Lo estamos poniendo todo perdido de ADN
Nuestro material gen¨¦tico est¨¢ por todas partes, y eso s¨ª que son datos personales
Ahora que estamos todos inquietos por la protecci¨®n de nuestros datos personales, ahora que nuestras b¨²squedas, nuestras compras y nuestros amigos en las redes sociales delatan con insolencia param¨¦trica unos deseos tan ¨ªntimos que ni somos conscientes de ellos, ahora que cualquier cosa que tecleemos alimenta la voracidad de la m¨¢quina y nos devuelve una versi¨®n computada, agregada y anotada de nuestro devenir por este valle de l¨¢grimas, ahora, justo ahora, los bi¨®logos nos revelan que lo estamos poniendo todo perdido de ADN. Literalmente. Y cr¨¦anme, hay pocos datos tan personales como ese.
Los ec¨®logos llevan unos a?os utilizando lo que llaman ADN ambiental (eDNA, por environmental DNA) para estudiar la evoluci¨®n de los ecosistemas e incluso para reconstruir su pasado. Este material gen¨¦tico se obtiene del agua, del suelo o incluso del aire, y ofrece una detallada informaci¨®n sobre las especies que viven en la zona, pero tiene un problema: las muestras est¨¢n llenas de ADN humano por todas partes, lo que entorpece los an¨¢lisis y desespera a los t¨¦cnicos. Siguiendo el principio de que toda crisis abre oportunidades, los expertos han convertido esa contaminaci¨®n gen¨¦tica en un objeto de estudio en s¨ª misma, y los resultados son asombrosos, por no decir preocupantes.
Vas soltando ADN all¨ª por donde vas. Est¨¢ en tu pelo y en las c¨¦lulas descamadas de tu piel, en tu sangre, tu sudor y tus l¨¢grimas, en tus heces y las alcantarillas que las canalizan. La calidad de este material gen¨¦tico, incluso en estos muestreos preliminares, basta para identificar tu sexo, tu etnia, tu propensi¨®n a ciertas enfermedades y, en ciertas ocasiones, tu identidad inconfundible. Recuerda que hay 8.000 millones de personas en el mundo, y que no hay dos que tengan el mismo ADN. Incluso dos gemelos pueden distinguirse por las mutaciones que van adquiriendo a lo largo de su desarrollo.
Los mismos investigadores que han obtenido estos datos hacen un llamamiento a los gobiernos para que regulen el uso del ADN ambiental. La cuesti¨®n recuerda inevitablemente a la situaci¨®n actual con la inteligencia artificial, donde los propios creadores est¨¢n clamando en todos los foros por una regulaci¨®n restrictiva. Y donde es previsible que los reguladores se enfrenten a escollos similares. En el caso de la inteligencia artificial, un reci¨¦n filtrado memor¨¢ndum interno de Google acaba de revelar un problema de un tipo in¨¦dito y bien singular.
Los modelos grandes de lenguaje (large language models, LLM) en los que se basan ChatGPT y otra media docena de conversadores electr¨®nicos deben su poder a que han sido entrenados con textos tomados de internet en un proceso que dura meses y cuesta decenas de millones de euros, lo que restringir¨ªa su creaci¨®n a OpenAI (asociada a Microsoft), Google y otras pocas grandes firmas muy conocidas, con las que los gobiernos podr¨ªan negociar unas regulaciones razonables. Una vez entrenado, sin embargo, el modelo se puede copiar y adaptar, y la comunidad de c¨®digo abierto ha puesto a disposici¨®n p¨²blica unos recursos que, seg¨²n el memorando de Google, est¨¢n alcanzando resultados comparables a las costosas versiones privadas de Silicon Valley. Lo mismo ocurrir¨¢ con el ADN ambiental. El genio se ha escapado de la l¨¢mpara, y no va a ser f¨¢cil ponerle un cascabel.
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