La izquierda alternativa debe usar un lenguaje com¨²n para comunicar y convencer
Palabras como ¡®todes¡¯ o ¡®amigues¡¯ son un leg¨ªtimo mecanismo de autoafirmaci¨®n de una minor¨ªa, pero dirigirse con esa jerga al conjunto de la sociedad obstaculiza hacer llegar las ideas: al final de lo que se discute es de esas ocurrencias
Desde 2016 hay un paulatino retroceso de la izquierda alternativa. Haber pasado de los cinco millones de votos, entonces de Unidas Podemos, a los tres millones de Sumar, tras cuatro a?os de un Gobierno de coalici¨®n que ha sabido hacer frente al impacto de la covid y de la guerra de Ucrania sobre la econom¨ªa, indica que hay una crisis del v¨ªnculo de comunicaci¨®n de la izquierda alternativa con su electorado.
En la base de esa crisis est¨¢, en mi opini¨®n, el abandono de un lenguaje com¨²n que sirva para comunicar y convencer. Los l¨ªderes de esa izquierda han adoptado el ¡°lenguaje inclusivo¡± como herramienta para dirigirse al conjunto de la ciudadan¨ªa, cuando en realidad este lenguaje no es sino una jerga de grupo, que sirve para que los miembros de grupos minoritarios se comuniquen e identifiquen entre s¨ª.
La necesaria defensa y reconocimiento de los derechos de esas minor¨ªas no implica en absoluto tener que adoptar su lenguaje. Al hacerlo, se coloca la diversidad como eje central de la acci¨®n pol¨ªtica, desplazando en el discurso a la igualdad, rasgo esencial de la izquierda, puesto que se trata de un lenguaje que da primac¨ªa al yo, a los sentimientos individuales y de tribu, seg¨²n el modelo y discurso social estadounidense, en una especie de traslaci¨®n al ¨¢mbito comunitario del pensamiento individualista burgu¨¦s. Eso se refleja en el permanente estado de ofensa que se palpa en las redes sociales. Si anta?o los se?ores burgueses se indignaban si no eran tratados de Don, ahora abundan los militantes de movimientos sociales ofendidos si son tratados con una palabra que consideran que no los define correctamente. Y el sentimiento de ofensa suele tener una deriva autoritaria. Quien ofende pasa autom¨¢ticamente a ser culpable de complicidad con el patriarcado. Y de ah¨ª al acoso y a la censura social solo hay un paso, como ha quedado claro en la mal llamada cultura de la cancelaci¨®n (?la censura y la caza de brujas son cultura?).
Usar palabras como todes o amigues, por ejemplo, es un leg¨ªtimo mecanismo de autoafirmaci¨®n en esos grupos, pero dirigirse con esa jerga al conjunto de la sociedad, desde el liderazgo de un partido que aspira a gobernar el pa¨ªs, s¨®lo consigue que el lenguaje usado se convierta en obst¨¢culo para hacer llegar las ideas que se defienden y las acciones que se realizan: al final de lo que se discute es de esas ocurrencias verbales. Y no es solo que se desv¨ªe el objetivo de la comunicaci¨®n, sino que usando un lenguaje inclusivo, que solo utiliza una minor¨ªa, el lenguaje pol¨ªtico de ese partido excluye a la mayor¨ªa de los ciudadanos a los que se dirige, simplemente porque esa jerga no es la koin¨¦, la lengua com¨²n adoptada hist¨®ricamente por nuestra sociedad.
Un idioma es fruto de milenios de uso, interacciones y deformaciones de la lengua, es el espejo de lo que somos colectivamente. Cambiar artificialmente el idioma no solo no cambia la mentalidad, sino que provoca un vivo sentimiento de rechazo incluso entre muchos de quienes, como es mi caso, apoyamos a la izquierda alternativa. Esa neolengua no responde a una necesidad social, sino a un capricho ideol¨®gico infundado: si cambiar el g¨¦nero gramatical de las palabras cambiara la mentalidad, las sociedades con idiomas que emplean el g¨¦nero gramatical femenino para designar colectivos deber¨ªan ser las menos machistas. Los pa¨ªses de lengua ¨¢rabe nos muestran tr¨¢gicamente lo contrario.
Adem¨¢s, confundir g¨¦nero sexual con g¨¦nero gramatical s¨®lo evidencia desconocimiento de la ling¨¹¨ªstica como rama del saber. Hay ejemplos en la lengua espa?ola que muestran lo absurdo de esa confusi¨®n. Al conjunto de los ciudadanos, sea cual sea su sexo, se le llama ciudadan¨ªa, y al de los seres humanos, humanidad. Ambas en g¨¦nero gramatical femenino. Y yo soy una persona, as¨ª, en g¨¦nero gramatical femenino, sin que ello me excluya como hombre.
Ya ha habido en la historia casos similares en los que se ha intentado imponer un lenguaje nuevo a la sociedad. En la Revoluci¨®n Francesa se decidi¨® cambiar el calendario. El c¨®mputo de los a?os se empez¨® a hacer desde 1789, llamado A?o I, y en lugar de los meses tradicionales estaban los meses de Termidor, Vendimiario o Brumario. La reacci¨®n frente aquella ocurrencia, por mucho que aplaudieran los entusiastas, hace eco perfecto con el hartazgo ante las ocurrencias del lenguaje inclusivo de hoy, que tiene m¨¢s de consuelo del yo (o de deseo de evitarse cr¨ªticas) que de herramienta de transformaci¨®n.
La izquierda alternativa, para convencer de la necesidad de construir un mundo mejor, har¨ªa bien en usar un lenguaje con el que podamos entendernos todos. Porque no basta que las ideas e iniciativas sean buenas, hay que hacer ver que lo son. Si sigue empecinada en emplear una jerga que espanta a buena parte de su base social, podemos encontrarnos un d¨ªa con que la extrema derecha acabe llev¨¢ndose por delante a todos, a todas y a todes.
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