Este pa¨ªs imprevisible
Hay una Espa?a para la cual la vehemencia no es sin¨®nimo de injuria. La clase pol¨ªtica deber¨ªa andarse con cuidado y no apelar a lo bajuno ni a la ira para obtener r¨¦ditos
Espa?a nunca decepciona. Es tan irritante como enternecedora, tan imprevisible como fiel a su car¨¢cter. Lo primero que hay que celebrar es ese esp¨ªritu libre colectivo que huye de todas las certezas a las que apuntan las encuestas. Nos hemos escabullido una vez m¨¢s de lo que se predec¨ªa y aunque deber¨ªa ser cauta a la hora de hacer lecturas de los resultados, es evidente que una gran parte de la ciudadan¨ªa ha proclamado un mensaje que me parece edificante: no queremos que nuestros derechos se vean pisoteados por la extrema derecha, no queremos ver recortadas las libertades, no queremos que se ganen elecciones amparadas en bulos, ni en teor¨ªas conspiranoicas; somos capaces de entender la urgencia de las medidas contra el cambio clim¨¢tico, capaces de cambiar algunos estilos de vida, siempre y cuando la transformaci¨®n energ¨¦tica no caiga sobre los hombros, como suele ocurrir, de los m¨¢s desfavorecidos; hay una parte considerable de nuestro pa¨ªs que se revuelve contra esl¨®ganes que vejan a quienes dicen defender, y que honestamente piensa que no se deben ganar elecciones atacando irracionalmente a quien ostenta el poder; hay un n¨²mero importante de espa?oles que comprenden que los tiempos del bipartidismo quedaron atr¨¢s, que apelar al viejo estilo parlamentario ya no se corresponde con la realidad nacional, por m¨¢s que as¨ª lo entiendan quienes ostentaron el poder en otras d¨¦cadas. Hay una Espa?a que no est¨¢ de acuerdo con que se entre en la liza electoral desacreditando a las instituciones y los entes que dependen del Estado, porque eso pone en duda el buen hacer de miles de trabajadores que hacen responsablemente el trabajo por el que se les paga, sea repartir votos por correo como realizar entrevistas en la televisi¨®n p¨²blica. Hay una Espa?a para la cual la vehemencia no es sin¨®nimo de injuria.
Han sido unos a?os dur¨ªsimos, lo han sido. La pandemia, que nos ha afectado a todos en nuestro comportamiento ¨ªntimo y colectivo (ya deber¨ªamos decirlo), y la guerra de Ucrania, que ha frustrado en gran parte la recuperaci¨®n de la econom¨ªa y del optimismo que tanto necesit¨¢bamos, han exacerbado la rabia en muchas personas y alentado emociones revanchistas que envilecen la convivencia pol¨ªtica. Es esa la raz¨®n por la cual la clase pol¨ªtica deber¨ªa andarse con cuidado y no apelar a lo bajuno ni a la ira para obtener r¨¦ditos. Es peligroso, es una tendencia indecente y contagiosa que, como bien explicaba en este peri¨®dico Andrea Rizzi, amenaza la propia idea de concordia, libertades y bienestar sobre la que se construyeron los cimientos de la Europa que naci¨® del desastre b¨¦lico. Hay una parte de nuestro pa¨ªs que teme la involuci¨®n y que ha vivido estas elecciones con una angustia creciente, como si estuvi¨¦ramos al borde de un abismo. Ser¨ªa el momento de detenerse a pensar en el da?o que provoca sembrar al desconfianza en el sistema, tanto como echar mano de medias verdades para ensuciar el ambiente o considerar la groser¨ªa como un atajo para hacerse entender.
Qu¨¦ va a pasar ahora. Qui¨¦n lo sabe. Feij¨®o no ha obtenido los resultados que esperaba ni los que proclamaban las encuestas. Como ya hemos visto en sus primeras palabras, su objetivo es convencer a esos espa?oles que le han votado de que lo leg¨ªtimo es que gobierne el que ha ganado. ?l sabe muy bien que apelar a esa raz¨®n es convertir su deseo en una ley que no est¨¢ escrita en nuestro sistema parlamentario; sabe de sobra que repetir esa inexactitud es la manera de socavar desde la casilla de salida la legitimidad de Pedro S¨¢nchez para gobernar. Tampoco Pedro S¨¢nchez puede cantar victoria antes de tiempo. Que su gobierno dependa de Junts es un giro de guion ir¨®nico. Al final de tan convulsa legislatura, pacificar Catalu?a ten¨ªa un precio que ahora quieren cobrarse los que consideran que perdieron poder por el camino. Qu¨¦ pa¨ªs tan dif¨ªcil, tan irritado como hedonista, tan cainita como gregario. Tan contradictorio en suma. Pero hay algo que est¨¢ claro: no queremos perder derechos ni abanderar la involuci¨®n europea. Espa?a puede y debe ser un pa¨ªs avanzado y moderno. Si capitaneamos las libertades civiles, por qu¨¦ no vamos a hacerlo con el reto del medio ambiente. Tenemos talento, alegr¨ªa y coraje. De verdad lo creo.
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