Francia, 18 a?os despu¨¦s
Si la opini¨®n p¨²blica sentir¨¢ compasi¨®n por las v¨ªctimas o condenar¨¢ el desorden, es imposible decir en este momento, pero para la mayor¨ªa de los franceses, estos acontecimientos recuerdan a los disturbios de 2005

Nahel, de 17 a?os, es la decimos¨¦ptima persona muerta por disparos de un agente de polic¨ªa franc¨¦s por ¡°negarse a obedecer¡± en los ¨²ltimos 18 meses. Le dispararon a quemarropa y sin que aparentemente el agente que abri¨® fuego alegara defensa propia. Un v¨ªdeo de la escena se hizo inmediatamente viral en las redes sociales y en los medios de comunicaci¨®n, desatando la indignaci¨®n y la ira. Los responsables del gobierno, habitualmente r¨¢pidos en defender a las fuerzas del orden, condenaron inmediatamente un acto ¡°inexcusable¡±. Y los tribunales dictaron inmediatamente prisi¨®n preventiva para el autor. Pero esto no ha bastado para restablecer la calma. Se est¨¢n viviendo noches de disturbios en muchas ciudades francesas, con ayuntamientos incendiados, escuelas atacadas, coches quemados y tiendas saqueadas.
Para la mayor¨ªa de los franceses, estos acontecimientos recuerdan a los disturbios de 2005, cuando dos adolescentes perseguidos por la polic¨ªa se refugiaron en una subestaci¨®n el¨¦ctrica y murieron electrocutados. Siguieron tres semanas de violencia, que desembocaron en la instauraci¨®n del estado de emergencia por primera vez en territorio franc¨¦s desde la guerra de Argelia. Nicolas Sarkozy, entonces ministro del Interior y que encarnaba una l¨ªnea dura, exoner¨® inmediatamente a las fuerzas del orden. Y Dominique de Villepin, entonces primer ministro, vio truncadas sus esperanzas de suceder a Jacques Chirac en la Presidencia de la Rep¨²blica: dos a?os m¨¢s tarde, fue Nicolas Sarkozy quien fue elegido Jefe del Estado y prometi¨® ¡°limpiar¡± los barrios populares de los grandes suburbios urbanos.
18 a?os despu¨¦s, nada ha cambiado, si no que ha ido a peor. Los suburbios de las grandes ciudades siguen albergando barrios relegados donde el paro y la pobreza son end¨¦micos. Las familias que pueden se marchan; a las que se quedan se les unen reci¨¦n llegados a¨²n m¨¢s pobres. Un reciente estudio de Terra Nova demuestra, a partir de un an¨¢lisis de las cuentas bancarias de miles de residentes en estos barrios, que el 80% de los individuos hab¨ªan consumido el 80% de sus recursos el d¨ªa 15 del mes. Los residentes m¨¢s j¨®venes tienen una relaci¨®n envenenada con las instituciones. En la escuela, experimentan sobre todo el fracaso. En cuanto a la polic¨ªa, no la ven como una fuerza protectora, sino como una instituci¨®n hostil que realiza controles de identidad in¨²tiles y los humilla.
La situaci¨®n tambi¨¦n ha empeorado para la polic¨ªa. Las promesas de Nicolas Sarkozy sobre seguridad y su condena de la ¡°polic¨ªa de proximidad¡± han animado a los agentes a adoptar un enfoque autoritario de los problemas. Los propios sindicatos policiales han seguido radicaliz¨¢ndose y exigiendo m¨¢s equipamiento ofensivo y m¨¢s cobertura legal; en 2017, por ejemplo, la ley les dio mayor libertad para abrir fuego en caso de negativa a obedecer. En las misiones policiales, las estrategias de desescalada han dado paso a estrategias de confrontaci¨®n directa que se han cobrado muchas v¨ªctimas en las filas de los manifestantes, en particular durante el movimiento de los chalecos amarillos. En 20 a?os, puede decirse que las relaciones entre la polic¨ªa y los ciudadanos se han deteriorado profundamente, a?adiendo una forma de ruptura c¨ªvica y pol¨ªtica a una cuesti¨®n social incandescente.
Si la opini¨®n p¨²blica sentir¨¢ compasi¨®n por las v¨ªctimas o condenar¨¢ el desorden, es imposible decir en este momento. Pero es probable que la inclinaci¨®n m¨¢s fuerte vuelva a ser la del miedo. Si es as¨ª, estos acontecimientos inflar¨¢n las velas de la derecha radical: mientras Les R¨¦publicains vuelven a pedir la instauraci¨®n del estado de emergencia, Eric Zemmour habla ya de revuelta de los ¡°enclaves extranjeros¡± y los pr¨®ximos a Marine Le Pen de ¡°disturbios raciales¡±. Se culpa a ¡°a?os de inmigraci¨®n loca¡± y el debate se desplaza de las pr¨¢cticas policiales y la integraci¨®n a la gesti¨®n de las fronteras. Si el Gobierno sucumbiera a estas tensiones conservadoras, perpetuar¨ªa sin duda el c¨ªrculo vicioso en el que nos encontramos desde hace m¨¢s de veinte a?os y allanar¨ªa el camino a futuros disturbios.
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