiz¨¢ alguno m¨¢s. La voz de una ministra del Gobierno califica la imagen como dantesca. No sabemos qu¨¦ pensar¨ªa Dante Alighieri de ese calificativo que sobre ¨¦l hemos creado, ni del abuso que hacemos del mismo, pero en cualquier caso ya lo hemos asumido como un descriptor de algo terrible, de lo que produce horror, de aquello, reparemos bien en ello, que causa espanto. La imagen de Ana con su hija es, entonces, seg¨²n la ministra, espantosa.
Dentro de la pol¨¦mica reciente que ha suscitado la compleja maternidad de Ana Obreg¨®n, quienes hacen uso de ese adjetivo no se est¨¢n refiriendo, aunque quieran hacerlo parecer, al debate, muy necesario por cierto, en torno a los vientres de alquiler y la maternidad subrogada, ni a la complejidad de la dial¨¦ctica en torno a la justicia o injusticia del hecho de pagar un vientre y de sus aspectos morales derivados, sino a una imagen que resulta insoportable. Quien ha pronunciado el t¨¦rmino dantesco, una mujer, por cierto, me temo que ni siquiera se ha dado cuenta de lo que conlleva, ni de lo que en verdad y sin ser consciente ha dicho, porque parece salido de una sensaci¨®n, de un impulso, m¨¢s que de una reflexi¨®n. La imagen que no se soporta no es tanto la de una mujer que al parecer ha comprado un beb¨¦, sino la de una casi vieja, y reivindico el t¨¦rmino vieja, con un beb¨¦ ante el que se sit¨²a como madre. Se preferir¨ªa, claro, una imagen de madonna renacentista de mejillas sonrosadas, cutis terso y pecho de manzana. Pero Ana tiene casi setenta a?os y ha osado ser madre, tener un beb¨¦. Y de nuevo el linchamiento, y de nuevo la opini¨®n brusca, el juicio irreflexivo y ofensivo para destrozar a alguien.
La oportuna y necesaria controversia sobre la gestaci¨®n subrogada, que ha llenado estas semanas los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales, est¨¢ empa?ando una reflexi¨®n y un debate que en realidad tiene que ver con el edadismo, con los prejuicios y la discriminaci¨®n asociados a una edad que ya se considera inc¨®moda, in¨²til y debilitada. Porque lo que espanta, lo que es dantesco para algunos, es esa imagen contra natura, la que muestra la posibilidad de, siendo viejo o casi viejo, osar ocupar otros lugares diferentes a los que se les dicta y se espera que ocupen, infantiliz¨¢ndolos y desposey¨¦ndolos de su dignidad. Nadie se extra?a cuando nos referimos a los viejos como nuestros abuelos. Pero los viejos no son de nadie ni les corresponde en su ser el tener nietos. Ser¨¢n lo que quieran ser, lo que han ido deviniendo, lo que cultivan y han cultivado. Y ante esa imagen de una madre casi vieja ha surgido la ira, el desprecio, el insulto y el chiste despiadado.
No estoy a favor de Ana, no estoy en contra de Ana. Pero me sorprende que con esta apertura afortunada y reciente para amparar nuevas familias, nuevos modos de amor y nuevos modos de deseo, produzca espanto la de una mujer mayor, muy mayor, que decide tener un beb¨¦. En ning¨²n caso habr¨ªa sido as¨ª si Ana fuera un hombre. Tenemos casos recientes de los que la prensa pr¨¢cticamente ni se ha ocupado, y si lo ha hecho no ha sido desde la ira y la consternaci¨®n. A veces incluso ha resultado est¨¦tico. Tampoco se habr¨ªa hecho lo mismo si Ana fuera una mujer joven, de 30 a?os, a la que un hijo le quedar¨ªa bien, porque le corresponder¨ªa por naturaleza. Tambi¨¦n de ello tenemos ejemplos recientes que podr¨ªan buscarse en una hemeroteca muy pr¨®xima.
Afortunadamente, hemos ido abriendo espacios a subjetividades, deseos y familias contra natura, porque la naturaleza no nos manda, sino que es nuestra capacidad para desacomodarla y crecer en respeto y libertades la que lo hace. No s¨¦ en qu¨¦ grado ser madre tiene que ver con la edad. No s¨¦ si ser una buena madre est¨¢ en relaci¨®n con lo cuantitativo, con el n¨²mero de a?os de vida que quedan por delante. Quiz¨¢s la cualidad deba prevalecer sobre la cantidad. No sabemos. Pero deber¨ªamos tener la generosidad de pensarlo. Quiz¨¢ hay un horizonte que no ve¨ªamos y qu¨¦ se est¨¢ acercando, y al que resulta justo y prometedor prestar atenci¨®n. S¨ª, pensar sobre el edadismo, sobre los nuevos modos y posibilidades de ser viejo. Para que ser viejo no resulte dantesco. Y sin duda dejar a un lado el juicio ligero, la crueldad y el cada vez m¨¢s ubicuo y ancestral linchamiento sobre un individuo inc¨®modo. No tenemos licencia moral para ello.
Ni en contra ni a favor de la decisi¨®n de Ana Obreg¨®n, lo afirmamos una vez m¨¢s. Pero en ning¨²n caso diremos dantesca. Y siempre con una mirada de prudencia y respeto.
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