La econom¨ªa no votar¨ªa por una gran coalici¨®n
Ante el incierto panorama que se vislumbra, lo conviente es que en la oposici¨®n siempre haya una opci¨®n confiable para acceder al Gobierno
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Si en las pr¨®ximas elecciones generales se repitieran en cada provincia exactamente los resultados de las elecciones municipales, podr¨ªamos vernos abocados a una nueva repetici¨®n electoral. La tercera en siete a?os y la segunda del presidente S¨¢nchez. Ya que, si la CUP y los herederos de Converg¨¨ncia votaran en contra de una hipot¨¦tica candidatura de S¨¢nchez, como ya hicieron en enero del 2020, y como har¨¢n ante una candidatura de Feij¨®o, ning¨²n candidato puede que consiga la mayor¨ªa simple en segunda vuelta.
Sin embargo, el escenario m¨¢s probable sigue pasando por un Gobierno de coalici¨®n de un bloque, a partir del tradicional clivaje derecha-izquierda. Por lo que, partidos insurgentes volver¨¢n a tener responsabilidades de gobierno.
Por insurgente entender¨ªamos aquellos partidos j¨®venes, hijos de la Gran Recesi¨®n, que aspiran a re-democratizar nuestras sociedades, generalmente desde la actualizaci¨®n generacional de postulados m¨¢s extremos, que hasta entonces hab¨ªan sido marginales y extraparlamentarios.
Lamentablemente, la decisi¨®n de a qu¨¦ partido podemos considerar insurgente es subjetiva y est¨¢ condicionada por lo que podr¨ªamos denominar el ¡°sesgo del brib¨®n¡±, en honor a una frase recurrente en la historia democr¨¢tica moderna y, seg¨²n la cual, habr¨ªa que ser comprensivo con un pol¨ªtico (o grupo pol¨ªtico) que es un brib¨®n (o, a son of a bitch, en su versi¨®n m¨¢s cruda), porque es nuestro brib¨®n. Son m¨²ltiples las referencias al empleo de esta expresi¨®n desde mediados del siglo XIX, entre las que destacan las que supuestamente habr¨ªan utilizado diferentes presidentes norteamericanos respecto de casi cualquier dictador de este lado del tel¨®n de acero, incluyendo Francisco Franco. Aqu¨ª se le atribuy¨® a Arzallus al referirse a ETA.
Seg¨²n este sesgo, ser¨ªa probable que un votante del PP pueda ver a Unidas Podemos como un partido comunista casposo, bolivariano y filoetarra, mientras que Vox s¨®lo ser¨ªa una formaci¨®n intelectualmente descarriada, pero, quiz¨¢s, en el fondo, bienintencionada, y, a la inversa, un votante del PSOE podr¨ªa ser m¨¢s proclive a pensar esto ¨²ltimo de Unidas Podemos, mientras que Vox ser¨ªa un partido neofascita, heredero directo del franquismo.
Por todo ello, ante la posibilidad de una nueva repetici¨®n electoral o, en su defecto, de un Gobierno de bloque, vuelve a cobrar vigencia el debate sobre la necesidad de promover una gran coalici¨®n entre los dos partidos hegem¨®nicos, siguiendo el modelo alem¨¢n, como las que conform¨® Angela Merkel. Una gran coalici¨®n que se mantendr¨ªa hasta que unos resultados futuros permitieran un Gobierno del PP o PSOE en solitario, o de coalici¨®n con partidos bisagra. Como el actual Gobierno alem¨¢n del partico socialdem¨®crata, junto a liberales y verdes. Opci¨®n inviable en Espa?a ya que carecemos de partidos bisagra de tama?o medio.
La principal fortaleza de esta opci¨®n es que incluir¨ªa a la representaci¨®n pol¨ªtica de la mayor¨ªa social. M¨¢s a¨²n cuando el bipartidismo previsiblemente superar¨¢ la barrera del 60% de los votos emitidos en las pr¨®ximas elecciones.
Pero, para Espa?a, existen razones que desaconsejar¨ªan esta opci¨®n. Por ejemplo, un Gobierno de bloque permite recoger mejor tanto la creciente diversidad territorial, con la entrada de partidos nacionalistas como, sobre todo, la demogr¨¢fica, ya que el perfil de edad del votante del bipartidismo es sensiblemente superior al del insurgente, suavizando el riesgo de choque intergeneracional, cuyos desaconsejables efectos expone la profesora de Harvard Pippa Norris. En este mismo sentido, ofrecer¨ªa a la ciudadan¨ªa un bufet m¨¢s variado de actuaciones y pol¨ªticas a la hora de decidir su voto, contrarrestando la cr¨ªtica de un supuesto y monol¨ªtico r¨¦gimen del 78, que coloquialmente cristaliz¨® en el grito insurgente de ¡°PSOE y PP la misma mierda es¡±.
Pero son dos paradojas las que podr¨ªan convencer al votante m¨¢s centrado, que observa con desasosiego ambas insurgencias y que, por tanto, ser¨ªa m¨¢s proclive a la gran coalici¨®n. En primer lugar, la experiencia reciente muestra que los gobiernos de bloque est¨¢n correlacionados con el declive electoral del partido insurgente que lo conforma. Como ha pasado con Unidas Podemos en el Gobierno nacional, con resultados significativamente peores que los de su socio mayoritario o, con Vox en Castilla y Le¨®n, donde la personalidad del vicepresidente habr¨ªa contribuido a que, en poco m¨¢s de un a?o, haya perdido un 58% de su electorado relativo, pasando del 17,6% a s¨®lo el 7,5% de los votos contabilizados.
La segunda paradoja es que, a diferencia de Alemania, en Espa?a una gran coalici¨®n probablemente nos acabar¨ªa llevando a un Gobierno monocolor insurgente futuro.
En un trabajo que publicamos en la revista cient¨ªfica de referencia internacional Electoral Studies, defin¨ªamos el patr¨®n pol¨ªtico com¨²n de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea que m¨¢s sufrieron la crisis financiera y acabaron siendo intervenidos por la troika. De esta forma, los altos costes sociales, asociados a la crisis, expulsaron de forma expeditiva al partido gobernante, independientemente de su signo pol¨ªtico, que fue remplazado de forma autom¨¢tica por su n¨¦mesis bipartidista. Cuando la crisis se alarg¨® durante este segundo Gobierno, se acabaron fortaleciendo los insurgentes.
En un mundo en permacrisis, la probabilidad de futuras grandes recesiones se incrementa. Ante ese indeseable escenario, la experiencia de los ¨²ltimos 30 a?os nos dice que, a diferencia de la econom¨ªa alemana, la nuestra se resentir¨¢ con inusitada crudeza e intensidad, como ya nos pas¨® con la covid, la anterior crisis financiera o la del sistema monetario europeo de finales del siglo pasado, desgastando m¨¢s r¨¢pidamente a los gobiernos que deban gestionarlas y favoreciendo su relevo. El tradicional car¨¢cter m¨¢s proc¨ªclico de nuestra econom¨ªa nos obligar¨ªa a tener siempre un recambio confiable en la oposici¨®n. Ya que, si PP y PSOE estuvieran gobernando coaligados durante la futura recesi¨®n, el Gobierno probablemente pasar¨ªa al Podemos o Vox que entonces estuviera de moda. En resumen, la utop¨ªa del votante moderado puede tornarse en distop¨ªa.
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