Vuestra oportunidad perdida
No he dejado de creer y de anhelar otra Espa?a posible: los intentos pueden sucederse y producir resacas, pero la esperanza, que es un esfuerzo, tiene la capacidad de hacernos creer que son inagotables
A vosotros os dijeron que habr¨ªa esperanza y ser¨ªais alguien. Ven¨ªa bien acu?ar el paraguas de la juventud sin futuro: sin casa, sin curro, sin pensi¨®n, sin miedo; ten¨ªa sentido, porque alguien os prometi¨® que habr¨ªa pensiones, trabajos y hogares. La decepci¨®n vino cuando esas expectativas, como todo lo s¨®lido, se desvanecieron. El colapso sist¨¦mico de 2008 arranc¨® de cuajo miles de futuros: la clase media que avistaba su precarizaci¨®n ya no tendr¨ªa recompensa para tanto m¨¢ster y posgrado, adi¨®s Erasmus, bienvenida la crueldad. Os dijeron que hab¨ªais vivido por encima de vuestras posibilidades...
A vosotros os dijeron que habr¨ªa esperanza y ser¨ªais alguien. Ven¨ªa bien acu?ar el paraguas de la juventud sin futuro: sin casa, sin curro, sin pensi¨®n, sin miedo; ten¨ªa sentido, porque alguien os prometi¨® que habr¨ªa pensiones, trabajos y hogares. La decepci¨®n vino cuando esas expectativas, como todo lo s¨®lido, se desvanecieron. El colapso sist¨¦mico de 2008 arranc¨® de cuajo miles de futuros: la clase media que avistaba su precarizaci¨®n ya no tendr¨ªa recompensa para tanto m¨¢ster y posgrado, adi¨®s Erasmus, bienvenida la crueldad. Os dijeron que hab¨ªais vivido por encima de vuestras posibilidades; mi quinta, en cambio, la que en 2008 ten¨ªa siete u ocho a?os y hoy poco a poco alcanza los 23, ni siquiera hab¨ªa empezado a vivir y apenas lleg¨® a generar recuerdos que no estuvieran marcados por la crisis.
En 2013, cuando yo empec¨¦ el ciclo de Educaci¨®n Secundaria Obligatoria, la tasa de paro alcanzaba casi un 27%. Fue un pico estremecedor. Nuestros profesores, pues, no ten¨ªan motivos para el optimismo y nos dec¨ªan sin pudor que en nuestro futuro no habr¨ªa ninguna certeza, o alguno hablaba de los recortes mientras nuestras peque?as cabezas se tornaban incapaces de esbozar carreras laborales plenas: en todos nosotros fueron plantadas las semillas de m¨ªnimos y conformes aspirantes a funcionarios, porque la carrera funcionarial parec¨ªa el clavo ardiendo al cual agarrarse en un panorama de miseria desbocada. Y ni siquiera. El futuro era duro, lo sab¨ªamos; el paro era una certeza, lo asumimos; precisamente por ello lo cruzamos sin horizonte. Nadie nos lo hab¨ªa prometido. Aprendimos a vivir en el naufragio. Quiz¨¢s as¨ª generamos menos frustraciones, ambiciones m¨¢s d¨®ciles, sue?os accesibles y asequibles. Nuestro mundo conocido fue el particular¨ªsimo mundo de la crisis; tampoco hab¨ªa otro, as¨ª que esa referencia solitaria se volv¨ªa casi, por ser la ¨²nica, el mejor de los mundos posibles (ya que la mayor¨ªa tampoco pod¨ªa ni imaginarse la migraci¨®n en busca de algo mejor).
Fue con la irrupci¨®n de Podemos cuando algunos comenzamos a observar la pol¨ªtica. No me exceder¨¦ insinuando que nos soliviant¨®: por ser comedida, dir¨ªa que nos hizo mirar. Ve¨ªamos, los pocos y raros que lo ve¨ªamos, intervenciones televisivas y tertulias que por primera vez apelaban a algo que nos tocaba, a la transformaci¨®n radical de la ¨¦poca despiadada que nos hab¨ªa tocado enfrentar. Luego vimos, porque participar no pod¨ªamos, m¨ªtines, campa?as y votos; vimos auges y derrotas, vimos anhelos, y todo una y otra vez hasta que paramos poco a poco de reconocernos. Reconocer un presente injusto y desear cambiarlo a toda costa era un afecto que pod¨ªamos habitar, pero nuestra presencia era parcialmente imposible: aquello nos pillaba j¨®venes, demasiado j¨®venes. Cuando crecimos ya era demasiado tarde: la fantas¨ªa conjurada en 2015 estaba rota, sustituida por otro ciclo m¨¢s d¨¦bil. Y nosotros, por poder tan poco, solo hab¨ªamos podido mirar.
La trituradora de carne en la que se convirti¨® el espacio del cambio no tuvo efectos exclusivos para dentro: lo peor ha sido darnos cuenta de c¨®mo salpica. Y no he parado de preguntarme si nosotros heredaremos vuestros traumas, disputas y rencillas; si no hay otra forma de constituir ¡ªy construirnos¡ª que vaya m¨¢s all¨¢ de vuestros errores. Lo que encontramos hoy es tierra quemada y una colecci¨®n de ilusiones malgastadas. Vuestra oportunidad perdida es nuestra ausencia de oportunidades. Nadie podr¨¢ afirmar que nosotros lo hubi¨¦ramos hecho mejor en vuestro lugar, pero al menos vosotros tuvisteis la oportunidad de intentarlo. La energ¨ªa con la que se alz¨® un pa¨ªs tardar¨¢ tiempo en volver, los destellos no brillar¨¢n igual, y de golpe somos todos m¨¢s viejos y m¨¢s grises de lo que lo erais entonces, cuando a¨²n no llegabais a los 30. En mi caso hay agravio y una cierta forma de rabia. Pero en el de muchos, y es peor a¨²n, y es m¨¢s cruel, solo hay tedio y el cansancio de aquellos a quienes ni la opci¨®n misma de actuar les ha sido otorgada.
No he dejado de creer y de anhelar otra Espa?a posible: los intentos pueden sucederse y producir resacas, pero la esperanza, que es un esfuerzo, tiene la capacidad de hacernos creer que son inagotables. Pero no conozco las teclas justas para convencer a quienes habr¨ªan podido ilusionarse y llegaron tarde, a la mayor¨ªa de los de mi generaci¨®n, de que la ilusi¨®n en s¨ª misma merece la pena, de que tambi¨¦n ellos tendr¨¢n la oportunidad de escribir la historia, de que responsabilizarse de su pa¨ªs es para la juventud, sin cesar, una tarea ineludible, por m¨¢s que la experiencia reciente les diga que su pa¨ªs es irreformable, que su pa¨ªs es cruel, que la Espa?a a la vista hiela. No s¨¦ las teclas justas para que nos reconozcamos entre nosotros. S¨¦ cu¨¢nto les cansan los encantadores de serpientes. Pero ojal¨¢ otra oportunidad, otro anhelo, otro intento para poder equivocarnos y errar imperfectos; qu¨¦ pena no habernos equivocado nosotros.