El lado luminoso de la inteligencia artificial
La IA es una herramienta poderosa al servicio de la ciencia y la medicina
Ahora que todo el mundo, de Geoffrey Hinton a Elon Musk pasando por Yuval Noah Harari, se ha puesto de u?as contra ChatGPT, parece un buen momento para nadar r¨ªo arriba y recordar los enormes beneficios que la inteligencia artificial ofrece para el avance del conocimiento y el alivio del sufrimiento humano. S¨¦ que mi actitud resulta fastidiosa en plena ola de clamor contra la perversidad de las m¨¢quinas y sus efectos desdichados para la civilizaci¨®n, pero es que los villanos ramplones de James Bond se han pasado de moda. Si la inteligencia artificial va a ser la mala de esta pel¨ªcula, habr¨¢ que caracterizarla con sus matices y contradicciones, sus objetivos previsibles y sus aptitudes emergentes, sus sombras pol¨ªticas y s¨ª, sus luces cient¨ªficas.
La mayor contribuci¨®n de la inteligencia artificial a la ciencia ha sido sin duda AlphaFold, un algoritmo de la firma londinense DeepMind, adquirida por Google hace a?os. Repasemos en un p¨¢rrafo la biolog¨ªa fundamental. Hay 20 amino¨¢cidos distintos, y toda prote¨ªna consiste en una ristra de ellos, en cualquier orden. De ese orden, o secuencia, depende la forma final de la prote¨ªna, porque unos amino¨¢cidos tienen carga el¨¦ctrica positiva y otros, negativa, a unos les gusta el agua y a otros no, unos son grandes y otros peque?os, y de todas esas afinidades y repulsiones surge una forma tridimensional definida. Esto es f¨¢cil de decir, pero extremadamente dif¨ªcil de predecir. Hasta que lleg¨® AlphaFold, que ha deducido de un soplo 200 millones de formas de prote¨ªnas partiendo de su mera secuencia de amino¨¢cidos. Un salto de gigante en el campo.
Pero ahora demos un paseo por el espacio de dise?o de prote¨ªnas. Hay 20 amino¨¢cidos. Las posibles secuencias de dos amino¨¢cidos son 20 al cuadrado. Las de tres amino¨¢cidos son 20 al cubo. Las de 300 amino¨¢cidos (una prote¨ªna t¨ªpica) son 20 elevado a 300, que es uno de esos n¨²meros horribles que no podemos ni imaginar. Pese a que la evoluci¨®n lleva cerca de 4.000 millones de a?os funcionando sin parar en este planeta, la fracci¨®n de secuencias que ha probado es min¨²scula. Si la pol¨ªtica es el arte de lo posible, la biolog¨ªa es el arte de lo pasable. Cuando algo funciona para el problema local que hay resolver, la evoluci¨®n no busca m¨¢s. Pero en los vastos territorios inexplorados por la madre naturaleza moran tesoros que la inteligencia artificial pone ahora a nuestro alcance.
Las prote¨ªnas, como los genes que las codifican, son textos, y por tanto pueden manejarse con los mismos modelos grandes de lenguaje (large language models, LLM) que utiliza ChatGPT. El cient¨ªfico computacional Ali Madani y sus colegas han mostrado c¨®mo usar estos modelos de lenguaje para generar prote¨ªnas con secuencias novedosas y que, una vez llevadas al mundo real, funcionan para alg¨²n fin buscado, como catalizar cierta reacci¨®n qu¨ªmica o bloquear a una prote¨ªna natural. Un nuevo algoritmo llamado Chroma, de la firma Generate, mejora la predicci¨®n de interacciones a larga distancia dentro de la misma prote¨ªna. Hay otra media docena de empresas trabajando en esa l¨ªnea.
La inteligencia artificial es una herramienta poderosa al servicio de la ciencia y la medicina. No disparen al robot. Vigilen a su amo.
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