La ciudad enferma
Es significativo que en Barcelona nunca se haya hablado tan poco el catal¨¢n como ahora, seg¨²n la ¨²ltima encuesta municipal. La gente se va. Solo desde las administraciones p¨²blicas puede intervenirse para sanar esa deriva
El ingl¨¦s es la lengua de uso habitual del grupo de mensajer¨ªa de nuestra comunidad de vecinos. Mi bisabuelo, jefe de m¨¢quinas de un buque que hac¨ªa la ruta entre Santander y Buenos Aires, compr¨® el edificio antes de la guerra y con esa inversi¨®n ha legado confort a tres generaciones. A mediados de los 70 mi abuela construy¨® tres viviendas m¨¢s, en tiempos de las ¡°ordenanzas congestivas¡± que subvirtieron el skyline del Eixample durante el desarrollismo, pero aumentaron el n¨²mero de pisos del barrio que planific¨® el urbanista Cerd¨¤ y que hoy a¨²n define la Barcelona moderna. Cuando nosotro...
El ingl¨¦s es la lengua de uso habitual del grupo de mensajer¨ªa de nuestra comunidad de vecinos. Mi bisabuelo, jefe de m¨¢quinas de un buque que hac¨ªa la ruta entre Santander y Buenos Aires, compr¨® el edificio antes de la guerra y con esa inversi¨®n ha legado confort a tres generaciones. A mediados de los 70 mi abuela construy¨® tres viviendas m¨¢s, en tiempos de las ¡°ordenanzas congestivas¡± que subvirtieron el skyline del Eixample durante el desarrollismo, pero aumentaron el n¨²mero de pisos del barrio que planific¨® el urbanista Cerd¨¤ y que hoy a¨²n define la Barcelona moderna. Cuando nosotros llegamos hace 20 a?os, parte de mi familia materna viv¨ªa en la mitad de los pisos y en la otra mitad pensionistas que eran inquilinos de renta antigua. Eran los mismos desde hac¨ªa un cuarto de siglo. Todos catalanohablantes. Las del cuarto se detestaban, las del segundo se quer¨ªan como hermanas. A principios de este a?o muri¨® la se?ora del entresuelo, encantadora y pizpireta, la ¨²ltima persona mayor. Las reformas ya han terminado.
Como la mayor¨ªa de los que han llegado despu¨¦s de la pandemia, lo m¨¢s probable es que los nuevos inquilinos sean extranjeros. No inmigraci¨®n precaria, sino clase media alta continental. Ahora franceses, italianos, rusos. En caso de incidencia en la escalera, nos mandamos mensajes en ingl¨¦s. Ellos son n¨®madas digitales que se han instalado en una capital global que los reclama. Las grandes urbes compiten para captar este talento internacional y as¨ª consolidarse como n¨®dulos de la econom¨ªa del conocimiento. Gente maja y educada como nuestros vecinos, para poner un ejemplo.
Es verdad que en otras capitales los trabajadores cualificados de estas empresas seguramente cobrar¨ªan sueldos m¨¢s altos, pero a cambio en Barcelona, como en otras urbes espa?olas, disfrutan de un nivel de bienestar notable porque la calidad de vida aqu¨ª es lo m¨¢s, la salud privada no es tan cara y sobre todo pueden pagar unos alquileres que les permiten vivir en el centro y gozar as¨ª de una zona hoy dise?ada en torno al placer urbano. Pero este modelo de desarrollo econ¨®mico, que es atractivo y es una evoluci¨®n de la ciudad de servicios para elites cosmopolitas, activa una din¨¢mica de gentrificaci¨®n que expulsa al vecino tradicional porque su salario no le permite vivir acorde con el nivel que se va consolidando en su ciudad. Durante los ¨²ltimos a?os el sueldo de los nietos de nuestros vecinos de toda la vida no habr¨¢ aumentado ni remotamente en la misma proporci¨®n que los alquileres. Quedarse cada vez est¨¢ m¨¢s jodido. Lo acaba de constatar el Banco de Espa?a. Casi la mitad de los espa?oles que viven de alquiler est¨¢ en riesgo de pobreza. Es una cifra de r¨¦cord en la Uni¨®n Europea.
Una ciudad donde la mayor¨ªa de sus trabajadores no puede pagarse la vivienda para vivir en ella es una ciudad enferma. Provoca un desarraigo que corroe la comunidad. Es significativo que en Barcelona nunca se haya hablado tan poco el catal¨¢n como ahora, seg¨²n la ¨²ltima encuesta municipal. La gente se va. Solo desde las administraciones p¨²blicas se puede intervenir para sanar esa deriva. El lunes encontraron muerta a una mujer que se suicid¨® antes de que la desahuciaran por no poder pagar el alquiler. En el Eixample.
En The New York Times, Edward L. Glaeser y Carlo Ratti plantearon esta semana una terapia innovadora. Su reflexi¨®n part¨ªa de una evidencia: un n¨²mero considerable de edificios de oficinas, en Nueva York como en otras capitales norteamericanas, y en algunas europeas, est¨¢n dejando de ocuparse porque el teletrabajo se ha impuesto. Bastantes de estos edificios est¨¢n en el centro y, aunque no siempre es f¨¢cil, posible o barato, una alternativa es la transformaci¨®n de su uso para dedicarlo a viviendas. Puede ser un win win. Si el Ayuntamiento participase de esa reconversi¨®n podr¨ªa actuar como un agente inmobiliario sin af¨¢n de lucro. Explotar¨ªa el atractivo de la capital global y los beneficios podr¨ªa reinvertirlos en el problema end¨¦mico que deber¨ªa ser eje del debate de las elecciones municipales: la consolidaci¨®n de un parque de vivienda p¨²blica destinado al alquiler social para evitar que los j¨®venes tengan que marcharse de su ciudad.