?Por cu¨¢nto me vendes a tu hijo?
Lejos de disminuir, la esclavitud ha aumentado en los ¨²ltimos a?os y ahora se presenta una nueva forma que afecta especialmente a las mujeres: los vientres de alquiler
Hace unos a?os, la realizadora Lala Gom¨¤ estren¨® un documental titulado Free: Hadijatou contra el Estado, donde explicaba la historia de una esclava nigerina que denunci¨® al Estado por no impedir su esclavitud. Gan¨®, al final, el proceso. Como dato decir que seg¨²n Anti-Slavery International, organizaci¨®n fundada el 1839 que trabaja para eliminar todas las formas de esclavitud, se calcula que solo en N¨ªger hay m¨¢s de 43.000 esclavos.
El documental es de 2017 y yo al verlo, os confieso, me sorprend¨ª ¡ªsoy bastante ingenua¡ª de que en pleno siglo XXI existiera esclavitud. Estaba convencida de que se hab¨ªa abolido en el siglo XIX. Indagu¨¦ y me enter¨¦ de que, seg¨²n la OIT no solo hay compraventa de seres humanos, otras formas de esclavitud segu¨ªan existiendo: trabajo forzoso, trata, matrimonio forzado¡ formas que no solo perviven, sino que han aumentado considerablemente en los ¨²ltimos a?os. En 2021 hab¨ªa 10 millones m¨¢s de personas en situaci¨®n de esclavitud moderna en comparaci¨®n con 2016, lo que nos deja la nada despreciable cifra de 50 millones de esclavos en todo el mundo.
La sorpresa aument¨® cuando me enter¨¦ de que las formas de esclavitud, lejos de disminuir, aumentaban y el neoliberalismo inmoral en que viv¨ªamos hab¨ªa a?adido otra forma de esclavizar a las mujeres¡ pobres: los vientres de alquiler.
No perdamos de vista el sujeto con el que he empezado el art¨ªculo: ¡°esclavitud¡±, que, seg¨²n el DRAE, es: ¡°Situaci¨®n de una persona que carece de derechos de modo permanente, especialmente los fundamentales de igualdad y libertad, por ejercer un tercero sobre ella todos o algunos de los atributos del derecho de propiedad, reduci¨¦ndola a la condici¨®n de objeto¡±. Y aqu¨ª era, es, donde justamente se sit¨²an los vientres de alquiler.
Para quien no lo sepa un contrato de vientre de alquiler es un acuerdo privado, suscrito entre dos partes, en el que una mujer se compromete a gestar un beb¨¦ con el fin de entregarlo, tras dar a luz, a las personas con las que ha firmado un contrato de compraventa, renunciando a su filiaci¨®n a cambio de dinero. Los derechos de la madre desaparecen desde el mismo momento en que firma. No podr¨¢ quedarse con el beb¨¦, ni siquiera si hubiera un embarazo gemelar y los compradores solo quisieran uno; o caso de que el beb¨¦ tuviera malformaci¨®n y los compradores decidieran que abortara.
As¨ª est¨¢n las cosas. Esclavitud.
La pol¨¦mica acerca de la legalidad de los vientres de alquiler, lo recordar¨¦is, entr¨® en la actualidad espa?ola recientemente con la llegada a nuestro pa¨ªs de la nieta de Ana Obreg¨®n, y acaba de volver a ella hace unos d¨ªas con Gustav VII, sobrino de Margarita II de Dinamarca, y Carina Axelsson. El matrimonio, ya talludito, ¡°deseaba¡± tener descendencia y, ni cortos ni perezosos, como en Alemania, lugar de residencia de la familia, los vientres de alquiler est¨¢n prohibidos, partieron a Estados Unidos a contratar ¡°un vientre¡±. En el bautizo, eso s¨ª, han pedido ¡°discreci¨®n¡±, por el ¡°bien del beb¨¦¡±, obviando que nadie cuestiona al ni?o, sino la actitud de ellos.
No deber¨ªa haber discusi¨®n acerca de que no se puede comprar y vender seres humanos. Parece, digo, pero los que defienden esta compraventa reclaman la ¡°libertad de elecci¨®n¡± de las mujeres a¡ ?vender a sus hijos? La trampa, claro est¨¢, consiste en apelar a la libertad individual de cada una de nosotras para justificar y permitir que se abuse de las mujeres. Sabido es que, como dijo Margaret Sanger: ¡°Ninguna mujer puede llamarse a s¨ª misma ¡®libre¡¯ cuando no tiene el control sobre su propio cuerpo¡±. Vender tu beb¨¦ no es una muestra de control sobre tu cuerpo, porque hacerlo para sobrevivir es precisamente perder el control sobre tu propio cuerpo.
No es reciente el argumento, pero ahora se ha ampliado y se ¡°ha cargado de legitimidad¡±. Sin importarle a esos defensores la situaci¨®n en la que se encuentra la mujer que llega a ese escenario. Ni que decir tiene que esos valedores de ¡°los vientres¡± se mueven como pez en el agua, con soltura y sin complejos, en el marco de democracias preocupadas solo por los beneficios econ¨®micos y no por las personas, convirtiendo a las madres en ¡°vasijas¡± en las que cocer un producto que puede comprarse. En un mundo en el que hay un sistema de reparto, el capitalismo, en el que hay casi 800 millones de personas que pasan hambre ¡ªni que decir tiene que las pobres de los pobres son mujeres¡ª parece que no deber¨ªa generar ninguna duda rebatir el argumento de la ¡°libertad de decidir¡±. Porque, cuando no se tienen las necesidades cubiertas, lo que decidimos no es una reacci¨®n fruto de nuestra libertad, sino condicionada, precisamente, porque no la tenemos. Eso, por no hablar, de que no existe el derecho a tener un hijo que reivindican los compradores, aprovechando que hay mujeres sin recursos, el dinero no todo lo puede.
As¨ª las cosas, seguro que vosotras sois de las privilegiadas que no vender¨ªais a vuestro hijo, porque la esclavitud, amigas, es cosa de pobres.
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