El despotismo de Bukele
Las medidas adoptadas por el presidente de El Salvador contra la delincuencia de las maras conculcan el m¨¢s elemental Estado de derecho
El r¨¦gimen de excepci¨®n impulsado por Nayib Bukele en El Salvador ha quebrado esta semana otro pilar del Estado de derecho. Con el objetivo de sostener una pol¨ªtica de seguridad dise?ada para aniquilar a las pandillas, los tribunales del pa¨ªs centroamericano podr¨¢n llevar a cabo juicios masivos y audiencias de hasta 900 detenidos. La medida, aprobada en un Parlamento dominado por el partido que sostiene al Gobierno, Nuevas Idea...
El r¨¦gimen de excepci¨®n impulsado por Nayib Bukele en El Salvador ha quebrado esta semana otro pilar del Estado de derecho. Con el objetivo de sostener una pol¨ªtica de seguridad dise?ada para aniquilar a las pandillas, los tribunales del pa¨ªs centroamericano podr¨¢n llevar a cabo juicios masivos y audiencias de hasta 900 detenidos. La medida, aprobada en un Parlamento dominado por el partido que sostiene al Gobierno, Nuevas Ideas, supone una formalizaci¨®n de lo que ya suced¨ªa en la pr¨¢ctica, lo que aumenta la gravedad de un esquema de guerra contra las maras repetidamente cuestionado por las constantes violaciones de derechos fundamentales.
Desde el comienzo del r¨¦gimen de excepci¨®n, en marzo de 2022, las autoridades salvadore?as han detenido a casi 72.000 personas acusadas de pertenecer o colaborar con la Mara Salvatrucha o el Barrio-18, las dos principales organizaciones criminales del pa¨ªs. La estrategia de tolerancia cero de Bukele, que incluye centenares de muertes bajo custodia policial, operativos permanentes y arrestos arbitrarios, ha dado sus frutos desde la perspectiva estad¨ªstica: las pandillas est¨¢n m¨¢s acorraladas y debilitadas que nunca. La contrapartida, sin embargo, es una deriva autoritaria que socava los cimientos de la convivencia y ha despertado la profunda preocupaci¨®n de los organismos internacionales en defensa de los derechos humanos.
Un grupo de expertos de Naciones Unidas alert¨® en mayo, por ejemplo, de que los juicios masivos que ya se ven¨ªan realizando en El Salvador ¡°atentan contra las garant¨ªas del debido proceso¡±. A eso se suma el hecho de que el ¨¦xito del joven presidente en materia de seguridad ha disparado su popularidad, lo que en el terreno pol¨ªtico se ha traducido en un poder casi omn¨ªmodo. Bukele oficializ¨® a principios de julio su candidatura a la reelecci¨®n con vistas a los comicios de 2024, escud¨¢ndose en una m¨¢s que dudosa interpretaci¨®n de la Constituci¨®n, que proh¨ªbe presentarse en periodos consecutivos, hecha por los magistrados afines que impuso su partido en la Corte Suprema.
Hoy Bukele es un modelo para distintos proyectos en la regi¨®n, sobre todo de extrema derecha, del argentino Javier Milei al chileno Jos¨¦ Antonio Kast. La exhibici¨®n de mano dura, la mofa de sus adversarios a trav¨¦s de las redes sociales, los ataques a la prensa y la ostentaci¨®n de su pol¨ªtica carcelaria se han convertido en un patr¨®n pol¨ªtico. En Colombia, la construcci¨®n de megac¨¢rceles ya forma parte de los programas electorales. Mientras tanto, crece la alarma por el deterioro de los derechos humanos en El Salvador y la inquietud por la desarticulaci¨®n de la oposici¨®n. Si Bukele quiere garantizar una sociedad viable a medio plazo debe frenar de inmediato su deriva desp¨®tica y respetar los principios m¨¢s elementales del Estado de derecho.