Empoderarse ?para qu¨¦?
Lo que hemos hecho las mujeres ha sido imitar los par¨¢metros del ¨¦xito de los hombres, no con aspiraciones colectivas sino desacomplejadamente individuales
A este verano se le ha llamado el del poder de las chicas, as¨ª lo han bautizado los principales diarios econ¨®micos que al fin han encontrado una raz¨®n de peso con la que incorporarse al tren del feminismo. No hablan del poder de las mujeres, t¨¦rmino que apelar¨ªa a una mejora de la igualdad social, sino al empoderamiento concreto de algunas estrellas de la cultura popular, Beyonc¨¦, Taylor Swift, Greta Gerwig, a las que se celebra como dinamizadoras del consumo, tanto por sus espect¨¢culos en s¨ª como por todos los productos derivados: maquillajes, brazaletes, botas, disfraces, barbies feministas e incluso operaciones est¨¦ticas que a?aden culo, p¨®mulos o tetas. Los medios norteamericanos aplauden este girl power que ha impulsado en 8.500 millones de d¨®lares el PIB de Estados Unidos y toman esas cifras como la prueba de que si las chicas se salen del gr¨¢fico ya no podemos ignorarlas.
Podr¨ªamos datar el primer producto a escala internacional del feminismo pop en la aparici¨®n de aquellas camisetas inspiradas en la novela de Chimamanda Ngozi, que rezaban, we all should be feminist, cuyo lema comenz¨® a chirriar en el momento en que las marcas de lujo hicieron suyo el eslogan y en nuestra cabeza reson¨® la curiosidad por saber qu¨¦ manos femeninas o infantiles de pa¨ªses remotos hab¨ªa detr¨¢s de esas camisetas empoderadoras. Pero el capitalismo tiene la gracia de fagocitar cualquier duda moral y apartarla como si fuera una molesta mosca, tachando de puritanismo a toda posici¨®n que se agite contra el consumo obsceno. Puritano puede considerarse, no lo niego, que se recuerde que en un mundo con 736 millones de pobres que sobreviven cada d¨ªa con menos de 1,90 d¨®lares, y cuya peor parte se la llevan sin duda las mujeres y los ni?os, andemos por aqu¨ª algunas, en este universo privilegiado en el que vivimos, como cheerleaders de un tipo de victoria que se mide seg¨²n las cifras indecentes de la l¨®gica capitalista; aqu¨ª no se trata del techo de cristal de la mayor¨ªa de las mujeres ni tan siquiera de la igualdad, sino de se?alar que la emancipaci¨®n ha llegado desde el momento en que tres mujeres han superado en fortuna a sus colegas hombres. No solo eso se vitorea: esas tres artistas logran a trav¨¦s de su arte (el cual no pongo en duda) despertar el ansia de consumo a un nivel estratosf¨¦rico, porque a la chica de barrio que las admira y nunca saldr¨¢ de su precariedad le queda al menos la libertad de emular a sus diosas, sea a trav¨¦s de un color, el rosa, de un culo flamante o de una mu?eca para su ni?a.
Lo que hemos hecho ha sido imitar los par¨¢metros del ¨¦xito de los hombres, no con aspiraciones colectivas sino desacomplejadamente individuales: un empoderamiento ego¨ªsta. Virginia Woolf, que a todo se adelant¨® en su pensamiento, escribe en Tres Guineas sobre c¨®mo pueden intervenir las mujeres para parar la guerra (la Segunda) cuando su propia vida postergada sufre de una lucha no menor que las excluye del debate p¨²blico. Lo interesante es que la escritora se pregunta lo que ocurrir¨¢ dentro de un siglo, es decir, nos est¨¢ interrogando a nosotras sobre qu¨¦ cambia cuando las mujeres ejercemos las mismas profesiones que los hombres, y aventura: ¡°?No seremos igual de posesivas, igual de recelosas, igual de belicosas¡?¡±. La pregunta no puede ser m¨¢s pertinente porque el peligro del feminismo pop es que carezca de un sentido social que aliente, como as¨ª lo hac¨ªa Woolf, el compromiso de las que llegan m¨¢s arriba para que no acepten la codicia con la que se ha practicado el poder y se ha acumulado la riqueza en el sistema patriarcal. En este ensayo esclarecedor, la escritora exige la promesa de las privilegiadas de hacer cuanto est¨¦ en su mano para facilitar el progreso de los desfavorecidos y no para convertirse en adalides de la injusticia patriarcal. Pero este sistema es tan adictivo que cuanto m¨¢s subversivas nos creemos m¨¢s estamos apuntal¨¢ndolo.
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